La memoria perdió un eslabón fundamental: falleció Moisés Borowicz, quien sobrevivió al horror del Holocausto y paso por siete campos de concentración nazi, donde conoció el odio más profundo de la naturaleza humana. Tenía 96 años.
Borowicz enfrentó miles de espantos. Fue un fiel luchador contra el olvido. Él creía que a eso le debía su vida y repetía que un poder superior le había dado la chance de seguir con vida para que pudiera relatar su historia.
"Toda mi historia está marcada por la suerte. Creo que mi destino era vivir", sostuvo en una nota que le hizo Página/12 en 2013.
Moisés nació en un pequeño pueblo de Polonia, llamado Sokoly. Su familia estaba compuesta por sus padres -Nochim Borowicz y Chana Rachelsky- y sus dos hermanos, David y Yehuda Borowicz. Tuvo una infancia tranquila hasta los 12 años, cuando Alemania ocupó Polonia.
"Un día salí a hacer mis necesidades detrás de un árbol y vi de lejos que venían los nazis con un montón de campesinos, entonces fui al búnker a avisarle a mi familia. Empezamos a correr, pero nos rodearon", recordó en aquella entrevista.
"Un alemán levantó el fusil y disparó contra un árbol y cayó un pájaro. Luego, la miró a mi madre y le preguntó si yo era su hijo y dijo: 'Este muchacho tiene destino de vivir porque cuando él se escapaba yo lo quería matar y se me trabó el fusil y ahora, para el pájaro, la bala salió'. Esa fue como una premonición, porque a toda mi familia la mataron y yo me salvé, sobreviví, para contar mi historia", le contó.
Fueron llevados al gueto de Bialystock, donde los dividieron: por un lado, quedaron sus padres y por otro, él con sus dos hermanos. "Cuando nos cargaron en el tren a los que servimos para trabajar, nos pusieron en los vagones delanteros y a las personas mayores, mujeres y niños en los traseros. Cuando pasamos por el campo de concentración Treblinka, desengancharon los vagones traseros. Ahí entraron mis padres, donde los gasearon y los quemaron porque nadie salía vivo de ahí. El tren siguió andando y muchos empezaron a abrir las puertas para tirarse. Cuando uno se lanzaba se escuchaba el tiroteo de armas automáticas porque detrás de cada vagón venía un guardia con un fusil. Uno de los primeros que se tiró fue mi hermano mayor, de quien nunca supe más nada", detalló el horror vivido.
Él y su otro hermano terminaron en el campo de concentración Majdanek y luego a Blyzin, donde enfrentaron una epidemia de tifus."Trabajamos un tiempo ahí como talabarteros y un día estalló la epidemia de tifus y se enfermó mi hermano. Lo llevaron a un lugar que dijeron era un hospital, pero solo lo tiraron a una barraca en el piso. Todos los días le llevaba su porción de pan, que tenía más aserrín que harina, y un poco de agua negra que decían era café. Hasta que encontré a mi hermano muerto. Ahí ya me quedé solo. Después de un tiempo pesqué también la epidemia, me tiraron ahí en la barraca y como dijo aquel, sobreviví, otra vez me salvé y volví a trabajar", contó.
Luego, Moisés estuvo en el campo Plaszow hasta que lo trasladaron a Austria, donde pasó por Wieliczka, Mauthausen, Melk y Ebensee de donde fue liberado por los Aliados el 6 de mayo de 1945.
Borowicz llegó a la Argentina en 1947. Se casó y enviudó dos veces. Tuvo tres hijos varones que le dieron nueve nietos. "Nunca quise volver a Polonia porque tenía muy malos recuerdos de allá, de lo que pasé y de los habitantes. Yo tenía un montón de amigos no judíos que cuando Hitler subió al poder, se dieron vuelta completamente y me insultaban. Pero ahora, en los últimos años que me quedan, quiero regresar y ver si existe mi casa y cómo está mi pueblo y la gente", se ilusionó Borowicz.
Y volvió, en 2013. Cumplió su último deseo.