En el marco del ciclo de unipersonales Una, protagonizado por mujeres con obras provenientes de Buenos Aires, Gualeguay, Paraná y Rosario, Centro Cultural Parque de España presenta esta noche Antígona la necia –a las 20.30 en el Túnel 4 (Sarmiento y el río)–, producción de Grupo Teatro del Bardo de Paraná, con dramaturgia y actuación de Valeria Folini y dirección de Walter Arosteguy.

Basada en Antígona de Sófocles, la obra que protagoniza Folini tiene un recorrido de varios años, durante el cual el eco que suscita dice de maneras diferentes. “Aquella Valeria que eligió hacer Antígona tenía 27 años y ahora 52, las motivaciones que tuve ya no son las mismas. Lo que nos parece interesante es cómo las preguntas de la obra y las problematizaciones que nos propone se resignifican, porque lamentablemente, nuestras sociedades no terminan de resolver las complejidades de vivir en democracia. Cuando empecé a hacer Antígona, fue una cuestión de rebeldía personal, me sentí identificada con esta casi niña que se enfrenta al poder; tenía resonancia conmigo y mi historia. Pero nunca lo pensé desde el punto de vista político, y ni siquiera me consideraba feminista en ese momento. A partir de la pregunta sobre de dónde emana la ley y porqué obedecemos mandatos externos a nuestros deseos, empecé la adaptación de esta tragedia. Pero en 25 años pasaron muchísimas cosas, desde la Ley de Obediencia Debida a la bajada de los cuadros de Kirchner (en la ex ESMA), que fueron dando otros contextos y significaciones”, explica Valeria Folini a Rosario/12.

“La última puesta, que es la que van a ver en Rosario, es de 2017 y es una versión en donde hay mucha injerencia por parte de la mirada y pensamiento de Walter Arosteguy, el director, porque necesitábamos dejar de lado un poco la metáfora para, como él dice, preguntarnos más directamente; es decir, por qué tenemos que obedecer y a quién obedecemos. A partir de eso, la puesta se resignificó, aparecieron otros personajes, y si bien los textos que digo son más o menos los mismos, la forma en que están entrelazados permite abrir otros significados y horadar un poco más los sentidos de la obra”, continúa la actriz.

-En una de las fotos de promoción estás con vestuario militar.

-El gorro que uso es del ejército argentino; sin metáforas, como te decía (risas).

-Siendo Antígona, pienso en la cualidad de todo mito: siempre tendrán algo para decir sobre la época que los elija.

-Por ejemplo, en 2017 pasó lo de Santiago Maldonado, y mucha gente nos preguntó si habíamos armado la puesta por este motivo, pero no había sido así; si bien, obviamente, era algo que nos resonaba en las funciones. Por otro lado, la obra se llama Antígona la necia, y ese epíteto está puesto porque nos permite pensar que toda esa virtud que le vemos a Antígona, la de ir contra el poder, rebelarse y seguir sus instintos y deseos, también es una necedad. Si uno lo mira desde otro punto de vista, podemos salir un poco de esto de que todos deberíamos ser Antígona y dar nuestra vida. La verdad que no sé si pensamos eso escénicamente. A mí, lo que me pasa con Antígona es que a veces pienso que estuvo buenísimo lo que hizo y que era lo único que podía hacer; y otras veces pienso que podría haber pensado otra solución y salido por arriba del laberinto, aceptando algunas de las condiciones de Creonte. Su presencia viva en la sociedad sería más fructífera que esta muerte simbólica. Esas problematizaciones me las despierta todavía el material y es por eso que me provoca a seguir haciéndolo.

-Con tantos años haciendo la obra, creo que hacer un unipersonal es algo que disfrutás.

-La verdad que me encanta (risas). Tengo épocas en donde a veces me angustia un poco la soledad en escena, pero no el material, que es muy abierto y admite también el absurdo y la comedia. Pero a veces me conflictúa un poco estar sola en el escenario, porque es una energía que uno tiene que poner en funcionamiento exclusivamente sola y no hay de dónde retrotraer energía. Últimamente está sucediendo algo muy potente y estoy disfrutando mucho, porque estoy encontrando una forma de relacionarme con el público, que todo el tiempo me da más material para seguir produciendo. Cada función es un poco un foro, muchas veces los espectadores opinan y se arman cosas interesantes, que exceden lo estético teatral y sucede un acontecimiento de comunicación pública, donde cada uno de los que se sienten interpelados puede decir, o escuchar lo que otros tienen para decir. Para nosotros, la obediencia tiene que ver con la idea de estado y qué estado imaginamos, y para mí tiene mucho que ver con la idea de democracia y representatividad, que creo es lo que está eclosionando. ¿Por qué a alguien le damos todo el poder sobre nuestras vidas con un voto, y dejamos que nos traicione sin hacer nada? Tenemos que pensar en la democracia y deconstruirla porque, claramente, no nos está sirviendo así como funciona.