Además del arte, un sistema de alcantarillado pionero y ambiciosas obras de ingeniería, hubo un elemento fundamental en la civilización romana que se suele pasar por alto: la luz artificial. Por ello, en los Museos Capitolinos de Roma han organizado una exposición inédita que rinde homenaje a los objetos con los que sus antepasados vencieron a la oscuridad.
La muestra analiza cómo la luz, o la ausencia de ella, condicionó la vida cotidiana, el erotismo y la religión de la civilización romana, a partir de hallazgos en las excavaciones de Pompeya y Herculano en el sur de Italia.
La luz romana
"La luz es fundamental para nuestra existencia, todas nuestras capacidades de visión se han desarrollado para entender e interpretar la luz, nos orientamos gracias a ella", explicó Ruth Bielfeldt, impulsora de la muestra y doctora en arqueología clásica de la Universidad de Múnich. La arqueóloga alemana localizó en los almacenes del Parque Arqueológico de Pompeya y del Museo Nacional de Nápoles, decenas de candelabros y esculturas lumínicas olvidados, a pesar de que fueron motivo de inmensa curiosidad para los arqueólogos que los encontraron en el siglo XVIII. "Supimos que era un trabajo maravilloso para entender a la humanidad antigua a partir de esos objetos, a veces muy humildes", señaló Bielfeldt.
Tras más de siete años de investigación, los resultados de ese trabajo se han sintetizado en "Nuova Luce da Pompei a Roma", abierta a los visitantes hasta el 8 de octubre. Entre las 150 piezas expuestas hay invenciones sorprendentes como "Il Sileno", una lámpara de aceite que hacía las funciones de linterna nocturna y decoración al proyectar sombras, o un extraño candelabro con forma de pie humano que estaba en la Casa de la Fortuna de Pompeya, expuesto ahora al público por primera vez.
Gran parte de los objetos desafían las posibilidades atribuidas a la luz artificial, mucho antes de la invención de la electricidad. La sensualidad romana estuvo muy influenciada por la luminosidad y prueba de ello son las lamparillas fálicas encontradas en las tabernas de Pompeya y la estatua de un hermafrodita que servía de candelabro.
Formas mitológicas
Otra sección ilustra cómo los seres mitológicos tomaban forma en las viviendas gracias a las sombras proyectadas por objetos híbridos, entre lámparas de aceite y miniaturas escultóricas que, según los investigadores, ayudan a comprender mejor "las antiguas teorías de la sombra de Platón o Plinio".
El interés por dar con fuentes de luz artificial también generó un mercado de coleccionismo en el que las lámparas de bronce forjadas por los griegos alcanzaron precios desorbitados, como ya describió Plinio el Viejo en el siglo I d.C.: "Algunos no se avergonzaban por adquirir un candelabro al precio del salario anual de una tribuna militar".
Sin embargo, esos lujosos objetos se mostraron inútiles cuando el Vesubio sepultó Pompeya y sus habitantes trataron de alumbrar su huida portando pequeñas lámparas de aceite, algunas localizadas junto a los cuerpos calcinados.
Según Bielfeldt, el hecho de que hoy en día las luces estén empotradas en las paredes y techos, ha generado que ya casi nadie camine llevando la luz en la mano y nos hemos desacostumbrado a "tocarla o agarrarla". Por eso, los Museos Capitolinos han inaugurado una sala en la que, mediante lentes de realidad virtual, los visitantes caminan por una "domus romana" llevando un candelabro para descubrir sus habitaciones lúgubres y oscuras. "esto puede hacernos reflexionar si vivimos con la luz o ya no la tenemos presente, porque la damos por descontada", cuestiona la arqueóloga.