Luigi Paulino Alfredo Francesco Antonio Balassoni, más conocido como Louie Bellson, fue un reconocido baterista de jazz, a quien se le atribuye ser el pionero en el uso de la batería de doble bombo en la historia de la música mundial. Según cuenta la historia, el músico que nació en Illinois, Estados Unidos, en julio de 1924, y entre otras formaciones integró la banda de Duke Ellington durante la década del 40, introdujo esa innovación técnica cuando sólo tenía quince años, durante su estadía en el colegio secundario, en 1939. Iban a pasar más de treinta años para que la novedad llegase a la Argentina. El primero en implementarla fue Juan “Locomotora” Espósito, el baterista de El Reloj.

Nacida en Lomas del Mirador, con prehistoria rosarina, a comienzos de 1970, El Reloj es considerada una de las primeras bandas de hard rock del país formada originalmente por el bajista Eduardo Frezza, el guitarrista Fernando Willy Gardi, el tecladista Luis Valenti y el propio Espósito. A su vez, es una de las agrupaciones pioneras en la defensa del rock del oeste reconocido históricamente por su crudeza y sus explosivas presentaciones en vivo.

El Reloj debutó en la Ciudad de Buenos Aires en 1971 con Horacio "Tucata" Suárez a cargo de una segunda guitarra, pero su paso por aquellos años iniciáticos se iba a terminar velozmente. Su lugar fue ocupado por Gregorio "Goyo" Felipes. Como quinteto empezaron a recorrer parte del circuito de la zona oeste del conurbano y a hacerse un nombre que rápidamente fue llamando la atención del incipiente público rockero de aquellos años. La razón era sencilla, se trataba de una novedad, ya que no había demasiados grupos que sonaran con la potencia que lo hacía el Reloj por aquellos años. Apenas si las primeras formaciones de Pappo, con quien también toco “Locomotora”, y los incipientes desprendimientos del brazo blusero del primer rock argentino podía desandar los caminos que la banda abordó desde su propia génesis.

De repente, algo sucedió. La banda tenía programa una fecha en el Teatro Olimpia de la otrora Capital Federal junto al dúo Vivencia. Unos días antes, un policía borracho atropella a “Goyo” y se da a la fuga. El guitarrista fallece y cuando la banda estaba a punto de bajarse de la fecha, los propios familiares del músico piden a sus compañeros que salgan a escena. Quienes asistieron a aquel concierto lo recuerdan como algo excepcional. No sólo por la emotividad de la que estuvo cargado sino por la fuerza que el grupo exhibió desde el escenario ante una sala colmada en la que se reunieron más de 1500 personas.

En el documental “Alguien más en quién confiar – Cronología de El Reloj”, dirigido Matías Lojo y Gabriel Patrono, el por entonces plomo de la banda, Willito Ponce, recuerda que el recital no se iba a hacer por el golpe que el grupo había recibido tras el fallecimiento de su compañero. “Pero vino la madre y el padre y nos pidieron que toquemos. Estábamos en pleno concierto y escuchábamos la viola del otro pibe. Se escuchaba la banda y es como que la otra guitarra también estaba. Era algo en que todo el mundo estaba llorando pero había que seguir tocando.”

Una nota de Hugo Tabachnik, que cubrió el evento para la Revista Pelo, transmite la emotividad de aquel concierto: “Goyo no será un pop-star, no tendrá un hijo, no verá el sol de días mejores y el accidente no fue un accidente, la violencia no es un accidente, y poco importa si fue o no un policía el que lo atropelló hace tres días, porque no es necesario vestirse de azul para ser policía yyy bueno, termino de comer y me recompongo para escuchar al grupo de Goyo, El Reloj, pero sin Goyo, porque Goyo está muerto (es una forma de decir).”

En ese número 36 de la publicación que retrató las primeras décadas del rock argentino como casi ninguna otra, el periodista avanza en la descripción del sonido de la banda: “Podría tratar de enumerar sus influencias, hacer una lista de su personal (se juntaron hace un año y medio como grupo)…pero eso no es, precisamente, escuchar a El Reloj, sentir ese tiempo, porque aquí hay swing, una fuerza y un empuje que me hace recordar los hermanos Jefferson Airplane hasta el último minuto de Fillmore West, su fervor sin Grace Slick pero con un tenor vehemente y comunicativo, un realmente afiatado, sin delirios subjetivistas intransitables, sin poses de prima donna, fresco, sincero, avasallante”. Y continúa: “El Reloj es aquí símbolo de Vida y se desarrolla un combate frontal contra la Muerte. Muerte es estar sin Goyo, muerte es detención, represión. Pero El Reloj marca la hora de los nacimientos. La música popular es la narración de la batalla circular entre la Vida y la Muerte y la omnipresencia del Amor. Y el Amor se manifiesta en El Reloj a través de frases calientes y ese gusto a vino tibio espeso que es la sangre del pueblo”. Una postal de época.

Osvaldo Blanco se hizo cargo de la segunda guitarra hasta mediados de 1974, cuando Osvaldo Zabala toma su lugar. En ese tiempo llegaron los dos simples con los que El Reloj sacudió la escena rockera autóctona convirtiéndose en el primer grupo argentino en incursionar en la mixtura del naciente heavy-metal con el rock progresivo que empezaba a dominar la escena global a mediados de los 70. "El mandato" y "Vuelve el día a reinar", fue el primer simple con el que lograron vender 30 mil copias, mientras que “Alguien más en quien confiar” y “Blues del atardecer” fueron los temas con los que se terminó de confirmar el afianzamiento de la banda, logrando vender más de 100 mil unidades.

El primer disco llegó en 1975. Aunque con sus peros característicos, Pelo celebró la llegada del LP luego de lo que definió como “una de las más extensas postergaciones que haya sufrido grupo argentino alguno en materia discográfica”. Con un nombre construido a partir de su performance en vivo, y dueños de una crudeza natural propia de las explosiones sobre el escenario, el disco concentraba toda la actividad de la banda desde sus comienzos hasta el momento de llegar al estudio. De hecho, entre las seis canciones que formaban parte del material aparecían las canciones de su simple más exitoso y abría con una obertura que se acompañaba por el primer tema de la banda, “El viejo Serafín”. También había una canción con letra de Mary Gardi, la madre de Willy, “Hijos del Sol y la Tierra", quizás la primera canción de autoría del padre o la madre de algún músico en la historia del rock argentino.

En una época de creciente profesionalización y una oscuridad latente que iba a llevar al rock argentino a la etapa de menor producción en su historia dos años más adelante, El Reloj se despachaba con un trabajo que mantenía la suciedad propia de la interpretación espontánea. Es decir, manteniendo latente el espíritu del escenario que los había llevado al lugar que empezaron a ocupar en la historia grande de la música nacional. Los riffs disparados desde la guitarra de Gardi son hoy recodados entre los más explosivos de su tiempo, y la batería de Espósito terminó explicando su sobrenombre definitivo. 

El Reloj era una bomba, que empezaba a hacer tic-tac.