“Viendo de chico a esos artistas me asusté por primera vez en un teatro”, cuenta el dramaturgo y director Raúl Brambilla al recordar el ruido de las espuelas y el rechinar de los facones de los gauchos que se batían a duelo desde un escenario. Aquellos eran artistas de radioteatro que, en gira por los pueblos de la pampa gringa, resumían las historias ya conocidas por todos. En esa memoria infantil es donde puede rastrearse el origen de La segunda muerte de Juan Moreira, obra de su autoría que bajo su dirección se presenta en el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636), con un elenco de destacados actores: Fernando Caride, Leandro Cóccaro, Susana Martínez, Fabián Mattos, Enrique O’Zanibelli, Miguel Ángel Polizzi, Juan Manuel Romero y Paula Rubinsztein. Las luces de José Binetti y el diseño de vestuario de Cecilia Carini ambientan la atractiva puesta.
Pertenecientes a una troupe de artistas que perdieron su lugar en el circo, los personajes de La segunda… entremezclan lo urbano y lo rural en sus comportamientos y en su modo de hablar, un detalle éste en el que el autor pone especial énfasis, apelando a giros, modismos y a algunos neologismos disparatados. “Todos ellos son ex artistas de picadero”, destaca Brambilla en la entrevista con Página/12, haciendo referencia a los que por su edad no podían continuar ejecutando las destrezas que se ofrecían en la pista. Por ese motivo pasaban a formar parte de los elencos de la “Segunda parte” de los espectáculos circenses criollos, que consistía en una representación teatral de tema gauchesco.
Ambientada en 1930, la obra cuenta las desventuras del grupo varado en la pampa a pocos días del golpe del general Uriburu contra el gobierno de Irigoyen. En su intento por atenuar el recelo de la policía del pueblo, atenta a los gustos del representante local de la Iglesia, los actores terminan reafirmando su identificación con Juan Moreira, el protagonista del folletín de Eduardo Gutiérrez. A su modo reeditan el fenómeno social surgido en la época en la que los Hermanos Podestá abandonaron la pantomima para estrenar su versión hablada de aquella “historia de desacato”, que originó arrestos de ciudadanos “por hacerse el Moreira”, como figura en los archivos policiales de la época.
Nacido y criado en el límite entre las provincias de Córdoba y Santa Fe, Brambilla cuenta que a comienzos de los ’60 recorrían los pueblos muestras de aquel primer teatro nacional, ya que todavía había circos que tenían “Segunda parte”. También recuerda a su madre escuchando las intrincadas historias del radioteatro que luego eran condensadas en apenas una hora y media por la propia compañía en gira por los pueblos. “La llegada de los circos extranjeros, que tenían otras atracciones, hizo que los circos locales quitaran las representaciones teatrales”, explica Brambilla, destacando la pérdida de un ritual singular: “la gente iba a la carpa a ver a los trapecistas, equilibristas y payasos y, de paso, veía la parte teatral que no se hacía en el picadero sino en un espacio lateral, con escenario y cortinados”. Esto mismo es lo que los actores de La segunda… muestran de espaldas a la platea, en su disparatado intento por agiornar su repertorio pasando del vodevil a la tragedia sacra.
Por su parte, las dos mujeres de la troupe acompañan las propuestas de un modo crítico y activo: “Ellas cumplen con un rol secundario propio de la época”, afirma el director, “aunque demuestran ciertos rasgos de emancipación”. Lo que queda a la vista es que entre los personajes masculinos se conforma una sociedad en miniatura. Sintetiza el director: “El arribista que vive de los demás, el purista que no quiere abandonar los orígenes, el que no quiere resignarse, el que se asume como líder y el más joven de todos, que termina contando la historia en un futuro que queda incierto”.
“En la obra hay un juego sobre los géneros teatrales”, distingue Brambilla, “Si tuviese que definir, diría que está a medio camino entre el sainete y su ingenuidad y los aspectos trágicos del grotesco”, afirma. A partir de un cuidadoso manejo de procedimientos teatrales expresivos de antaño, la figura del criollo rebelde de la tradición popular desafía a la autoridad una y otra vez. Concluye Brambilla señalando que la obra cierra una paradoja: “Un hombre que existió, que luego fue transformado en un gaucho retobado de ficción, termina ajusticiado como si aún estuviese vivo, 50 años después de su muerte real”.
* La segunda muerte de Juan Moreira, Teatro del Pueblo (Lavalle 3636), domingos a las 17.