“Esto es una prueba. Si algo le resulta inconexo o tiene la sensación de que no se entiende, probablemente esté en lo correcto. No es su culpa. Relájese”. Eso se anuncia al inicio de Parlamento, la nueva criatura escénica de Piel de Lava (Pilar Gamboa, Elisa Carricajo, Laura Paredes y Valeria Correa) junto a Federico Zypce a cargo del diseño sonoro y la composición musical. Es importante tenerlo en cuenta, porque muchas veces se demandan espectáculos cerrados en el sentido más convencional, y no es el caso. Como toda prueba, tiene momentos muy sólidos y también derivas, pero es interesante acercarse a una obra en la que sus creadoras cambian cosas todo el tiempo: valorar los procesos antes que los resultados es una buena premisa en el campo artístico y en la vida.
El primer elemento llamativo es el espacio: las funciones son en Arthaus Central (Bartolomé Mitre 434), un lugar que está por fuera de la “zona fuerte” de los teatros, a una cuadra de Plaza de Mayo, en plena City porteña. Las integrantes del grupo fueron invitadas para hacer una residencia y exhibir esa criatura mutante al público. Arthaus fue antes un banco y su dueño, Andrés Buhar, es un desarrollador inmobiliario, pianista y compositor interesado en expresiones artísticas contemporáneas que apuesta a construir no sólo un centro de exhibición sino también de producción e investigación.
“La propuesta de la residencia llegó en un momento ideal: teníamos muchas ganas de meternos en otro proceso y sabíamos que iba a ser difícil arrancar con un nuevo trabajo después de Petróleo", comentan las creadoras a Página/12. "La propuesta de Arthaus nos acercó al laboratorio, a investigar un universo que nos interesara sin estar tan pendientes del resultado. Nos volvió a meter hacia adentro del grupo, descubrir nuevos procedimientos y reforzar otros”. Piel de Lava cuenta que fueron dos meses intensos trabajando sobre parlamentos y discursos políticos contemporáneos: miraban material, probaban y escribían bajo la premisa de poner de manifiesto ese proceso. “No hay muchos lugares para las artes escénicas que privilegien la idea de proceso y búsqueda de lenguaje. Nosotras tuvimos la suerte de hacer la residencia en el Teatro Sarmiento, curado por Vivi Tellas, y estamos seguras de que Petróleo pudo existir gracias a ese espacio que nos permitió visitar todas nuestras obras y afianzar nuestro lenguaje. Realmente fuimos muy privilegiadas”.
Las características no convencionales del espacio potencian los sentidos de la puesta. Parlamento es una reflexión sobre los discursos políticos contemporáneos desde las artes escénicas, la performance y la música. Si en su última creación (Petróleo) echaban mano de la corporalidad, las voces y los gestos masculinos, con vestuarios holgados en tonos terrosos que enmarcaban a los personajes en el universo del trabajo petrolífero, aquí estallan los colores en los trajecitos formales que usan las diputadas (fucsia, rojo, naranja, rosa, mostaza) y en el de los cromas o “verdecitos” (como los Brownies de Stevenson que sólo él podía ver), esas criaturas anónimas, obreras y sin rostro que ayudan a que todo se “vea bien” en los spots publicitarios.
Cuando se les consulta por las ventajas y los riesgos a la hora de la exhibición, dicen que hay cambios radicales y otros más bien imperceptibles. Semana a semana chequean cómo funcionan sus apuestas y suelen quedarse hablando con el público en Arthaus o a través de las redes: “Nos interesa que opinen sobre lo que vieron. Las ventajas son muchas. Las obras siempre terminan de entenderse con el público y, en este caso, tenemos a favor que Parlamento está enmarcada en un concepto de residencia. Igual, más allá de ser un trabajo en proceso, estamos conformes con lo que estamos mostrando y trabajamos mucho para llegar a la forma que hoy tiene. El riesgo sería que el público se quedara con la sensación de estar frente a algo inacabado o todavía muy poco desplegado, pero por suerte no es lo que recibimos. Hay un público entusiasmado con la propuesta que acompaña con interés la investigación, y nuestras pruebas siempre se tornan un poco festivas”.
En esta escena distópica, el Parlamento (una ensalada de frutas que intenta representar a todas las naciones) se ha retirado a debatir en la órbita del planeta Tierra; abajo, mientras tanto, todo está on fire. Los edificios públicos arden y reina el caos, hay niños asesinos y todos se han rebelado contra la autoridad. Las diputadas hablan el mismo idioma pero con diversas variantes: la Presidenta (Gamboa) en español, Morales (Paredes) con un canto cubano, Da Cunha (Correa) en portugués y Messina (Carricajo) con giros italianos. Buena parte de los intercambios en el recinto parece un reflejo de lo que ocurre abajo: el puro caos, la permanente disonancia.
En relación al origen de esta exploración, recuerdan que se sintieron atraídas por el fenómeno mundial de mujeres políticas embanderadas con discursos antiderechos. “Veíamos en ellas un empoderamiento que sentíamos que provenía de los movimientos feministas pero que les servía para llevar adelante discursos antigénero. Casi un ejercicio de actuación disociada clase 1. De ese interés surgió un trabajo de investigación junto a Rodrigo González Garillo, escenógrafo y vestuarista”. Empezaron a ver videos de parlamentos y figuras de la política actual –especialmente de las nuevas derechas– y fueron abandonando lo específico del género para ampliar la mirada. “La derechización de las agendas políticas y el crecimiento de lo performático como estrategia discursiva empezaron a ser nuestro centro de investigación. Pero ese trabajo de puesta en escena (que es fascinante) ya está hecho, podemos verlo en YouTube. Entonces nos convocó con fuerza la ficción, esta idea de extremar algunos procedimientos. ¿Hasta dónde podrían llegar estos procesos? ¿Cuánto más se pueden forzar los sentidos de palabras como democracia? ¿Dónde está el humor, la farsa, el quiebre del discurso? ¿Hasta qué punto se pueden sostener estas estrategias? ¿En una nave espacial? ¿Con un Parlamento en órbita mientras abajo todo se prende fuego?”.
Las dinámicas parlamentarias son por naturaleza performáticas. Hay una batería de acciones que enriquecen la exploración escénica: hacer uso de la palabra, llamar al orden, presentar decretos, pedir un cuarto intermedio, jurar, debatir, interrumpir, votar. El talento de las actrices hace que Parlamento sea un delirio con matices y ritmos dignos de ver, con el absurdo siempre en el centro de la escena. Zypce le agrega su propia energía al grupo, tanto desde la consola (hay musiquita funcional durante las transmisiones, himnos protocolares, música épica para los spots o “aplausillos” grabados para cerrar algunas intervenciones) como en escena: el ingreso de la bandera de ceremonias, la comunicación clandestina con su madre en Tierra o el final, del que no se dirá nada pero que invita a linkear a YouTube después.
Las artistas aseguran que con Zypce comparten el trabajo desde la etapa inicial, él es testigo y partícipe activo de un proceso que siempre es colectivo. “Con todo el equipo trabajamos igual, se suman a nuestro ritmo frenético de no tener una obra previa escrita a montar; la vamos encontrando en los ensayos. En este caso, Zypce nos trajo algunas propuestas que fueron bastante fundantes de la obra y nosotras fuimos pidiendo otras para probar mientras adivinábamos el destino del trabajo. Desde que nos llegó la propuesta quisimos experimentar con lo sonoro y aprovechar el espacio que pide (y permite) otras reglas de juego. Tuvimos algunos encuentros con Bárbara Togander que nos ayudaron a imaginar en esa dirección y a explorar la cualidad sonora de nuestra grupalidad. Zypce es un performer ideal para ese tipo de prueba, porque trabaja en ese campo pero siempre desde el humor. La sensación es que compartimos un código previo, un gusto en general por el teatro y una mirada del mundo. Y es una nueva aventura trabajar con alguien más en escena”.
Ese Parlamento podría ser también un set de televisión y ellas las panelistas de un programa de chimentos. O, peor aún, podría ser cualquier Parlamento del mundo: no importa quién habla, tampoco importa si se aborda el tema de la restauración edilicia de los parlamentos o la libertad para portar armas. Lo único que importa es gritar más fuerte y hacerse oír. Un histórico (e histérico) ataque de risa en el Parlamento de Andalucía en 1994 iniciado por una diputada y seguido por todos los miembros del recinto que obligó a la suspensión de sesiones; los gritos virales de “ordeeeeer” a cargo de John Berkow, el speaker del Parlamento británico, que dieron la vuelta al mundo; el “fin de la cita” de Mariano Rajoy en el Parlamento español que fue trending topic o, sin ir más lejos, los dobles en Zoom o el “diputeta” en el Congreso argentino en pandemia.
Esos bloopers podrían ser un sketch de Monty Python pero forman parte de la vida real. Parlamento no está lejos de ese espíritu. “Yo no estoy aquí para debatir, yo estoy aquí para trabajar”, subraya una y otra vez la Presidenta. La pluralidad, la capacidad de escucha y el interés colectivo parecen simples fachadas para ocultar el odio, la mezquindad, los intereses individuales. Las diputadas de este Parlamento ya no tienen ningún lazo con la gente de “abajo”, están suspendidas en el aire, totalmente desconectadas de la realidad; no se sabe si en Tierra alguien mira las transmisiones o escucha los debates de la órbita; probablemente no. Cualquier semejanza con la realidad…
* Parlamento puede verse de jueves a domingos a las 20.30 en Arthaus Central (Bartolomé Mitre 434). Entradas disponibles por Alternativa Teatral.