El avance de las inteligencias artificiales y los robots conmueve las bases científicas, pero también filosóficas, económicas, sociales y políticas como ningún otro fenómeno en el último tiempo. Ante su potencial irrefrenable, sus peligros son conocidos: desde reformular el mercado laboral (y volver obsoletas muchas de las profesiones actuales), pasando por la promoción de prácticas de desinformación (como podría estimular un programa como Chat GPT), hasta la previsión más apocalíptica de todas: culminar con la especie humana.

Sin embargo, como todas las tecnologías, los sistemas inteligentes también tienen efectos positivos. Bajo esta premisa, la Unión Internacional de Telecomunicaciones (de la ONU) organizó la Cumbre Global de Inteligencia Artificial al Servicio del Bien, con el objetivo de mostrar el lado luminoso de las IA; y, en particular, sus fines sociales y la ayuda a los grupos más vulnerables. En dos jornadas que se extienden entre jueves y viernes, responsables políticos, empresarios, emprendedores, desarrolladores, inventores y sus robots se congregan en Suiza con el propósito de mostrar el costado “más humano” de las inteligencias artificiales. Al momento, ya asistieron 2.500 personas de manera presencial, más de 15 mil en forma virtual y se presentaron más de 50 robots.

Doreen Bogdan-Martin, la secretaria general de la UIT, sentenció durante la apertura que si el mundo quiere cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, utilizar a la IA “no es solo una oportunidad, sino nuestra responsabilidad". Luego, instó a los presentes a utilizar los beneficios de las máquinas para combatir “la triple crisis planetaria”: el cambio climático, la contaminación y la pérdida de la biodiversidad. Para ello, destacó que la clave es realizar una aplicación de “inclusiva, segura y responsable” de los sistemas inteligentes.

Programadas para ayudar

En la cumbre, se pueden observar máquinas que cumplen funciones de enfermería, otras que cuidan bebés o atienden al público con amabilidad automatizada, así como también, las que fueron creadas de forma sofisticada e, incluso, tienen la capacidad de asistir a personas con necesidades especiales.

“PARO”, diseñada por especialistas del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología Industrial Avanzada de Japón, por ejemplo, se destaca entre otros como un robot con aspecto de foca pequeña. Se trata de un artefacto médico que tiene el fin de ser utilizado para apoyar a personas que afrontan problemas de depresión y ansiedad, y revertir el estado emocional de pacientes con diversas patologías. Su Dr. Frankenstein es Takanori Shibata, que se esfuerza por mostrar las ventajas de su creación y despejar las suspicacias que puede haber entre los miembros del público.

También están los robots “Furhat”, entrenados para conversar y generar confianza en los usuarios. El objetivo de la compañía homónima es que la tecnología --que proyecta diferentes rostros sobre una máscara de plástico-- esté presente en espacios públicos como estaciones de tren, aeropuertos y demás sitios concurridos. En este tiempo, las máquinas son entrenadas para suplir una actividad que, si bien era esencialmente humana, comienza a perderse: la capacidad de escuchar. Completan el elenco otros robots sociales como “Grace”, “Ai-Da” y “Haru”, que presta asistencia de enfermería, pinta de manera realista y “hace feliz a la gente”, respectivamente.

Asimismo, una de las joyas es “Ella”, un carrito de bebé inteligente que, de la misma manera que aspiradoras, acondicionadores de aires, televisores y toda una gama interminable de artefactos 'Smart', busca facilitar el desarrollo de actividades rutinarias humanas. Preparado para conducirse de manera autónoma y provisto de frenos, avanza y se detiene por su cuenta para simular los movimientos que hacen los padres y madres cuando hamacan a sus bebés.

La robotización de la vida cotidiana

Si bien en un comienzo puede resultar extraño y buena parte de las personas podrían tender a rechazar el auxilio de los robots, lo cierto es que cada vez están más presentes en la vida cotidiana. Y, lo que aún significa más, no solo se les reserva las labores más automatizadas --como pueden ser cobrar un peaje, o bien, responder llamadas y derivarlas-- sino también se ponen en práctica para las más diversas actividades.

Durante la primera jornada del jueves, los presentes aprovecharon el espacio para compartir las innovaciones, avances y sus incertidumbres con respecto a la necesidad de que los Estados y los organismos internacionales regulen el rubro. Pero los acuerdos deben apurarse, porque las tecnologías no se detienen.

Sin ir tan lejos: ¿qué humano hubiera afirmado en 1990 que las sociedades del mundo emplearían objetos como los celulares para realizar buena parte de las acciones esenciales? En la medida en que las máquinas demuestren eficacia, ¿por qué no aventurar que la humanidad también se terminará acostumbrando a la robotización plena de la vida cotidiana? De una u otra manera, la transformación ya está sucediendo.

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