El show empieza a las 23 y faltan diez minutos. En Golden (Av. Alicia Moreau de Justo 2092, CABA), suena música del año pasado mientras los grupos de amigas se acomodan en las mesas y sillones. Bailan en el asiento mirando las pantalla donde aparece Bizarrap. A las 23:10 el volumen sube y se escucha ese tema del grupo Ráfaga que suelen pasar en las fiestas de quince: el clima levanta. Suena uno de Luismi y cantan todas a coro. No quedan tantos asientos que llenar e irrumpe en el salón You can leave your hat on. Gritan, es inminente: ya llegan los chongos.

Vero Bonter aparece flamante al son de Mujeres de Ricardo Arjona después de una coreo donde los bailarines reciben los primeros aplausos con Noche de Sexo de Wisin y Yandel. Ella es como la serie de humor negro que aparece entre todo el soft porn de una madrugrada de ISAT; una joya de novedad entre tanta parafernalia vintage.

“Con este frío se me están estrujando los testículos”, dice Vero quien no va a permitirse ser la única en ese escenario en tener secretos. Después habla de operaciones estéticas y alguien del público cuenta que se hizo el rejuvenecimiento vaginal. Vero hace la mímica del supuesto vaivén de la piel pre-cirugía y la operada se tapa la cara pero dice sí con el dedo y la inocencia del Chavo del 8. Ya está: Vero puede hacer y decir lo que quiera. Y lo hace.

Un rato después del show, habla de la audiencia.

—Es raro que vengan solas. Se sueltan más en grupo, sobre todo porque son sólo mujeres. Creo que se calientan en serio pero joden mucho entre ellas, de tocar al chongo y después mirarse con las amigas como para mostrarse.

Bonter sabe estar al frente de todos los públicos. Antes de Golden trabajó 12 años en L´Averno Bar donde el striptease lo hacían mujeres y el público masculino era dócil: ella los mandaba a rapar, depilar el culo, pelear en el barro y otras picardías típicas de despedidas de solteros. Participó de El Bululú Club de Comedia y estuvo con Edda Díaz en La Verdad de la Milanesa. También en boliches del palo como KmZero, Bach o Search y animó más de una comunión o bautismo. Conoce al público y lo aprovecha.

Vero Bonter anima las noches del Golden. 

—¿Sabés? Parece contraintuitivo, pero las mujeres se sueltan más que los varones—dice la anfitriona—. Los chicos heteros están para ver a las chicas pero no joden tanto. Las mujeres aunque se calientan un poco vienen a joder con las amigas y las que se sueltan más son las mujeres grandes, que suelen a venir a festejar jubilaciones. Pero los gays se lo toman como si estuvieran en el teatro, demasiado en serio. Miran, sí claro, pero con una seriedad…

De todas formas, en Golden son todas mujeres, hace poco apenas dejan entrar algún que otro varón y —según dice el staff— casi ninguna va sola. Vero jode con los grupos de amigas; se ríe con ellas y de ellas también, les pregunta cuándo se casan y hace cuánto se divorciaron. “¿A tu marido se le sigue parando?”, pregunta un poco antes de recitar un poema sobre los tipos de chota. Sus monólogos son pequeñas ediciones de una revista Para tí hackeada por terroristas de la liberación sexual. El público responde todas sus preguntas y aporta aún más atentados contra las buenas costumbres que Bonter incorpora rápidamente. Ama el show.

—Hay una confianza distinta con las mujeres—confiesa—. Hace muchos años que presento shows y siempre he tenido la mejor onda con el público y con los bailarines, siempre recibí mucha buena onda pero con las mujeres es especial. El hecho de ser trans me pone en un lugar distinto, pienso. Hay cosas que si las dijera un hombre se sentirían incómodas; si lo dijera una mujer cis por ahí sienten una competencia, pero si lo dice una trans lo escuchan desde otro lugar.

Y es que Vero no sólo hace chistes y describe las pijas que se van a ver a continuación. Como buena anfitriona habilita lo que se puede o no hacer en su fiesta. A Mike, por ejemplo, le toca el segundo acto y Vero lo presenta. “Más de una vez dije le pongo Lysoform a este cartonero y me lo llevo a casa”, dice antes de que aparezca El Linyera. Una rubia con vincha de pijitas rojas dice “reeeee” y se da por habilitada esa incorrección política atravesada por deseo de mujer. ¿Habrá algo que no le perdonen?

—Una vez una se enojó porque le dije señora. Capaz que si le decía puta de mierda se cagaba de risa, pero señora no, fue un insulto para ella.

De todas formas, Bonter maneja un humor a prueba de ofendiditas. Unos minutos después de presentar a Vin Diesel y su número Rápido y Furioso habló de las vergas cabezonas y se puso gráfica. “Esas barren todo, ¿viste? Si comiste choclo sonaste”, advirtió.

—Creo que hay identificación. El humor explicita cosas que no se permiten admitir. Pueden criticar al tipo macho pero capaz después les gusta que le agarren de los pelos, les digan puta y le peguen en la cola. Tengo hasta chistes escatológicos en los que se ríen; y se ríen porque es probable que le hicieron el culo y les pasó algo raro. Hay una identificación y ahí es donde se genera el humor.


Camarines

Ahora está sentada muy elegantemente en un pasillo que no lo es tanto y que lleva al vestuario. Fuma de un vaporizador y a unos metros suyo los chicos se preparan para presentarle el cuerpo a la noche de invierno. Lucas, el Policía Recién Recibido del que una hora atrás se dijo que tenía 21 años y 21 centímetros saluda antes de irse. A Vero solo le importa que cierre bien la puerta porque ahora en el salón se pasa música electrónica y tiene que alzar mucho la voz.

Yo estoy como presentadora, pero lo mío es actuar. Acá es como un personaje de presentadora, lo veo así. Mi conducción está basada en la actuación y el humor, siempre. No me considero una persona normal ni tampoco me interesa, pero no ando diciendo guarangadas todo el tiempo. Es un personaje, si tuviera que hacer un drama también lo haría. Es actuación ¿no?

En su vida la actuación lo es todo. Apenas salida del secundario se metió a estudiar arte dramático en la escuela municipal, después con Edda Díaz donde se encontró con el humor y hacía transformismo desde esos personajes cómicos: una enfermera mórbida, una psicóloga lesbiana sin salir del clóset, una profesora trans, una condesa que hablaba de las buenas costumbres pero puteaba a morir o una suerte de Ludovica Squirru que hablaba del pene o la vagina de los políticos.

“Yo hacía transformismo. Me producía para el escenario pero no vivía como trans todo el tiempo. A los 30 hice el cambio y me dediqué de lleno a los shows y los boliches. Sentía que no podía canalizarlo sólo en el escenario, quería vivir todo el tiempo así aunque no actuaba como excusa para sentirme mujer, actuaba porque amo actuar. Tenía dudas porque era mucho difícil conseguir trabajo, no sabía de qué iba a vivir”, relata.

También cuenta que en ese momento se encontraba con boliches que querían transformistas pero no trans. “Si tenías las tetas operadas no te querían y te lo decían así nomás”, explica. Además, dice que el humor le permite hablar de todo y que suele darse el gusto de hablar de política. Que alguna vez le pidieron no hacer algún chiste pero se las rebuscó para meterlo.

Ahora pasa otro chongo tapado hasta la cabeza que parece ser Julián, El Marinero que viene del mar lleno de leche —o algo así dijo Vero al presentarlo— y deja la puerta abierta. Ella se levanta a cerrarla y al volver habla del drag.

—Cuando yo hacía transformismo era eso sólo, ahora se lo mezcla con lo drag que en realidad es un género distinto, más musical. El transformismo es más abarcativo porque tiene más que ver con el hablar, hacer un personaje, escribir un monólogo. Lo drag es más visual y musical, ni mejor ni peor, pero distinto. Ahora en los boliches es mucho más perfo que cosas actuadas y yo prefiero actuar. Me gusta el vestuario —se había cambiado de look seis veces esa noche— pero en función del personaje, producirme y no hacer nada no me interesa. ¿Ser un adorno? No me interesa. Como tampoco me interesa contar un chiste de un loro, que no moleste a nadie; quiero provocar cosas en el público, con humor, con ironía aunque no todo el mundo la maneja bien.

Es que el humor de Vero es rápido e inteligente: tenés que tener el culo demasiado fruncido para no reírte con ella al micrófono.

—En un cumpleaños un señor del que ya me habían avisado que era un pesado, cuando empiezo a hablar de mi condición trans me grita: "Hay que matar a todos los putos". Entonces yo le contesté: "Ayer cuando me la chupabas no decías lo mismo" y se enojó. Parece que hasta tenía un arma. Por suerte no pasó a mayores, pero nunca falta un desubicado ¿viste? En el escenario perdés el registro del peligro, o sea de lo que puede hacer el público.

A la que le gusta el humor de Bonter es a Esther Díaz, la filósofa punk de Las12. Se conocieron en la inauguración de una iglesia evangelista inclusiva de la que la habían llamado para que haga la presentación. Esther estaba en la platea del lugar chusmeando ese templo al desacato y le encantó Vero. Se pasaron el contacto y quedaron amigas.

Un día me llama para presentar el libro Lengua de Loca. “Yo no sé nada de filosofía”, le dije, pero insistió en que tenía humor e ironía y que quería que yo lo presentara. Me encantó la idea, leí el libro y en base a eso armé una cosa disparatada, con mucho miedo de hacerla quedar mal, porque ella tiene un prestigio por más que sea irónica y medio punk, no podía hacerla pasar vergüenza. Había partes del libro que no entendía nada, pero lo llevé para el humor y a ella le gustó. La sigo leyendo, porque desde el humor uno entiende más; en definitiva, el humor tiene que ver con la inteligencia.


Día después

El domingo, diez horas después de la primera entrevista en persona hubo una segunda por teléfono: le habían quedado cosas por decir y Vero no se guarda las cosas.

Primero quiero aclarar que no me siento mujer, me siento trans, me autopercibo así.

—¿Por qué la diferencia?

—Porque me siento así. Me causa gracia cuando dicen que son mujeres atrapadas en el cuerpo de un hombre. Yo quiero ser trans desde que tengo recuerdos, quería de chica jugar a las muñecas, pero no reniego de mi cuerpo. Mi cuerpo es parte de mí y yo elijo expresar lo femenino porque me gusta más pero no me interesa ser mujer. Esto es lo que soy, me gusta ser trans.

En el mediodía dominical se la escuchaba más clara y transparente. Lo segundo que no se quiso guardar fue esto:

—En el escenario yo intento resaltar lo femenino, que es lo que a mí me gusta. Más de una chica del Golden me dijo que no podría usar los tacos que llevo o que se querría maquillar o vestir como yo, con más glamour, aunque no se animan. Lo drag ahora es una cuestión visual y estética que no tiene que ver con eso. Por ahí se ponen pestañas pero salen peladas y con pelos en el pecho, me hace un poco de ruido. Entiendo la perfo pero me parece horrible y yo reivindico al transformismo y a la actuación.

Lo tercero y último: la noche anterior se había olvidado de guardar el traje de anfitriona en la maleta rosa pastel con la que esperó el taxi al salir de la Golden. Había hablado de cómo gestionaba el deseo de las mujeres heteros y de cómo regulaba el monólogo dependiendo de si el bailarín ya estaba trucado o no (léase: si ya tenía la pija dura o si faltaba) pero había evitado hablar de su propio deseo.

Los hombres que están con trans se sienten heteros y es un problema—dice sin ningún tipo de intro—. El deseo por las trans no tiene nombre, con todas las palabras nuevas que hay, ese deseo no tiene nombre. Me ha pasado de estar con un chongo y que me diga que es hétero curioso. Lo único curioso es que no sea puto con lo que le gusta la pija, pero bueno se sentía así. Hay cada hetero flexible que lo único flexible que tienen es el culo.

—¿Esto solés mencionarlo en el show?

—Desde el humor hago una catarsis pero sigue siendo un lugar difícil para la mayoría de las trans el encontrar una pareja. Todos los días hay chabones que te quieren garchar, pero que te inviten un café es uno de cada cien.

—¿Sentís que las mujeres del show te ven como “experta” en temas sexuales sólo por ser trans?

—Una tiene más relaciones porque la gente sólo quiere sexo, incluso si los ves durante años, nunca son compromisos. Entonces eso hace que hayas vivido más situaciones, con más personas. Además creo que tenemos una energía sexual diferente, otro deseo. Cuando hablo con amigas cis noto esa diferencia en la facilidad, por ponerle un nombre. Las mujeres sienten que el hombre tiene que hacerle el novio y abrazarla después de coger; a una ni le importa y la verdad ya perdí la cuenta con cuántos estuve. Pero sí, noto algo en el público: si yo digo que cogí con mil tipos no se sorprenden, pero si fuera una mina pensarían que soy una puta. Se permiten reconocerse en mí sin tanta competencia, capaz porque no piensan que yo podría robarles al marido y que otra mujer sí.

En el show, el único momento donde dice ser una romántica es para presentarlo a Pablo. Él tiene el mejor culo de todo el salón y las malas lenguas consultadas para esta nota dicen que él lo sabe y que le encanta que así sea. Pablo se sonríe con una morocha con velo de novia que se apresura a tocarlo y le dice que no con la mano. Vero lo presenta como El Príncipe Azul.

—Muchas veces criticamos cosas de los hombres, pero son las que nos gustan. Es una contradicción muy grande, que el tipo que te caga es el que no te podés sacar de la cabeza. De a poco nos vamos liberando de eso, pero seguimos todas viviendo en una sociedad machista. En el show hay como una catarsis mía, por ejemplo con alguno que me manda mensaje a la seis de la mañana sólo para garchar. Hago el chiste y ellas se sienten identificadas, ríen y asienten. Pero la realidad es que yo no lo mando a cagar al tipo, le contesto el mensaje y lo veo. Una critica mucho lo que le atrae y le gusta. Si tuviera que mandar a la mierda a todos los tipos que hacen cosas que no me gustan, no cojo más. A veces digo: podría ser digna, pero si soy digna no me coge nadie y me pongo muy mal de humor.

Por último, Vero menciona alguna película y bolo en la tele (Guapas, Conflictos en Red) a la que no le dio mucha importancia. Dice que si no te llaman para puta te llaman para peluquera y que ahora, más grande, para puta ni la llaman. Que agradece no haber salido en ninguna publicidad donde ser trans sea el remate.

—¿Ves algún cambio?

—Creo que sí, pero porque la tele se maneja depende la época y qué es lo que vende. No tiene que ver con que sean progresistas y actúen de buena voluntad, sino porque les debe vender ser políticamente correctos.

Igual para Vero Bonter ser artista no es salir en la tele, es otra cosa, es “poder vivir con lo que uno siente”. “Intento vivir eso más allá de la actuación, encontrarle esa magia a lo cotidiano también—dice—. El escenario te permite esa magia, ese contacto con gente que no conocés y no te conoce y generás un vínculo, un ida y vuelta. Se busca transmitir; dar pero también recibir. Es un hecho amoroso, cuando te subís al escenario buscás esa conexión con el otro que es una forma de amor".