Las redes sociales son una cloaca. Instagram, en particular, es una hoguera de vanidades con los filtros y la ostentación como leña. Y sin embargo... Patti Smith abrió su cuenta de Instagram el 20 de septiembre de 2018. La primera foto que subió fue una de la palma de su mano: quería transmitir que era ella quien se comunicaba con ese mundo virtual, así como lo hace rabiosa o trascendentalmente arriba de un escenario, o cuando permite acceder a sus recuerdos a través de sus laureados libros. Jesse, la hija de Patti y del fallecido Fred "Sonic" Smith (guitarrista de MC5), fue quien la convenció de que esa red social iba a resultarle adecuada: "escribo y hago fotos a diario", explicó la artista anteriormente conocida como "madrina del punk".
@thisispattismith, la cuenta en cuestión, es una mínima bocanada de aire entre reels que uno no eligió ver y publicidades que mucho menos. Hay que agradecer que cada posteo de Patti Smith contenga reflexión, belleza e integridad, incluso si las imágenes no son "perfectas", o las palabras a veces sugieran y otras golpeen con contundencia minimalista. Pero también hay que dar las gracias porque ese ejercicio de comunicación la llevó a concretar El libro de los días (Lumen), su nuevo trabajo. "Es una aproximación a cómo navego en esta cultura a mi estilo", explicó Smith en el prólogo. "Está inspirado en mi Instagram, pero es una obra única. Gran parte del material lo creé durante la pandemia, a solas en mi cuarto, proyectándome hacia el futuro y reflejando el pasado, la familia y una estética personal coherente".
Smith eligió una foto y un texto que la acompaña para los 365 días del año (y sendos "bonus" para quienes nacieron en bisiesto). "Son llaves que abren las puertas de los propios pensamientos. A cada una de ellas la rodea la reverberación de otras posibilidades. Los cumpleaños felicitados dan pie a otros, incluido el de quien me lee", aseguró la cantante, compositora, escritora y fotógrafa. En el recorrido de cada día se encuentra el mundo privado de Patti Smith: sus gustos artísticos, el "solaz" que encuentra en los cementerios, el valor que le da a la historia (y a la suya propia), el amor por su país y por su gente...
Los botines de Antonin Artaud se cruzan con el frente del museo Guggenheim, una estatua de Juana de Arco le da paso a una postal neoyorquina, la luz tenue sobre su "sillón de pensar" dice tanto sobre su mirada como la instantánea de Jesse en una manifestación. La historia de su relación con Robert Mapplethorpe (que fue su novio, su amigo y su complemento artístico) ya la contó en el libro Éramos unos niños: aquí hay una foto que certifica aquel título. Y hay varias de y con su hija, con su madre, con su padre, de su difunto hermano Todd. Hay con Lou Reed, con William Burroughs, con Tom Verlaine, con Fred Smith delante de la iglesia de Detroit donde se casaron ("cuando la alquimia era real"). Y hay de lápidas, de Jimi Hendrix, de Kurt Cobain, de Yoko Ono, de la Fender Jazzmaster de Kevin Shields (My Bloody Valentine) y de la Mosrite de Fred. Y varias de Cairo, el gato abisinio de Patti. En una se la ve apoyando su barbilla en su mano derecha. "Pensando en nada", reza el "epígrafe". "Recuerdo a mi madre sentada así. Y yo le preguntaba: ¿Qué pasa, mami? Y ella me decía: Ah, nada. Y ahora sé qué es la nada".
"Ofrezco este libro con gratitud, como un espacio que infunda ánimo, incluso en los momentos más bajos. Cada día es una joya, porque todavía respiramos, nos conmovemos por el modo en que la luz incide sobre una rama alta, un escritorio matutino o la cabeza esculpida en piedra de un poeta amado", escribió Smith. Varias de las entradas llegan de a pares, en páginas enfrentadas. "6 de julio - El día del cumpleaños de Frida Khalo. Aunque a menudo estaba en cama su revolucionario corazón nunca se detuvo", dice el comentario sobre la imagen del lecho de la artista mexicana. Y al lado, "7 de julio - La Casa Azul, Coyoacán. Las muletas de Frida. El suelo temblaba con sus pasos".
Las entradas del 16 y el 17 de enero son de sus viajes a la Argentina. O al jardín de los senderos que se bifurcan. "La mesa del gran escritor Jorge Luis Borges habita en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. Fue diseñada para envolver al escritor, quizá para ayudar a acotar su universo infinitamente expansivo", dice la primera. Y enfrente: "En un rincón resguardado del Café Tortoni, rodeado de decoración de estilo belle époque, una escena inmortaliza al gran Borges, junto al cantante de tango Carlos Gardel y la poeta Alfonsina Storni. Un diorama de museo de cera, café a perpetuidad". La del 15 de abril reza "Viernes Santo, cementerio de la Recoleta, Buenos Aires".
"Las redes sociales, en su retorcida democracia, a veces alimentan la crueldad, los comentarios reaccionarios, la desinformación y el nacionalismo, pero también pueden ponerse a nuestro servicio", aseguró Smith en el prólogo de El libro de los días. "Están en nuestras manos. La mano que escribe un mensaje, que acaricia el pelo de un niño, que tensa el arco y la flecha. Aquí están mis flechas, dirigidas al corazón cotidiano de las cosas. Cada una de ellas lleva atada unas cuantas palabras, esbozos de oráculos. Trescientas sesenta y seis maneras de decir hola".
Y también de decir adiós, antes de empezar de nuevo el repaso de los días. La última foto la muestra frente a un público exultante y merece dos entradas. "30 de diciembre - El día de mi cumpleaños, mi madre me llamaba siempre a las 6.01h y me dejaba este mensaje: 'Despierta Patricia, has nacido'". Y abajo: "31 de diciembre - ¡Feliz Año Nuevo a todos! Estamos vivos juntos".