Jean-Luc Godard, François Truffaut, Friedrich Wilhelm Murnau, Ernst Lubitsch, Sergei Eisenstein, John Ford, Alfred Hitchcock, Martin Scorsese, Yasujiro Ozu, Kenji Mizoguchi, Carlos Schlieper, Glauber Rocha, Abbas Kiarostami, Apichatpong Weerasethakul, Tsai Ming-liang, Avi Mograbi, Raúl Perrone, Matías Piñeiro y tantos otros volverán a hacerse presentes a partir de hoy, de forma fantasmática, en la legendaria sala Leopoldo Lugones. Miles y miles de espectadores anónimos también lo harán, retomando el diálogo iniciado hace medio siglo, e interrumpido hace tres años y medio. Siempre con el apoyo de la Fundación Cinemateca Argentina, la sala del décimo piso del Teatro San Martín abrió sus puertas el 4 de octubre de 1967, con la proyección de La pasión de Juana de Arco, de Carl T. Dreyer. Cincuenta años después, es tiempo de celebración: la semana pasada, la Asociación de Cronistas Cinematográficos otorgó a la sala un Cóndor de Plata honorífico por elevar la vara de la programación cinematográfica porteña. Hoy se reabre, de acuerdo a lo dispuesto por las autoridades del Ministerio de Cultura de la Ciudad, tras la conclusión (aseguran) de las tareas de reparación iniciadas declarativamente en noviembre de 2013, y en términos reales casi un año más tarde.
En marzo de 2015, con Hernán Lombardi como Ministro de Cultura de la Ciudad, hubo una inauguración de corta duración, con el aire acondicionado descompuesto en medio de una temperatura canicular y con ascensores que en un momento dado se detuvieron, como burros empacados. Tras unos meses funcionando en medio de un teatro en obras, con los albañiles llevando y trayendo materiales en los ascensores para público, las autoridades asumidas en diciembre de ese año –incluido Jorge Telerman como Director del Complejo Teatral de Buenos Aires– decidieron cerrar el teatro para encarar su puesta en valor, abriendo de allí en más las salas de forma sucesiva, hasta llegar a esta reapertura de hoy. Es por aquella experiencia fallida y el hiato de más de un año y medio que la sucedió que más de un vecino con la piel curtida piensa ir a la Lugones como lo haría un inspector. Esto es: a chequear cables y paneles, conexiones y estado de los baños. Pero el hecho es que la sala abre y lo hace, como se verá unas líneas más abajo, manteniendo el nivel y perfil de siempre.
Hubo que remarla para llegar a este punto y esos remos incluyeron acciones civiles de presión a la administración municipal. La primera acción fue, tres años atrás –cuando la cosa se estancaba, las obras no avanzaban y el gobierno de la ciudad no informaba nada– la apertura de una página de Facebook llamada Reabran la Lugones, que sigue en pie. Esa página, que cuenta al día de hoy con 2.177 amigos, sirvió para centralizar información sobre el estado (o no) de las obras, así como para sumar esfuerzos e intercambiar ideas. De allí surgió la iniciativa de elevar una petición al Ministro de Cultura, haciendo uso del derecho que la Constitución Nacional otorga a los ciudadanos, petición que llegó a reunir más de tres mil firmas. En ella se recordaba a las autoridades la importante función cultural que cumple la sala en la vida porteña y se reclamaba información sobre el estado de las obras. Poco después de la presentación, los albañiles comenzaron sus tareas en el décimo piso del teatro. Entre las firmas se contaban las de nombres del medio cinematográfico tan reconocidos como José Martínez Suárez, Lita Stantic o Damián Szifron, notables de la cultura como Beatriz Sarlo o Edgardo Cozarinsky, y hasta representantes extranjeros, como el teórico y documentalista francés Jean-Louis Comolli.
Las retrospectivas de la Lugones permitieron recorrer una y otra vez el planeta del cine, de una punta a otra. A veces con copias flamantes, otras con lo que había. Cine mudo y sonoro. Expresionismo alemán y vanguardias rusas. Cine de género estadounidense y experimentalismo del mundo entero. Nuevos cines de los ‘60 y los ‘90. Cines periféricos y del centro de Europa. Cine latinoamericano y tecnothrillers. Nuevas olas y cines de propaganda de dictaduras varias. Cines políticos y de renovación formal. Documentales sociales y de autor. Todo el cine del mundo, de todas las épocas del cine. Los ciclos permitieron conocer la obra de cineastas esenciales, cuya obra permanecía enteramente ignorada en la Argentina. Algunos nombres de quienes desembarcaron en los últimos treinta años: Manoel de Oliveira, Raúl Ruiz, Aki Kaurismäki, Tsai Ming-liang, Hou Hsiao-hsien, Terence Davies, Mike Leigh, Derek Jarman, Takeshi Kitano, Alejandro Jodorowski y seguirán las firmas.
Si hay un plus esencial que los programadores de la Lugones introdujeron en este siglo es el de sumar estrenos de cine local y extranjero a los tradicionales ciclos y retrospectivas. Todo empezó tentativamente en 2004 con Los muertos, de Lisandro Alonso, comienzo altamente simbólico de ambas partes, en tanto Alonso confiesa haberse formado como espectador en ese mítico espacio y su cine es a su vez emblema de lo más alternativo de la producción local. La experiencia funcionó y de allí en más se regularizó, con los estrenos de Liverpool de Alonso, Tierra de los padres de Nicolás Prividera, Favula y Ragazzi de Perrone, 35 Rhums de Claire Denis, Independencia de Raya Martin y Cavalo Dinheiro de Pedro Costa, entre otros. En tiempos en los que las opciones cinematográficas se reducen cada vez más a “la” opción única, cuando las películas que no venden pochoclo tienden a ser expulsadas del paraíso de la cartelera, es crucial sumar nuevas salas al aún débil circuito alternativo. Ese es el caso de la Lugones a lo largo de la última década, lo cual no hace más que multiplicar su valor para el cine alternativo. La buena noticia es que la sala continuará exhibiendo estrenos. Sobre todo de films argentinos, que son los que más lo necesitan.
“Volver a la Lugones es volver al futuro”, señala Luciano Monteagudo, crítico de PáginaI12 y encargado de programación de la sala. “Es volver a pensar la historia del cine pero desde una mirada contemporánea, soñando con el porvenir, con las generaciones más jóvenes, que tiene todo por ver y descubrir. Así como los hubo antes –y no fueron pocos–, ahora también habrá espectadores que luego serán cineastas, y que alguna vez querrán ver sus propias películas en el décimo piso del Teatro San Martín, volviendo a dialogar con aquellas que los conmovieron y los formaron.” Todo esto se verá confirmado por la programación en lo que resta de este año. El cine argentino restaurado que presenta la DAC cederá paso al estreno en la Lugones (que se suma así al Malba) de Hermia & Helena, de Matías Piñeiro, continuando así el estreno en la sala de sus “shakespereadas” (Rosalinda, Viola, La princesa de Francia y ésta). Habrá un ciclo de clásicos restaurados del cine francés, que cuenta con la colaboración de la Embajada de Francia y recorre de Méliès a Godard, incluyendo a Jean Renoir, Marcel Carné, Bresson, Truffaut & Cía. Eso no es todo por el lado galo: a mediados de noviembre habrá un ciclo Maurice Pialat, presentado por la viuda del autor de Loulou, Sylvie Pialat.
¿Queda algún Fassbinder inédito? Sí, queda una buena cantidad de trabajos para la televisión. Uno de ellos es una miniserie de 8 horas, juguetonamente llamada Ocho horas no hacen un día. La filmó entre 1972 y 1973, y será, a comienzos de septiembre, el segundo “estreno” de Fassbinder que hace la Lugones en pocos meses, con apoyo del Goethe-Institut: en mayo pasado habían presentado la casi desconocida Baal (1969) en el bajoplaza del Centro Cultural San Martín. Antes de eso, el 31 de agosto, la Lugones estrenará la magnífica El futuro perfecto, de la realizadora alemana radicada en la Argentina Nele Wohlatz, ganadora de dos premios en el Festival de Locarno.
En octubre habrá tres acontecimientos. Primero, la autocelebración, con la exhibición de La pasión de Juana de Arco el día 4, para recordar aquella primera proyección de hace cincuenta años. Del 12 al 18 y después de varios años en los que tuvo que ceder ese lugar, la sala volverá a ser sede del Doc Buenos Aires. Y el 19, un clásico de la Lugones: un ciclo exclusivo de cine japonés, con copias en 35 mm enviadas especialmente por The Japan Foundation, con la colaboración de la Embajada de Japón. Se trata, en este caso, de redescubrir a un clásico, Masaki Kobayashi, realizador de la célebre La condición humana, de quien se presentará una decena de films menos conocidos.
Para decirlo corto: la Lugones, de vuelta. Y es de esperar que sin cortes.