"Soy el hermano de Facundo Jones Huala, preso político, perseguido por el Estado argentino y chileno, por oponerse al sistema capitalista, mismo sistema que está en contra de la humanidad". Así se presenta Fernando Jones Huala, uno de los voceros de la comunidad Pu Lof en Resistencia, departamento de Cushamen (Chubut).
El 1 de agosto la Gendarmería ingresó al territorio sin orden judicial para reprimir a la comunidad y desde entonces está desaparecido Santiago Maldonado, un joven que había llegado un día antes para visitar a un amigo. El Gobierno trazó luego una estrategia de demonización del pueblo mapuche, apuntando en especial contra la familia Jones Huala y a la comunidad Pu Lof en Resistencia, asociándolos a un grupo de difusa ascendencia: la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM). El libreto gubernamental, cuyo recitado fue simultáneo en todos los canales informativos oficialistas, incluyó el supuesto objetivo de los mapuches de crear un Estado paralelo a fuerza de serruchos, martillos y alguna que otra hoz.
Desde Cushamen, Facundo Jones Huala dialogó con Página/12 y explicó algunas cuestiones relacionadas con el contexto de la desaparición de Maldonado, que permiten entender cuál es la situación en parte de la Patagonia argentina.
- ¿Cuándo y cómo arranca la disputa por las tierras del Pu Lof en Resistencia? ¿Cuáles son los intereses que están en juego?
- El proceso fue iniciado por un grupo de familias y comunidades mapuche el 13 de marzo de 2015. Fue en un predio que le “pertenece” a Benetton, y son sus intereses los que están en juego. La maquinaria del Estado está a su servicio, pasando por arriba las necesidades de los pueblos originarios.
- ¿Cómo es la vida allí? ¿Cuáles son las labores más habituales y los valores que se transmiten como comunidad?
- La vida es tranquila, pero se está en alerta permanente. Hay un puesto de guardia las 24 horas, por la represión policial y parapolicial. Se nos hace necesario dar esta seguridad para todas las personas que se encuentran en la comunidad. También para recibir a las visitas, a periodistas; ese espacio de la guardia es de intercambio de ideas, de charlas, debates y compartimos experiencias con las visitas. Después la vida se reparte entre la siembra, el cuidado de los animales, la enseñanza de la cosmovisión, la cultura y sabiduría mapuche. Es una práctica permanente en el territorio, nuestra lengua, pequeñas ceremonias, toda la cultura aplicada a nuestra forma de vida. A los niños se les enseñan los valores mapuches, los cuales son inquebrantables porque son parte de una filosofía de vida: el respeto, escuchar a la gente, ser abiertos. Por ejemplo, a muchos les llama la atención que nos tratemos de “usted”, incluso a los niños, por el respeto que debe estar por sobre todas las cosas. Es necesario para que el equilibrio y la armonía existan.
- ¿Cuál es el pedido de ustedes como comunidad? Mucho ha dicho el Gobierno sobre la intención de crear una nación mapuche, de una supuesta violencia que se ejerce por parte del pueblo mapuche para poder lograrlo.
- Nuestro pedido no es solo de una comunidad, sino del pueblo mapuche. Pedimos un diálogo político serio, acorde a este conflicto histórico que ha iniciado, promovido y sostenido a lo largo del tiempo el Estado argentino. Nosotros pedimos diálogo y ninguna comunidad mapuche ha manifestado en ningún momento que nosotros queremos formar un Estado. Es una mentira repudiable. En nuestros espacios territoriales buscamos vivir bajo nuestra cosmogonía, con nuestras reglas y el concepto de Estado contrasta con una forma de vida que tiene un sentido más comunitario. Es algo que nunca se pretendió y nunca se pretenderá conseguir porque va en contra de nuestros propios principios. Hay que analizar bien quién generó la violencia y quién la sostiene. Esta violencia genera muchas consecuencias, pero de parte del pueblo mapuche siempre está el llamado para que el Gobierno termine con esa violencia, para que reconozcan el genocidio contra los pueblos originarios, ese intento de exterminio que nunca pudieron concretar. Ya es hora de que asuman esa responsabilidad como Estado y bajo una postura seria, verdadera, podamos –todos los pueblos originarios- llegar a un diálogo verdadero, sin presiones, sin intimidaciones. Queremos un diálogo sincero y limpio.
- El Gobierno y varios medios han insistido en que la comunidad forma parte del grupo Resistencia Ancestral Mapuche (RAM). ¿Esto es así? ¿Qué es la RAM y cuál es su verdadera ascendencia en las comunidades?
- El Gobierno hace uso de los medios desinformativos para crear esta falsa opinión en la sociedad. La comunidad ha manifestado muchísimas veces de que no pertenece a la RAM. Yo tampoco pertenezco, y desconozco quiénes son. Por un lado está la palabra de Facundo, que dice que él simpatiza con este grupo. Es su posición, su postura, es personal. La comunidad (y lo repetiré hasta que los medios dejen de decirlo), no pertenece a la RAM. Ya estamos cansados de que la voz de los pueblos originarios no sólo sea silenciada sino que ahora sea tapada con todas estas mentiras. Creo que, si existe este grupo, es consecuencia de la violencia que ha generado el Estado durante cientos de años.
- ¿Por qué cree que el Gobierno los ha tomado como enemigos?
- El Gobierno ha tomado como enemigo al pueblo mapuche pero, indirectamente, está diciendo que todos los pueblos que defiendan la naturaleza, que defiendan esta forma de vida, también son sus enemigos. Están dejando en claro que están a favor de los intereses empresariales, transnacionales, del poder, en defensa del capitalismo, este sistema tan inhumano, aberrante, que atenta contra la humanidad misma. El Gobierno no está a favor de la vida de las personas y la dignidad de los pueblos, está por la plata, por su bolsillo, están posicionados como funcionarios para seguir alimentando esa sed insaciable de poder y plata.
- ¿Estaba en la comunidad el día de la represión y desaparición de Santiago Maldonado? ¿Qué cree que ha pasado con él?
- El día en que se llevaron a Santiago yo no estaba. Pero la situación es muy grave, es histórico. Es algo que debe marcar un hito; debe ser un precedente, pero (la historia) no la debe escribir el Estado, sino el pueblo. Físicamente con él, no sé qué ha pasado, todos nos lo preguntamos. No queremos apresurarnos y sacar conclusiones. Estamos a la espera de que si le pasó algo, haya sido lo menos grave. Si acabaron con su vida, que haya sido lo menos doloroso posible, lo menos agobiante. Con esto se levanta un grito, ¡ya basta!