“La cámara oscura, el fundamento de la fotografía, es un cubículo estanco y cerrado que, si se le hace un pequeño orificio, la luz que entra se expande en el espacio formando una imagen. La idea central del proyecto Covacha era pensar este funcionamiento de la fotografía como una metáfora de la educación en contextos de encierro, una idea que nos permita pensar el impacto de la formación dentro del sistema penitenciario de la provincia”, afirmó Jerónimo Rivero, comunicador, fotógrafo y profesor de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
En 2015 ideó “Covacha”, un proyecto colectivo y pedagógico que, durante cinco años, acercó la fotografía a mujeres en contexto de encierro del complejo penitenciario de Los Hornos con el fin de narrar en conjunto sus historias. De esta experiencia única, financiada por el Ministerio de Justicia de la provincia de Buenos Aires, recientemente se publicó un libro fotográfico que presenta el resultado de este proyecto y un cortometraje documental que incorpora la voz de las mujeres y su perspectiva sobre la importancia de la formación en las penitenciarías.
Covacha
Jerónimo Rivero se acercó por primera vez a la Unidad Número 8 del complejo penitenciario de Los Hornos en 2015 cuando a través del programa Derecho a la comunicación de la UNLP, empezó a impartir clases en la escuela primaria Evita, la primera escuela inicial para mujeres privadas de la libertad de la provincia de Buenos Aires. Allí trabajó por más de cuatro años dando clases todos los viernes ad honorem para un grupo de mujeres adultas en proceso de alfabetización.
Rivero empezó a llevar al aula una cámara analógica y a tomar una serie de fotografías pensadas y armadas en conjunto con las estudiantes. “Era muy complejo entrar cámaras digitales a la unidad penitenciaria. Es por esto que entraba con analógicas, que para los guardias eran inútiles. Dentro del aula, le poníamos rollo y sacábamos fotos. Era una herramienta pedagógica. Ellas también traían sus imágenes y, entre las fotos que sacábamos y sus fotos, pensábamos la comunicación.”
Con los años esta actividad práctica fue creciendo a partir del entusiasmo de las estudiantes y el apoyo de la por entonces docente y hoy directora de la escuela Evita Susana Canavesi. Juntos hicieron exposiciones dentro del espacio carcelario, articularon las fotos con otros talleres artísticos y realizaron revistas para recopilar y mostrar el trabajo de cada año.
Si bien el proyecto estaba pensado únicamente con fines pedagógicos y sus exposiciones buscaban entusiasmar a otras mujeres de la penitenciaría para que se acerquen a los talleres, en 2019 el proyecto llegó al Ministerio de Justicia. “Alguien se interesó ese año. Ahí nos llamaron del Ministerio y nos propusieron cerrar todo este proceso pedagógico con un proyecto de producción“.
A partir de esta propuesta del Ministerio, que permitía financiar el proyecto y gestionar la logística que implica realizar fotografías y talleres dentro de distintas unidades penitenciarias, Rivero se reunió con otro docente y fotógrafo de la UNLP, Juan Manuel Fiuza. Entre los dos pensaron el Proyecto Covacha, un programa ambicioso que proponía realizar en seis meses dos talleres para mujeres de las Unidades 8 y 33 de Los Hornos. A partir de las fotos y videos de esta experiencia, sumadas a las imágenes tomadas en los años previos, se realizaría un libro y un cortometraje.
“Queríamos que fuera un proyecto colectivo. En la historia de la fotografía penitenciaría siempre hubo dos tipos de paradigmas. Por un lado, el fotógrafo periodista que viene de afuera y registra el espacio penitenciario con un enfoque documental. Por otro, proyectos de tipo etnográficos en los que se le da la herramienta a las alumnas y ellas hacen el trabajo. Nosotros quisimos unir estas dos perspectivas. Teníamos algo para decir, pero queríamos ponerlo en diálogo con ellas”, afirmó.
Para los talleres, convocaron al realizador Juan Manuel Zaldúa y la fotógrafa Célica Veliz, que montaron laboratorios dentro de las penitenciarías y capacitaron a las mujeres de Los Hornos en creación de cámaras estenopeicas, métodos de revelado y técnicas fotográficas. “Fue un trabajo muy arduo. Al final la experiencia, eran tantas las mujeres que querían participar que no entrábamos en el laboratorio. En total, calculamos que participaron doscientas mujeres de las dos unidades”, afirmó Jerónimo.
Toda esta experiencia fue registrada por el realizador y docente de la UNLP Pablo Rabe. El cortometraje buscaba incluir a la dimensión visual del libro, la voz en primera persona de las participantes del Proyecto Covacha. Para esto, realizaron veintitrés entrevistas en las celdas de las mujeres, su cámara oscura, en las que conversaron sobre el valor que tenía para ellas la formación.
Amarilis Malayo fue una de las tantas mujeres que participaron de los talleres. Era vicepresidenta del Centro Universitario Penitenciario. Estuvo privada de su libertad por cinco años y hoy es docente de la unidad 33 de la penitenciaría de Los Hornos. Sobre la experiencia contó que “fue un primer taller que juntó a toda la población carcelaria, sin trabas y de una forma espectacular. Aprendí a hacer una cámara con una cajita y a revelar. La educación es fundamental en el encierro. A veces los nervios te crispan, hay menos paciencia. Estos talleres forman vínculos y permiten pensar que uno puede hacer un montón de cosas que capaz nunca me imaginé haciendo. Esto es muy importante sobre todo en la cárcel donde hay muchas personas que nunca tuvieron posibilidad de formarse”.
Afuera y dentro
Hoy, Proyecto Covacha es un libro de ciento veinte páginas, con fotografías y textos de Ana Cacopardo, Liliana Cabrera y Tristán Basile, y un cortometraje documental de doce minutos de duración. Del libro se hicieron quinientas copias que se repartieron en distintas penitenciarías y bibliotecas de acceso libre del país . El cortometraje se presentó recientemente en el Festival de Cine Latinoamericano de La Plata y es posible ver un trailer en Youtube.
“Llevamos el libro y el cortometraje a la penitenciaría de Los Hornos y fueron las mismas participantes de los talleres las que lo presentaron a más de ciento cincuenta mujeres. A la semana, lo estábamos presentando en Arte x Arte, uno de los espacios de arte más exclusivos de la ciudad. Esto creo que fue muy significativo porque nosotros queríamos abrir el juego, que sea un material con la potencia de circular tanto en los pabellones como en circuitos de arte.” contó Jerónimo Rivero. Por su parte, Amarilis Malayo, que estuvo durante la presentación en la penitenciaría, contó: “Fue muy emotivo. Tenemos muchas compañeras que ya no están, que se quitaron la vida, y poder contar nuestras experiencias fue muy importante. Además, ver el cortometraje y el libro realizados, esa experiencia que vivimos ahí frente a nosotras… no lo podíamos creer.”