Estudiantes de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa) diseñaron y fabricaron juguetes didácticos como tambores, tableros de encastre, una “casita” y hasta un “pata pata”. Los mismos están destinados a niños y niñas de cero a tres años y estimulan la motricidad, la percepción sensorial, la atención y fomentan la actividad grupal. Los desarrollos fueron realizados en el marco de la Licenciatura en Diseño Industrial y fueron donados al jardín maternal que posee la Universidad. Aunque se trata de prototipos que se realizan en el marco de los talleres prácticos de la carrera, podrían sentar un precedente para su futura comercialización o vinculación con las instituciones educativas de la zona.
“Para realizar el trabajo fuimos al jardín y observamos dónde se iban a guardar los juguetes, cómo estaba distribuido el espacio y de qué materiales estaba conformado. Como la mayoría de los niños todavía no habla, tuvimos que prestar atención a cuánto tiempo interactuaban con los distintos juegos y llegamos a la conclusión de que se sentían más atraídos por los estímulos visuales, sonoros y táctiles”, cuentan Victoria Tabernero y Leonardo Arévalo, estudiantes de la UNLa.
Así, el grupo de alumnos descubrió los juegos Montessori (que se desprenden del método elaborado por la educadora María Montessori a principios del siglo XX) que estimulan la autonomía, la imaginación y los sentidos. Este tipo de juguetes suelen ser de madera y cuentan con diferentes colores, sonidos, texturas y formas para que los más chicos puedan desarrollar, entre otras cosas, la motricidad corporal para hacer grandes y pequeños movimientos.
“Fuimos buscando diferentes formas que puedan responder a todo esto y que además sean visualmente atractivas para que les llame la atención la forma”, explican Tabernero y Arévalo. De esta manera, elaboraron varios juegos que a su vez pueden agruparse en uno solo para fomentar el desarrollo de los niños y ocupar el menor espacio posible en la sala.
En los últimos años, la Licenciatura en Diseño Industrial orientó sus prácticas a la resolución de problemas reales propios de los diferentes actores de la comunidad. De este modo, los estudiantes encuentran una motivación extra ya que sus creaciones solucionan diferentes problemas concretos y además aprenden saberes que van por fuera de la carrera.
“Estamos muy contentos con el resultado final porque la respuesta que vimos de los primeros niños que tuvieron contacto con el juguete fue muy buena”, cuentan Nicolás Sardi y Amelia Aragón, alumnos de la carrera. En este sentido, Lautaro Díaz y Andrés Saia, también miembros del equipo, agregan: “Fueron cuatro meses de mucho estrés, de pensar y resolver cosas sobre la marcha, pero la verdad que valió la pena. Ver a los nenes jugar con un producto que nosotros hicimos fue emocionante”.
Si bien no es el objetivo de la materia, el proyecto podría reproducirse a mediana o gran escala. Como parte del trabajo, los estudiantes generaron toda la documentación necesaria: el análisis de los productos, el desarrollo de los planos técnicos y los archivos de fabricación para las maquinarias correspondientes.