Si algo hace rato quedó claro es que el actual campeonato de la Liga Profesional no tendrá la definición infartante que tuvo el año pasado. Si en 2022, el título se definió en la última pelota con aquel penal que Franco Armani le atajó a Jonathan Galván y que mudó la corona del Cilindro de Avellaneda a la Bombonera boquense, en 2023 el grato nombre del campeón se sabe, por lo menos, desde hace dos meses: será River el equipo que dará la vuelta olímpica. Lo único que queda por dilucidar es cuando lo hará. De acuerdo con la ventaja acumulada de nueve puntos que le lleva a Talleres de Córdoba y San Lorenzo, en función de los resultados de las dos fechas que se disputarán esta semana, el equipo que dirige Martín Demichelis podría consagrarse el próximo sábado ante San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro o en el fin de semana del 14 o 15 de julio cuando reciba a Estudiantes en el remozado estadio Monumental. Con tres o cuatro fechas de anticipación. Sin ningún misterio.
La amplia diferencia numérica refleja la enorme superioridad que River ha exhibido respecto de sus rivales: Talleres y San Lorenzo, los perseguidores más cercanos, jamás pudieron hacerle sombra y siempre lo vieron dispararse desde muy lejos. Y la campaña de los otros grandes ha sido desalentadora: a Boca le sacó 19 puntos, a Racing 20 y a Independiente 26. Mas allá de sus altibajos y a partir de la calidad de su juego y de sus jugadores, la amplitud de su plantel y las variantes que le otorga a Demichelis, River está sobrado para el medio local. Podrá perder como perdió ante Belgrano, Arsenal, Talleres y Barracas Central. Pero ganará mucho más seguido.
El tema es la Copa Libertadores. Desde agosto, cuando empiecen a jugarse los octavos de final que se sortearán este miércoles en Asunción del Paraguay, River le apuntará con todo su poder. Y es ahí donde las cosas no aparecen tan claras. Como si tuviera dos caras, una para jugar de entrecasa y otra para hacerlo por las canchas de Sudamérica, en la fase de grupos de la Libertadores, el equipo mostró otra fisonomía y otra actitud. Fue mucho mas vulnerable (perdió 3 a 1 con The Strongest en la altura de La Paz y Fluminense lo arrasó 5 a 1 en el Maracaná de Río de janeiro), se lo vió más ansioso y presionado, menos confiable en defensa, tuvo menor relieve individual y hasta ciertas movidas del entrenador resultaron por lo menos discutibles. No tiene nada de malo que River se haya clasificado segundo en su grupo. La cuestión fue que lo hizo con apenas diez puntos y fue uno de los tres que menos sumó en esa condición (sólo Atlético Nacional de Medellín y Deportivo Pereira de Colombia estuvieron por debajo)
Para volver a ser campeón de América como lo fue en 1986, 1996, 2015 y 2018, River necesita cambiar de cara. Y en la Copa, debería jugar con la misma autoridad y confianza con la que se pasea por el campeonato. Si lo hace, será gran candidato, por lo menos para llegar a la final en Río. Si no lo hace, a la vuelta de los inminentes festejos de entrecasa, podría sobrevenir una gran desilusión continental.