Nos apasiona narrarnos a nosotros mismos. A través de esa gran fabuladora que es la memoria armamos nuestra propia historia, y tratamos de persuadir a los demás para que confíen en esa frágil urdiembre de invenciones. “El fútbol nunca fue tan social como ahora”, declaraba hace unas semanas, Gianni Infantino, presidente de la FIFA.
El cinismo empieza a ser creativo, en un mundo cada vez más adicto a la más adictiva de las drogas: el autoengaño. Si el populismo es como el colesterol, que hay del bueno y del malo, este es del peor. La tendencia es clara: al dinero privado le encanta el fútbol cada vez más. Y no precisamente por su compromiso social. El vertiginoso espasmo inversor del mercado lo refleja el último informe realizado por Forbes-Bloomberg 2022-23, sobre la evolución de los dueños de los 98 principales equipos del fútbol europeo.
Las grandes fortunas son propietarias de un 55% de la totalidad de las entidades; el capital riesgo un 14%; los fondos soberanos un 7%, las multinacionales un 5%; los inversores minoritarios otro 5%, y los socios un 14%. La avalancha privatizadora de corte neoliberal está dejando al fútbol exhausto y sin representación social. Se estima que ese 14% de socios será absorbido por el capital riesgo antes que finalice la década. El problema no es la presencia de argumentos abusivos en favor de los poderosos, lo preocupante es la naturalidad con la que lo asumimos.
La idea primigenia nació con la premisa de que los dueños de los clubes no tuvieran más poder que los aficionados estaban dispuestos a conceder. Hoy los datos provocan un poco de risa, de risa amarga. Se sabe que la prueba definitiva del éxito de una idea es que condicione la vida de los que no creen en ella. Una nueva visión del fútbol empresarial que ha sido colonizado por el lenguaje financiero. Es la globalización exclaman: y ya sabemos lo que una dificultad respiratoria tardó en llegar a nuestro barrio. Nos preguntamos cuando asomará, de forma definitiva, ese virus privatizador del fútbol argentino, ahora que el “gran negocio del gran dinero” ha nacido sano, sin dolores de parto. El Mundial de Clubs 2025 será la competición de mayor prestigio internacional (junto al Mundial) del fútbol masculino, con 32 equipos y 6 plazas para el fútbol sudamericano.
La batalla por la atención se ha desatado. Los mastines negros de las plataformas de “streaming” no dejan de ladrar. YouTube TV y Apple TV+ están logrando cerrar importantes acuerdos con ligas por valor de cientos de millones de dólares, apunta la consultora PwC. El fichaje de Messi por el Inter de Miami es un fenómeno empresarial y televisivo con Apple como epicentro. La compañía por capitalización bursátil más grande del mundo -2,6 billones de euros (casi el PIB de Alemania)- compró el año pasado los derechos televisivos de la liga de fútbol estadounidense. A cambio pagó más de 2.000 millones de euros. Con el desembarco del rosarino el torneo aspira a ganar relevancia, y se ha filtrado que el jugador recibirá un porcentaje de las suscripciones a los paquetes televisivos de fútbol comercializados por Apple. Además, la plataforma emitirá próximamente un documental, ya rodado, sobre el futbolista argentino. Apple TV+ se convertirá esencialmente en MessiTV+, ironizaba el diario británico The Guardian.
Somos los que en nuestra niñez se nos adhirió con la fuerza del apego. Cada tanto regresan a nuestros ojos el sonido dulce de la infancia. No sabemos quienes vamos a ser, pero podemos sospechar quienes fuimos. Hoy los niños no juegan al fútbol en la calle. No pueden. Hoy juegan en la “nube” a ser Ceos indomables con mentalidad de tiburón. Han cambiado la pelota por el Bitcoin.
(*) Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón del Mundo 1979