Please Baby Please

(EE.UU., 2022)

Dirección: Amanda Kramer.

Guion: Amanda Kramer, Noel David Taylor.

Música: Giulio Carmassi, Bryan Scary.

Fotografía: Patrick Meade Jone.

Montaje: Benjamin Shearn.

Intérpretes: Andrea Riseborough, Harry Melling, Demi Moore, Karl Glusman, Ryan Simpkins, Cole Escola.

Duración: 95 minutos.

Disponible en MUBI

7 (siete) puntos

Dentro del ciclo “Orgullo sin Prejuicios. Cine LGBTQ+”, MUBI ofrece una película de encanto suficiente como para situar referencias cinéfilas, polemizarlas, admirar el cine alguna vez hecho, y potenciarlo hacia otras posibilidades. Se trata de Please Baby Please, tercer largometraje de la californiana Amanda Kramer (Paris Window, Ladyworld), en donde los años ’50 resplandecen en una producción de presupuesto acotado, citas estéticas y guiños al cine mainstream y under. El resultado vale lo suyo, porque sabe mirar lo hecho, se lo apropia y lo reformula.

El argumento gira en torno a un matrimonio un tanto desajustado, testigo de una golpiza al momento de llegar al edificio donde vivirán. El barrio periférico se ofrece peligroso, y la pandilla que lo controla aún más. El grupo, violento y atractivo, no deja de ser émulo de otros films, que supieron dialogar con la iconografía de los años ’50, desde Grease a Cry-Baby. Allí el asunto, sintético, en cuanto a cómo comulgan las referencias elegidas por la directora. La película sabe remitir tanto al film protagonizado por John Travolta y Olivia Newton-John como al otro, más incorregible, con Johnny Depp bajo las órdenes de John Waters. Entre un extremo y otro, del mainstream al under, orbita Please Baby Please.

En este sentido, el líder de la banda, Teddy (Karl Glusman), ofrece tanto reminiscencias “marlonbrandianas” como cercanas al cine de Kenneth Anger (cuya Scorpio Rising no habría podido ser, justamente, sin el Brando de El Salvaje). Como sea, Amanda Kramer reúne todo desde un espíritu cercano al cine de Douglas Sirk -desde el color, las tipografías de los títulos, el vestuario- para luego pasarlo por el cedazo del under y obtener, así, una radiografía de épocas pasadas pero también presente.

Así, el film narra la paulatina conversión sexual de su pareja protagonista, mejor dicho: su progresivo desocultamiento interior. Arthur (Harry Melling) no oculta su atracción por Teddy, y se debate en largos parlamentos sobre la inutilidad y estupidez de haber sido cooptado por la imagen que de él se espera en tanto hombre. Suze (Andrea Riseborough), por su parte, asume el desfasaje que existe entre los dos y evidencia una predilección hacia maneras y comportamientos presuntamente “masculinos”, que adopta como propios. De una u otra manera, la película es tan queer como los son ellos dos. Por eso, si tanto ella como él son capaces -y lo serán- de trascender los dictámenes binarios con los que fueron educados, la película de Kramer hace lo propio con los géneros narrativos y sus tópicos.

Este no es un detalle menor, sino el lugar nodal. Please Baby Please es una especie de melodrama musical, que rompe lo previsible y sin embargo, en su misma osadía, restituye lo que transgrede. Es decir, su estructura narrativa, su puesta en escena, son clásicas. La impronta está dada por el cine de aquel período, con predilección por el umbral supuesto entre las décadas del ’50 y ’60. Pero a diferencia del cine de John Waters, quien no dudó en hacer de la travesti Lady Divine su estrella, mostrarla masticar caca de perro, o filmar una jeringa colgando de un brazo; Please Baby Please ofrece una aproximación, si se quiere, más amable. Es lúdica e irreverente, pero no provoca choque alguno.

No pasa por allí la propuesta, sino por explicitar lo que en aquel cine estaba velado o cifrado -algo que Sirk hizo estallar con una maestría mayúscula-, en la forma de diálogos que exterioricen el sentir de sus personajes, encerrados en un universo de cartón pintado y colores chillones. De esta manera puede pensarse la participación de Demi Moore, por un lado como la vecina adinerada, cuya vida está más allá de la comodidad hogareña que el consumo planifica -ella se mofa con sorna de su heladera y cocina-; pero también puede pensarse a la Moore como la estrella añeja, ya un tanto despojada del oropel de otros años, ahora revivida desde un margen incorrecto.

Ahora bien, si de actrices se trata, la tarea de Andrea Riseborough es lo mejor de la película. Flaca eléctrica, capaz de articular el chisporroteo del ambiente en todo su cuerpo, la Suze de Riseborough puede ser la esposa previsible, la detective nocturna, la femme fatal. Es capaz de todo. Quien la haya visto en la espléndida y reciente To Leslie, por la cual fue nominada el Oscar, lo sabe. Es una actriz de cuerpo pequeño, nombre sin marquesina, y una capacidad gigante.

Finalmente, atravesado el periplo de descubrimientos -o atrevimientos- mutuos del matrimonio, el film alcanza su resolución y transgresión. Para ello, habrán crímenes, misterios -¿quién es Teddy?-, reuniones con amigos “correctos”, y otras con amigos “incorrectos”. Todo, a su vez, destella desde una puesta en escena consciente de su artificio: todo se muestra y se actúa de maneras impostadas. Como rozando, casi y apenas, ciertos matices almodovarianos. Camperas de cuero, gomina y coreografías, apuntan sus dardos a la figura institucional del matrimonio. Así como lo hizo The Rocky Horror Picture Show. Sin su locura, con mesura, Please Baby Please sabe hacer lo propio.