En el marco del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, aprobó el suministro de las polémicas bombas de racimo existentes en los arsenales del Pentágono al país que gobierna Volodímir Zelenski, informó la prensa estadounidense.
Las bombas de racimo son unos explosivos que estallan en el aire sobre un objetivo, liberando decenas de explosivos más pequeños en un área amplia. No obstante, muchas de estas pequeñas bombas no terminan de estallar, lo que crea un problema de seguridad para la población civil a largo plazo. La utilización de bombas de racimo está prohibida en 111 países.
La decisión, que elude la prohibición legal existente para la producción, empleo y suministro de este tipo de armas, se produce después de que organizaciones como Human Rights Watch (HRW) hayan pedido a Washington no proveerlas.
El diario estadounidense The Washington Post destacó que la medida se produce en momentos en que los ucranianos sufren una disminución en sus arsenales de munición de artillería convencional, suministrada por Occidente. A su vez, crece la preocupación respecto a la lentitud de la contra ofensiva ucraniana contra las tropas rusas en el sureste del país.
Según la organización HRW, estas bombas fueron usadas por ambos bandos, a pesar de que organizaciones de derechos humanos condenan su empleo y aseguran que pueden quedar artefactos sin detonar que amenazan a los civiles.
El asesor de la oficina presidencial ucraniana Mijailo Podoliak defendió este jueves el suministro de bombas de racimo por parte de Estados Unidos e indicó que “los activistas por los derechos humanos lanzan una agresiva campaña de lobby… no para expulsar a Rusia de Naciones Unidas, sino para torpedear el suministro de armas a Ucrania”.
Por su parte, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, afirmó este viernes que corresponde a cada Estado miembro de la Alianza, de manera individual, decidir si entrega bombas de racimo a Ucrania.
"Corresponde a los aliados individuales tomar decisiones sobre la entrega de armas y suministros militares a Ucrania y corresponderá a los Gobiernos decidir, no a la OTAN como Alianza", declaró el político noruego durante una rueda de prensa previa a la cumbre de líderes aliados, que se celebra en Vilna la próxima semana.
Pese a sus prohibición internacional, se utilizaron en la guerra de Rusia-Ucrania
El anuncio de Biden, de suministrar bombas de racimo a Ucrania para defenderse de la agresión de Rusia, movilizó a organizaciones de derechos humanos que se oponen a las mismas por estar prohibidas por la ley internacional.
Ya en marzo de 2022, HRW advirtió de que el Ejército ruso había lanzado bombas de racimo sobre Járkov el 28 de febrero, cuatro días después del inicio de la invasión de Ucrania, e indicó que esos ataques podían constituir crímenes de guerra dado que un porcentaje alto de las víctimas eran civiles y menores de edad.
La misma organización acusó también a Rusia de haber cometido crímenes de guerra en el ataque que perpetró en abril de 2022 contra la estación de ferrocarril de Kramatorsk, en el este de Ucrania, por el uso de bombas de racimo que causaron la muerte al menos 58 civiles. En paralelo, la ONU también acusó a Rusia de perpetrar al menos 24 ataques con este tipo de munición contra Ucrania.
Otro país donde HRW denunció el empleo de esta munición en diferentes bombardeos fue en Siria por parte del régimen del presidente sirio, Bachar El Asad, tras el estallido de la guerra civil, en febrero de 2011. En este contexto, y durante el desarrollo de esta contienda, el Pentágono acusó también a Rusia en 2015 de utilizarlas, algo que Moscú negó.
Prohibidas en más de un centenar de países
Para luchar contra su uso, venta y producción, en febrero de 2007, 46 países iniciaron un proceso de cooperación en Oslo, la capital de Noruega, en la que se discutieron medidas de cuidado y limpieza de zonas contaminadas y destrucción de reservas de esas bombas.
Al llamado Proceso de Oslo para avanzar en la prohibición de armas, le siguió la Conferencia que se celebró en Viena en diciembre de 2007, que concluyó con un acuerdo entre 138 países para asistir a las víctimas y destruir arsenales.
En febrero de 2008, 88 países de los más de 120 que participaron en la Conferencia sobre bombas de racimo celebrada en Nueva Zelanda firmaron la llamada Declaración de Wellington, a favor de prohibir este tipo de armas. Estados Unidos, Israel, Rusia, China, India y Pakistán, los principales productores de estas bombas, no acudieron a la conferencia de Wellington.
El 28 de mayo de 2008 se aprobó en Dublín la Convención Internacional que prohíbe el uso, fabricación y almacenamiento de este tipo de bombas, aunque sin la participación de los países que se oponen a la prohibición.
Desde la entrada en vigencia del acuerdo, firmado en Oslo el 1 de agosto de 2010, se sumaron 111 países, de los que 83 lo han ratificado, entre ellos España, Alemania, Francia, Reino Unido, Chile, Ecuador, México y Uruguay. En tanto, los principales productores de bombas de racimo, como Estados Unidos, Rusia y China, no forman parte de la convención.
El último informe de HRW referido a 2022, refleja que desde la adopción de la convención, los Estados Partes destruyeron colectivamente el 99% de las reservas mundiales totales de bombas de racimo que declararon -casi 1,5 millones de municiones en racimo y 178 millones de submuniciones-.
Como impulsora de estas reuniones actúa la Coalición contra las Bombas de Racimo (CMC, en sus siglas en inglés), que está formada por varias ONG y movimientos civiles de más de 50 países. En la actualidad, más de 30 países fabrican estos explosivos, que se venden a unas 70 naciones.
Con información de la agencia EFE.