El jefe del Grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, pidió apoyo desde Bielorrusia, donde se encuentra desde que salió de Rusia tras el levantamiento protagonizado por el grupo de mercenarios que encabeza, y aseguró que "habrá nuevas victorias en el frente" de batalla contra Ucrania. En un mensaje difundido por Telegram, Prigozhin señaló que lo que buscaron con la insurrección fue "terminar con los traidores y movilizar a la sociedad", y que creía que lo habían logrado "en gran medida".

"Hoy, más que nunca, es necesario que nos apoyen", dijo Prigozhin en su primer mensaje de audio desde que abandonó el territorio ruso después de alcanzar un acuerdo con el presidente ruso, Vladimir Putin. Luego de la revuelta de los miembros del Grupo Wagner, Prigozhin hizo una sola declaración en la que dio su versión de los hechos y garantizó que su intención no era la de "hacer caer al régimen".

El gobierno ruso calificó de "puñalada por la espalda" a la rebelión, ya que consideraba un aliado al grupo mercenario ruso en la guerra con Ucrania. Sin embargo, sus comentarios desataron la polémica en varias ocasiones, especialmente cuando acusó a la oligarquía rusa y la cúpula militar de "engañar" a Putin para invadir Ucrania.

En el frente de batalla, Ucrania dijo este lunes que con la contraofensiva recuperó en la última semana 37 kilómetros cuadrados en el este, mientras que Rusia afirmó haber frustrado el intento de asesinato del gobernador de la península de Crimea. El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, reconoció que los combates la semana pasada fueron "difíciles", pero celebró "progresos" en el terreno.

Las fuerzas ucranianas lanzaron a principios de junio una gran operación destinada a retomar los territorios ocupados por Rusia, pero los avances siguen siendo limitados, tanto por la importante defensa rusa como por la falta de aviación y artillería. 

Los servicios de seguridad rusos aseguraron haber evitado un atentado con bomba presuntamente preparado por Ucrania para asesinar al gobernador de Crimea, Serguei Aksionov. Crimea fue anexada en marzo de 2014 por parte de Rusia, tras una intervención de sus fuerzas especiales y un referéndum de incorporación denunciado por Ucrania y las potencias occidentales.