El jueves 29 de junio, Joaquín Speroni fue a su escuela, la Ipem Nº 278 «Malvinas Argentinas», de Laboulaye, provincia de Córdoba, y en algún momento de la jornada salió con un amigo de la institución. Su bicicleta y su mochila quedaron en la escuela. Nunca volvió a buscarlas. Joaquin estuvo desaparecido durante días hasta que el domingo 2 de julio encontraron su cuerpo, asesinado a golpes, a unos cien metros de la escuela. El amigo fue detenido como supuesto culpable de la agresión y fue trasladado a un centro de diagnóstico para la realización de estudios. Joaquín tenía catorce años, su amigo tiene trece. El caso deja sin palabras, como dijo el padre de Joaquin, no solo por el horror del hecho y la edad de los protagonistas sino porque eran amigos desde muy chicos. En la búsqueda de entender lo que pasó en este caso de excepción, especialistas ayudan a pensarlo y especialmente a entender cómo se tramitan en la adolescencia los conflictos típicos de la edad.

En estos días, Mariela Flores, la mamá del fallecido, afirmó que el adolescente acusado “es un psicópata”. “Era amigo de toda la vida de Joaquín, hicieron la primaria juntos, cumpleaños. Como familia íbamos al campo de ellos. No había nada que nos llamara la atención", contó la madre de Joaquín, en diálogo con Radio Continental. Pero además dijo tener el "presentimiento” de que el autor del crimen “no fue solo él” (el amigo de Joaquín) y que “puede haber alguien más” involucrado en el crimen. En ese sentido, pidió que "se investigue más, que haya imágenes desde que salió de la casa hasta que llegó a la escuela y hasta el momento del crimen, todo”. La investigación intenta descifrar cuál fue el motivo que llevó al chico de 13 años a asesinar a su amigo y también si hubo otros partícipes en el delito.

Aunque sea difícil hablar de un caso del que todavía no se conocen los detalles, podemos intentar reflexionar sobre lo que nos permite pensar acerca de cómo se tramita la adolescencia hoy y cómo enmarcar un hecho como este en un entramado social e histórico. En ese sentido, Andrea Edith Homene, psicoanalista y perito del Poder Judicial de la Provincia de Buenos Aires, dijo que “todos los hechos que acontecen en una sociedad se enmarcan en un contexto histórico” y que “la adolescencia es siempre un período atravesado por profundos cambios subjetivos, los que se van produciendo no sin padecimientos, no sin malestares o angustias. El abandono de las identificaciones de la infancia y la consolidación de otras nuevas hacen que ese período que en algún aspecto es hermoso, pleno de fantasías y proyectos , a la vez sea un momento de gran exigencia para el psiquismo”. Por su parte el psicoanalista y doctor en Psicología por la Universidad de Buenos Aires, Sergio Zabalza, explicó que “durante la pubertad, un chico o una chica dedica buena parte de su energía, lo sepa o no, a conformar una nueva imagen corporal. No hay otra forma de armarse un cuerpo que no sea a través de la identificación con algún modelo. La psique se encarga, vía metafórica, de traducir los rasgos elegidos en puntales de la nueva imagen que, con mayor o menor eficacia, brindarán soporte a ese adulto por venir que, en definitiva, es un adolescente. Pueden ser gafas, tatuajes, o bíceps poderosos, da igual. Lo importante es la función de identificación que amalgama la singularidad del sujeto con las coordenadas que constituyen un colectivo. Tramitación que, por cierto, no es sin avatares ni tropiezos. Esta identificación puede originar, cual espejo, una fuerte atracción y al mismo tiempo un intenso rechazo cuando el otro alberga los aspectos rechazados del propio sujeto”.

En esa línea, una de las hipótesis que trascendieron es que el chico que lo mató podría estar enamorado de su amigo. ¿Puede un afecto como este llevar al asesinato? Según Zabalza, sí. “Es que a veces los modelos son tan exigentes, los rasgos tan inalcanzables y los mandatos tan imposibles, que el desenlace obligado no es otro que la frustración, la estereotipia o la inhibición --se explayó--. Allí sobreviene la violencia. Por ejemplo: si no se puede acceder al partenaire entronizado por un arbitrario modelo estético, se golpea entonces a aquel o aquella cuyo semblante no coincide con la imagen por todos aceptada. En este caso opera una identificación por idealización con el objeto admirado. Sin embargo, es posible encontrar una motivación aún más decisiva, certera y audaz. ¿Por qué no pensar que la agresión deviene como consecuencia de sentirse atraído por un compañero o compañera cuyo semblante no se condice con la estereotipia que el grupo de pares impone? En ambos casos lo que prima es el horror a la diferencia, solo que en el segundo se destaca el drama que supone poner en juego la propia singularidad dentro del grupo de pares”.

Homene, en cambio, opinó que le parece “un exceso y una violacion a la intimidad de un niño expedirse sobre ello. El enamoramiento en sí mismo no lleva a pasajes al acto homicidas, se trata de otras cuestiones, tales como un desenfreno pulsional que no encuentra tope alguno”. La experta recordó que se trata de un hecho excepcional: “La frecuencia de la participación de niños en actos homicidas es realmente poca. A veces los medios instalan lo contrario, como una forma de influir en la opinión pública a favor de modelos punitivos”.

Entendiendo que se trata de casos excepcionales, entonces, ¿qué es lo que puede llevar a un chico a actuar así? “Jacques Lacan supo destacar la necesidad de aprobación que el niño experimenta cuando, a los pocos meses de vida, descubre su imagen en el espejo. Me animo a formular que, para un púber, aquí es donde la brecha puede hacerse desgarro. Así como existe un desencuentro entre la imagen anticipada que el niño registra en el espejo y su efectivo desarrollo motor, de la misma forma la imagen que el semejante le devuelve al adolescente puede seducir, fascinar o producir un marcado rechazo. Los coscorrones con que un niño aprende a caminar pueden transformarse en dramáticos avatares durante la adolescencia”, apuntó Zabalza.

Sobre este caso en particular, Homene señaló que resta mucho por investigar para saber lo que pude haber pasado y advirtió que “lo que el niño pudo haber dicho carece de toda validez legal, jamás debió estar frente a ninguna autoridad policial y mucho menos 'tomársele declaración' como dicen que han hecho. Esto viola todos los derechos que debieron ser protegidos por su condición de menor no punible. Si se demostrara su participación en el hecho, solo un exhaustivo análisis de su subjetividad podría arrojar luz sobre las motivaciones del hecho”.

Por otro lado, hay informaciones cruzadas en relación a que el chico asesinado sufría bullying por parte de compañeros de la escuela. Respecto de eso vale la pena preguntarse si puede el bullying llevar a este tipo de acciones y si se puede establecer relaciones causales que lleven a un crimen de esa magnitud. Nuevamente en este caso Homene insistió con que “primero hay que saber fehacientemente si el niño fue el autor del hecho, luego, cuáles eran las circunstancias que podría haber padecido. Nunca hay una relación causal entre una cosa y otra.” Más allá del caso, Zabalza reflexionó sobre esta posibilidad y dijo que sí puede, ya que “el bullying es el acoso que sufre una persona en el ámbito laboral, educativo o familiar” y “consiste en un hostigamiento que supone no solo violencia física o verbal, sino toda manipulación o abuso de poder que redunde en la discriminación, denigración, exclusión, o cualquier otro daño u ofensa moral que atente contra los derechos humanos y la dignidad de una persona”.

Finalmente este diario preguntó a les especialistas si es posible prevenir este tipo de crímenes y de qué manera podría hacerse. Para Zabalza, sí es posible con el compromiso de los mayores. “Para eso los adultos deben revisar sus propios problemas para incluirse en los grupos y desde ya, sus problemas para establecer relaciones donde prime lo amoroso por sobre la agresión. Se trata de un compromiso personal e institucional”. Homene no fue tan contundente en la respuesta. Para ella “es difícil responder acerca de una posible prevención de actos de este tipo”. “Por supuesto --agregó-- que la contención afectiva de los niños y jóvenes, la presencia de sus referentes, la escucha, el acompañamiento en esta etapa tan difícil de sus vidas, resulta de fundamental importancia. Pero a veces muchos hechos solo pueden ser analizados tras su ocurrencia, siendo poco probable que se detecten señales que permitan evitar que sucedan”.