Desde Iguazú

Todas fueron sonrisas y extensos apretones de mano frente a las Cataratas del Iguazú, en el espléndido Hotel Meliá que conserva lujos de otros tiempos --hoy probablemente sería impensable levantar este gigante para el turismo internacional en el corazón de un parque nacional, tan próximo a la atracción natural, como ocurrió cuando se proyectó aquí lo que era un Sheraton--. Entre los amplios salones del lobby del hotel que es propiedad de un jeque árabe (la bandera de Emiratos Arabes flamea junto a la argentina en los techos del lobby), con sus ventanales que dan a la pileta y a las cataratas y su eterna belleza, sin embargo, subyacen cruces acaso menos amables. Se evidencian antes y después de la foto de familia, con el saludo final de todos los mandatarios. 

Una de esas rispideces es la que vino a plantar Uruguay aquí, primero el lunes, a través de su canciller, Francisco Bustillo, el martes en boca de su presidente, Luis Lacalle Pou, "como viene haciendo en cada reunión", subrayan en la delegación argentina. La amenaza declamada de uno de los cuatro integrantes del bloque de romper, de negociar por su cuenta, de cambiar los tantos. Algo que a Lacalle Pou parece redituarle a nivel interno ante su electorado, y sobre lo que hoy volvió a acometer en su discurso. El uruguayo no firmó, finalmente, el documento final del encuentro, y en cambio llevó uno propio. 

Apareció también el tema de Venezuela, y hasta la guerra Rusa-Ucrania, con un pedido unilateral de sumar a Zelenski a la próxima reunión Unión Europea - Celac. Otras fotos y cruces deja esta cumbre, en la que Luiz Inácio Lula Da Silva se recorta como la presencia estelar, de regreso al bloque después de 13 años. Hay otro que le compite en estelaridad, y es Sergio Massa, en su doble rol de ministro y precandidato del oficialismo, presente aquí y allá en la atención de cámaras y comunicaciones.

Lula asume la presidencia pro témpore, con el símbolo del martillo.


Libre para quién

La cuestión del tratado de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea fue, como se venía anunciando, central en los discursos de todos los presidentes del bloque. Firmado en 2019 y nunca puesto en marcha efectivamente, estuvo virtualmente paralizado en estos años, y entre las negociaciones se agregaron nuevas restricciones de índole ambiental por parte de Europa. Argentina y Brasil vienen reclamando modificaciones, dejando entrever que la letra verde es, en la práctica, proteccionismo para una sola de las partes. Sobre lo firmado, hay una crítica que Alberto Fernández sintetizó en su discurso: "El Mercosur fue el que más cedió, siendo el bloque con menor nivel de desarrollo relativo en el acuerdo". Habló del "proteccionismo de los países desarrollados a costa de la desprotección de los países proveedores de materia prima", y criticó "una visión excesivamente centrada en los ambiental, con nulo registro de las tres dimensiones de la sostenibilidad: ambiental, económica y social".

Retomó el tema en la conferencia de prensa posterior que dio a los medios acreditados. "La falta de avance en este acuerdo tuvo que ver con conflictos internos de la Unión Europea, con decisiones de algunos países de no eliminar subsidios internos, a sus productores agrícolas, por ejemplo", puntualizó. Sumó reclamos que ya venía haciendo públicamente tanto la Argentina como Brasil: "Decisiones con metas ambientales unilaterales que cambian absolutamente las reglas, sobre un acuerdo que ya de por sí no tenía en cuenta las asimetrías preexistentes. Normas que no compartimos, como la que impide dar prioridad a las empresas nacionales para las licitaciones públicas. Para nosotros el 'compre nacional' es prioritario", puntualizó.  

Durante la cumbre, las palabras de Lula fueron en el mismo sentido: “No tenemos interés en firmar ningún acuerdo que nos condene al eterno papel de exportadores de materias primas”, reclamó. Y en sintonía con las palabras de Sergio Massa en el primer día del encuentro, anunció que durante su gestión impulsará la creación de “una moneda regional de referencia específica para el comercio regional, que no afectará las monedas nacionales”.

El vecino disonante

La intervención de Lacalle Pou --se esperaba y cumplió--  fue disonante entre tantas loas a la integración. Y aunque comenzó felicitando por las bellezas naturales que los rodeaban en ese mismo momento, y hasta enviando un saludo a los guardaparques, el comienzo y el fin de su discurso fue con un dicho amenazante: "tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe", auguró. "Si no podemos avanzar juntos, como bloque, lo vamos a hacer unilateralmente", lanzó el uruguayo. Viene reclamando incluir, por ejemplo, un tratado de libre comercio con China, un punto en el que Uruguay intentó avanzar en forma unilateral, obteniendo finalmente la negativa del gobierno chino.  

Así como en 2021 había acusado al Mercosur de ser "un lastre" para su país, ahora el mandatario uruguayo volvió a pedirle "flexibilizarse, modernizarse, abrirse al mundo". "El inmovilismo es lo que nos preocupa", soltó.  

Puso otros dos temas de discordia sobre la mesa: primero, el pedido de invitación al presidente ucraniano, Volodimir Zelenszki, a la próxima cumbre de la UE-Celac, que se realizará en quince días en Bruselas. Nadie retomó este tema. El otro tópico sí fue adoptado también por el paraguayo Mario Abdo, y retrucado luego por Alberto Fernández: la crítica a la inhabilitación electoral de la precandidata opositora María Corina Machado por parte de lo que nominó "régimen venezolano".  

Cruces de cumbre

Antes de cerrar el encuentro y escenificar el traspaso de mando de la presidencia pro témpore a Lula --con el símbolo de la entrega del martillo-- Fernández se salió de agenda para una respuesta a esto último: "Lo que ha sucedido con María Corina Machado es algo que tenemos en cuenta y sumamos a la mesa de diálogo, que es donde hay que plantearlo, sin injerencias, garantizando la autonomía de cada país", expresó. "La cantidad de exiliados venezolanos que hay en el mundo da cuenta de una situación que se está viviendo por las sanciones económicas que tiene el país", evaluó también.   

Las palabras de cariño llegaron cuando se refirió a Lula, tanto en la cumbre como ante la prensa. "Es una alegría entregarle la presidencia pro témpore a él, tenerlo ahora en este lugar. Lo siento como una reivindicación ante todo lo que tuvo que soportar, la persecución, la injusticia, un reconocimiento del pueblo brasilero", expresó. 

En la foto de familia final volvieron los abrazos: allí posaron, mientras detrás las cataratas desplegaban su marco único, Fernández, Lula, Lacalle Pou, Luis Arce, Mario Abdo, el electo Santiago Peña y el primer ministro de Guyana (uno de los Estados asociados del Mercosur), Mark Anthony Pillips. 

En regreso a Buenos Aires sería rápido, luego del almuerzo compartido y con algunos pasajeros más en el Tango 04: además de la primera dama Fabiola Yañez, la vocera Gabriela Cerrutti, el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello, el ministro de Ambiente, Juan Cabandié, el embajador en Uruguay, Alberto Iribarne, el diputado Eduardo Valdés, el legislador Juan Manuel Valdés, se sumó Gabriel Fuks --designado subsecretario de Asuntos de América Latina en la Cancillería tras su paso como embajador de Ecuador-- y el secretario de Asuntos Económicos y Financieros Internacionales del Ministerio de Economía  (además de director del Indec), Marco Lavagna. El resto del gabinete económico que había acompañado a Massa había regresado antes con él, después de la foto con Lula y las invitaciones con la que el tigrense cumplió su doble rol de ministro y candidato.