El 9 de julio de 1816 es una de las fechas claves en la historia de Argentina, ya que se celebra el día de la independencia, un proceso que se consolidó con dificultades. Fue "un compromiso de que ya no había vuelta atrás" y que lo que se había iniciado en 1810 no era más provisorio. "Además, rompe los vínculos políticos con España y cualquier nación extranjera", resaltó Ana Wilde, licenciada en Historia e investigadora del Instituto de Estudios Críticos en Humanidades de la Universidad Nacional de Rosario y del Conicet, como así también del Instituto de Investigaciones Históricas Dr. Ramón Leoni Pinto de la Universidad Nacional de Tucumán.
A la revolución de mayo de 1810 siempre se le dio más relevancia en distintos ámbitos, como los actos escolares, y muchas veces se confunde con lo que sucedió en julio de 1816. "Les sucede esto a muchos países latinoamericanos que cuentan con doble efemérides en relación a la gesta de independencia. Generalmente existe una fecha cuando inicia el proceso de revolución, en el que primero buscaba una autonomía, y luego está la independencia propiamente dicha. Muchas veces se hace una simplificación tan grande y esto hace que se confunda el sentido del 25 de mayo con el del 9 de julio", explicó la especialista y agregó: "En el 25 de mayo, la independencia no era una alternativa muy difundida ni muy querida por muchos. La oportunidad histórica de que el Rey de España fuera capturado por los franceses provocó que se buscara resolver una serie de malestares que existían en cuanto a la centralidad del gobierno español y se impulsara la idea de autonomía. Ese era el principal horizonte".
Dejar atrás la colonia
Quienes ejercieron el poder de España mientras el rey Fernando VII estuvo inactivo, lanzaron una Constitución que trataba a los pueblos americanos como una colonia, algo totalmente inaceptable para los revolucionarios y que provocó una radicalización entre 1810 y 1816. "Ya no se peleó por una mayor autonomía sino que directamente por la independencia. En la Asamblea de 1813 había un sector que impulsaba fuertemente esto, pero no estaban yendo las cosas bien en la guerra, por lo que se creía que no era el momento para hacerlo".
Wilde explicó que el concepto de independencia se puede analizar en dos planos distintos: uno hacia el interior, donde debe existir un amplio consenso interno, y otro hacia el exterior, con un contexto que favorezca esa decisión. "Hacia 1814, quienes rodeaban al Río de la Plata estaban a favor de que siga la monarquía, y la única república moderna, Estados Unidos, estaba aislada comercialmente y políticamente del mundo, por lo que no había muchas alternativas positivas para declarar la independencia en ese momento", describió y agregó: "En ese punto había grandes cuestiones en debate: realizar un acuerdo con la monarquía española, pidiéndole a otra potencia externa un protectorado, construir una república, o una monarquía constitucional independiente".
Con un escenario externo muy complejo, y con una unión interna que perdía fuerza, pensar en la independencia parecía un sueño sin posibilidades de materializarse. "Ni siquiera se podía mantener el bastión insurgente, por ejemplo, Paraguay había declarado que no seguía a las autoridades de España ni a Buenos Aires, que era la capital del Virreinato del Río de la Plata. Por otro lado, en la Banda Oriental, José Artigas había tenido una campaña resistente contra los partidarios del gobierno español, aunque su ciudad principal, Montevideo, estaba ocupada por estos últimos. El Alto Perú había sido tomado por el ejército de Lima. Había mucha desunión y un panorama poco claro".
Unirse o ser devorados
En este contexto, se convoca el Congreso de 1816, ya que los intentos de organización anteriores no habían resuelto los grandes interrogantes que había desatado la revolución. "No había declaración de independencia, como así tampoco, ninguna Constitución que organice el territorio. Los congresos previos se habían realizado en Buenos Aires, y las provincias que habían enviado sistemáticamente representantes a esos espacios no los habían podido mantener en el tiempo, por lo que se había concentrado el poder en el director, que era el ejecutivo en ese momento. Otra crítica era que esa concentración de poder había provocado que no se atendieran las demandas de los pueblos, ni representativas ni políticas".
La guerra se estaba llevando en tres grandes frentes: en Mendoza donde San Martín estaba preparando el ejército de los Andes, en la Banda Oriental, y en el norte donde se habían hecho dos campañas que fracasaron en el Alto Perú. "Esos tres escenarios bélicos estaban copando y desgastando tanto la unidad como los recursos humanos y económicos de la región rioplatense. En ese momento Carlos María de Alvear, que ejercía el directorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, tomó una decisión para desestabilizar a Artigas, quién junto a los pueblos del litoral estaban en su contra porque querían plantear una forma de gobierno más confederal, con mayor autonomía territorial, y es así que los envía tropas a Santa Fe para derrotar a la liga de pueblos libres. El ejército se rebeló contra ese mandato y derrocó a Alvear, por lo que en 1815 estos territorios se quedaron sin ninguna autoridad".
Rumbo a Tucumán
El cabildo de Buenos Aires, ante esta situación, hace la convocatoria a un nuevo congreso, y para generar unidad, se elige como sede a Tucumán. Esta elección no fue casual, ya que Tucumán era una de las pocas ciudades cuyas autoridades locales aún conservaban buenas relaciones con Buenos Aires y resultaba confiable al resto de las jurisdicciones por ser asiento de uno de los Ejércitos de la Revolución. Posiblemente por ello, Córdoba decidió finalmente participar del Congreso; aunque las provincias leales a Artigas no asistieron.
"Corría el rumor de que Fernando VII estaba juntando fuerzas para enviar a América, por lo que organizarse era una cuestión primordial. La situación era clara: se iba por todo o se corría el riesgo de volver a un régimen absolutista. Así se produce el Congreso de Tucumán, un lugar elegido para alejar los fantasmas del centralismo porteño, y base del Ejército del Norte. Además, allí se encontraba José Rondeau, figura política que en ese momento reunía mayor consenso", explicó la historiadora que también forma parte del Programa de Investigación y Extensión Universitaria «Argentina 200 años» de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR.
Estaba claro que no había más alternativa que la independencia frente a España y frente al resto del mundo, porque de otro modo, la lucha por los derechos de estos pueblos no tenía legitimidad tras la restauración del rey en España. Por tanto, en la sesión ordinaria del 9 de julio de 1816, los diputados unánimemente votaron por la independencia de estas Provincias respecto de España y de toda otra dominación extranjera. "Es muy interesante la declaración porque no dice que pueblos son los independientes. Eso da cuenta del marco de incertidumbre territorial que había, pero sí se resalta el acuerdo en que ese Congreso y su autoridad ejecutiva, el cual fue Juan Martín de Pueyrredón, se comprometen a activar la guerra y que en esa declaración se vayan incorporando todos los pueblos que sean liberados por esos ejércitos".
Sin influencia extranjera
Wilde resaltó que la declaración de la independencia "rompe los vínculos políticos con España y cualquier nación extranjera. Alvear en su momento, había hecho tratativas para un posible protectorado inglés, y muchas misiones diplomáticas que salieron durante un tiempo para ver que se podía conseguir, habían barajado la posibilidad de nombrar a Carlota Juaquina, esposa del Rey de Portugal y hermana de Fernando VII, como regente. Estaban todas estas cuestiones sobre la mesa, incluso Belgrano presentó el proyecto de una monarquía incaica, que contó con el amplio apoyo de San Martín y Güemes. Con este histórico hecho, lo que ya no estaba en discusión es que íbamos a ser independientes, lo que le da un nuevo impulso a la guerra: Pueyrredón dota de recursos a San Martín para cruzar los Andes y refuerza el Ejército del Norte para que recupere las zonas de Salta y Jujuy".
El tercer objetivo, el de construir una Constitución nacional, es el que no pudo materializarse con rapidez. "Estos debates, que van desde la forma de gobierno hasta el republicanismo, se dan entre 1816 y 1819. Un año después de la declaración, el Congreso vuelve a mudarse a Buenos Aires, ya que al estar Tucumán tan cerca del frente de batalla, no había recursos que garanticen la seguridad de los congresistas. Al irse a Buenos Aires, se repitió la historia: la organización fue cada vez más centralizadora y cuando se tuvo listo el texto constitucional, la unidad se había vuelto a romper".
Curiosamente, Tucumán fue la primera en romper con el nuevo orden establecido por el Congreso, del cual había sido anfitrión. A partir de 1820, los pueblos rioplatenses se encontraron independientes pero sin unión ni Constitución, y se enfrentaron al desafío de gestionar un legado revolucionario complejo desde el punto de vista político.