Una femmina, el código de silencio
(Una femmina)
Italia, 2022
Dirección: Francesco Costabile.
Guion: Lirio Abbate, Edoardo De Angelis, Serena Brugnolo, Adriano Chiarelli, Francesco Costabile.
Música: Valero Camporini F.
Fotografía: Giuseppe Maio.
Montaje: Stefano Mariotti.
Intérpretes: Lina Siciliano, Anna Maria De Luca, Fabrizio Ferracane, Simona Malato, Luca Massaro.
Duración: 120 minutos.
Distribución: Mirada.
7 (siete) puntos.
Ópera prima en ficción de su director, Francesco Costabile, Una femmina, el código de silencio recrea y denuncia los modos de la ‘Ndrangheta calabresa. Lo hace a través de una historia pequeña, que ramifica violenta, y elige su atención en una mujer que es síntesis de muchas. En este sentido, hay que destacar que Una femmina basa su argumento en el libro Fimmine ribelli. Come le donne salveranno il paese dalla n'drangheta, del periodista Lirio Abbate, dedicado a historias similares a la que Costabile pone en escena.
Proveniente del cine documental, Costabile cuenta en su haber con un film dedicado a la juventud de Pier Paolo Pasolini -In un futuro aprile-, cuya vida es narrada por su primo, también poeta, Nico Naldini (fallecido en 2020). Con Una femmina, el realizador aborda la ficción, pero sin abandonar -habida cuenta del texto origen- la preocupación social. En este sentido, la mafia no deja de ser parte de un orden social y económico (y es ese orden el que asesinó a Pasolini). Por esto mismo, vale decir que Una femmina interpela al todo social, y lo hace en complicidad fundamental con su primera actriz, Lina Siciliano, en el que es su notable debut cinematográfico, ya que el reconocimiento internacional la ha destacado y premiado en festivales.
Siciliano interpreta a Rosa, la mujer díscola de la familia. Pero hay una historia que acompaña sus modos, y el comienzo del film apenas la esboza. Cuando niña, Rosa ve cómo su madre es maltratada o tal vez asistida por algo que le sucede, quizás un malestar. No está claro. Las imágenes, a su vez, son un tanto borrosas. El tratamiento de éstas por parte de Siciliano las hace difusas, con una profundidad de campo alterada, borroneada. Así como sucede con los recuerdos. Son imágenes de otro tiempo; guardadas en la retina de la memoria, todavía conservan nitidez. Este momento roto, último recuerdo de su madre, hace de ella una mujer taciturna, que recibe comentarios fragmentados sobre quién era su mamá.
La mamá se fue o desapareció; pero las respuestas, tarde o temprano, aparecerán. Y con ellas el plan de venganza. De este modo, Una femmina estructura su argumento de manera dual. En su primer tramo, ubica el devenir de la niña vuelta adulta, su vida cotidiana y trato familiar, con la abuela, tío y primo. Pero su vida transcurre a la manera de una parálisis, en un pueblito del sur que bien podría estar detenido en el tiempo. Una vez descubra la pieza faltante a su rompecabezas mental, la segunda parte del film dará lugar a la pericia con la que Rosa lleve a cabo su cometido, cuando encienda la mecha de las sospechas entre su familia y su rival histórico, otro grupo familiar igual de mafioso.
De acuerdo con la premisa, bien puede distinguirse el modo con el que Costabile pone en escena el tema. El primer tramo del film sobresale desde un registro, si se quiere, más documental. El pueblito asoma histórico, con sus callecitas y construcciones añosas. Tanto es así que no es fácil precisar el momento histórico en el que transcurre la acción. Toda una decisión formal por demás acertada, ya que señala la perpetuidad de ciertas costumbres y prácticas, añadidas a una argamasa en cuyos interiores vivieron generaciones. La mafia, en síntesis, surge como parte constitutiva de ese todo corrupto. La otra decisión notable es la delineación de un pueblo que -a excepción del festejo donde Rosa comparte miradas con su enamorado- aparece vacío. Como si fuese el gran escenario de unos pocos personajes, afianzados en lugares, se diría, milenarios por heredados. Viejas prácticas que se actualizan en la forma de legados. En medio de todo esto, Rosa es la disrupción. Su mirada oscura late ominosa.
Luego de retratar lugar y costumbres, el film procede a la puesta en juego de la acción y sus tópicos. Si de enfrentar familias o grupos facinerosos se trata, la referencia -entre otras- siempre es Hammett y Cosecha roja. Es decir, en auxilio del film viene el género narrativo, de tintes noir, con un acaudalado torrente de películas mafiosas en su haber. Aun cuando no lo parezca, Una femmina se inscribe en esta estela y con ella mantiene un diálogo un tanto distante. Es decir, cuando se decide a la acción y sus consecuencias, las juega con mesura, sin despliegue efectista. Ello provoca, y está bien, que no haya una peligrosa fascinación; pero por otra parte, hay un peso un poco molesto en la manera desde la cual se deja en claro lo que se dice. Y lo que “dice” Una femmina, desde ya, es sobre la sujeción y vejación de las mujeres por parte de esta (y cualquiera otra) organización mafiosa, de cuño familiar, para nada alejada del funcionamiento social.
Nada que objetar al respecto, sino que los muchos momentos donde Lina Siciliano actúa su mirada calculada -la postura de su cabeza, la dirección de la mirada, el maquillaje y el vestuario en sintonía-, hacen de la reiteración un subrayado. Y ello suscita que el relato sea un tanto farragoso. Demasiada consciencia sobre el tema a veces desatiende al uso de las formas. Por supuesto que no puede decirse esto del film en su integridad, así como en relación al tránsito que lleva a Rosa de una historia mentida a la verdad. Hay que destacar, también, la tibia aparición de la policía: en el plano final, parece el custodio de una situación que conoce y a la que mira de costado.