Una mala noticia en el llamado mes del orgullo: el gobierno alemán evitó por segunda vez en menos de quince días tratar el proyecto de ley de autodeterminación de género -similar en sus objetivos a la ley de identidad de género argentina de 2012- y por eso se duda de que pueda ser aprobado por el Parlamento antes de fin de año, como habían prometido. O que se pueda aprobar alguna vez, hablando más claro.
En realidad, este último incumplimiento de calendario viene después de una larga serie de demoras e incumplimientos previos, y de varios intentos fallidos para aprobar una ley similar a la ley de identidad de género argentina, y dejar sin efecto la llamada "ley de transexuales", una norma de hace más de 40 años que patologiza y judicializa a las personas trans*.
¿Por qué es tan difícil abordar este tema en Alemania? Al fin y al cabo, este es el país del pionero Magnus Hirschfeld, que ya a principios del siglo XX había logrado que las personas trans pudieran habitar el espacio público de acuerdo a su identidad de género. Pero después vino el horror del nazismo con decenas de miles de víctimas queer enviadas a campos de concentración. Y el párrafo 175 del Código Penal -que había entrado en vigor en 1872 y casi fue derogado en los años 20 a instancias de Hirschfeld, pero después fue endurecido durante la dictadura nazi- castigó con la cárcel hasta 1994 (sí, hasta el 94) el sexo entre hombres.
La jactancia de la diversidad
Sin embargo, no son pocos, especialmente desde el sector privado, que se jactan hoy en día de la creciente "diversidad" en Alemania, aunque muchas veces (la abrumadora mayoría) parece que las personas diversas en cuanto a su identidad de género, las disidencias de género, estén excluidas de este concepto marketinero.
Y esto a pesar de que (o precisamente porque) muchas empresas invierten millones en el llamado “lavado de imagen rosa”, pink washing, en inglés. Párrafo aparte mereció la última vez un grupo de medios que da espacio a comentarios populistas de derecha hostiles hacia las personas trans* y logró, gracias a su billetera abultada, poner un camión con su logo en el desfile oficial del orgullo, un evento mirado con ojos cada vez más escépticos por parte de la comunidad, que prefiere las marchas alternativas.
En este estado de cosas, al que se suma el auge de la ultraderecha batiendo récords en las encuestas y llegando al 20 por ciento de las adhesiones -dos puntos más que el socio mayor de la coalición actual de gobierno, el Partido Socialdemócrata-, y el acoso extremista a marchas del orgullo también en barrios de Berlín como Marzahn, quizá no sea tan difícil de entender que siga en vigor una ley que ya fue declarada inconstitucional en varios de sus pasajes y que obligó a las personas trans* hasta 2011 a esterilizarse si querían vivir de acuerdo a su identidad de género.
Si bien esta regulación fue dejada sin efecto por un fallo del Tribunal Constitucional al igual que la medida que obligaba a las personas trans* a disolver su matrimonio si querían transicionar, todavía sigue vigente la obligación establecida por “la ley de transexuales” de pasar por un cuestionario humillante y degradante que obliga a contarle tu vida sexual a dos peritos (médicos/terapeutas) si querés que te emitan un certificado que te habilite a cambiar tu género registral. “¿Cuándo te apareció el vello púbico?”, es la pregunta más suave, y no por eso menos absurda e hiriente.
Estado patologizante
Estoy decidiendo no contar qué dicen las demás preguntas, que nos ponen en un lugar de abyección total, aun cuando hace años se descartó que nuestra identidad fuera una enfermedad. Incluso eso ya se sabía acá a principios del siglo XX, si nos guiamos por los trabajos del sexólogo alemán Hirschfeld. Pero si el propio Estado alemán te patologiza en un largo proceso legal que cuesta además unos 2000 euros, lo que lo pone fuera del alcance de muchxs, entonces no es nada difícil que te traten de enferma, enferme u enfermo personas u organizaciones que se aprovechan de esta situación. Entonces pasa esto: según el estudio "Out in the Office", las personas trans* están especialmente expuestas al riesgo de pobreza en Alemania. Aproximadamente una cuarta parte de lxs encuestadxs trans* declararon unos ingresos de menos de 1.000 euros (40% en el grupo de personas no binarias). Y las mujeres y los hombres trans sufren discriminación con más frecuencia que la media (87% y 58%, respectivamente) en el mundo laboral, de acuerdo a una encuesta reciente de la consultora Uhlala.
En 2020, según el Ministerio del Interior alemán, se registraron 204 delitos por motivos políticos en el ámbito temático de "identidad de género/ (orientación) sexual", incluidos 40 delitos violentos. En 2021, el último registro, la cifra ascendió a 340 delitos, incluidos 57 actos de violencia. Además, la policía de Berlín supone que entre el 80% y el 90% de los casos con trasfondo transodiante en Alemania ni siquiera se denuncian por miedo a la discriminación. Todo esto sumado hace que las personas trans* tengamos que esforzarnos para encontrar lugares en los que nos sintamos seguras y para asegurar nuestra visibilidad. En otras palabras, para no ser borradas de la escena pública, aun cuando Constitución alemana prohíbe expresamente la discriminación en base a género.
Esto es mucho, muchísimo, pero no es todo: si un hombre trans* que ya pasó por el proceso de la “ley de transexuales” da a luz, es anotado con su nombre anterior y como madre en la partida de nacimiento, lo que, además, lo obliga a dar explicaciones permanentemente y en todo lugar. En concreto, debe contar que es un hombre trans para establecer y comprobar su grado de parentesco con su hije, que también queda bajo sospecha, según el actual estado de cosas.
Autodeterminación
Entonces, si la Constitución alemana prohíbe la discriminación y hay tantos casos de discriminación estructural y directa conectados con “la ley de transexuales”, lo lógico sería aprobar lo antes posible una ley de identidad de género (la llamada ley de autodeterminación), para empezar a poner freno a este estado de cosas. Pero dos más dos, en política, no siempre es cuatro. Y tampoco (y muy especialmente en este tema), cuando se habla de Alemania.
Creo que vale la pena comparar el proyecto de ley alemán con la ley en vigor en Argentina desde 2012. Un proyecto de ley alemán que llevó a la propia delegada Antidiscriminación de este país, Ferda Ataman, a criticar duramente al gobierno por “ceder a argumentos populistas de derecha”.
La ley argentina establece que la identidad de género es un derecho. El proyecto alemán dice que la autodeterminación es necesaria porque el entendimiento médico y social sobre el tema cambió y las leyes no lo reflejan.
El proyecto alemán dice que procura "hacer realidad el derecho de toda persona al respeto y al trato respetuoso en relación con su identidad de género". Pero en ningún momento nombra lo obvio: la identidad de género es un derecho como tal y las leyes alemanas no lo reflejan lo suficiente, aun cuando la Constitución prohíbe discriminar en base a género. Al no establecer directamente la identidad de género como derecho y dar rodeos sobre el tema, el proyecto alemán admite este derecho de un modo condicional, de modo que puede ser revocado, por ejemplo, en caso de guerra. Sí, en caso de guerra las mujeres trans y las personas no binarias ya no podrán cambiar su género registral. Todo indica que habrá que ir al frente, a combatir.
O en el caso de una familia, la persona trans* no siempre puede establecer su grado de parentesco en una partida de nacimiento de acuerdo a su derecho de identidad de género. Por ejemplo, ser registrado por fin como padre si se trata de un hombre trans*. En estos casos, se propone "progenitor 1" o "progenitor 2".
O cuando se habla, en el caso de menores, de que un tribunal puede decidir según lo que considera el bienestar del menor. Como la identidad de género no termina de estar reconocida como derecho, puede ser también puesta en tela de juicio en estos casos. En cambio, la ley argentina establece un procedimiento judicial sumario que atienda el derecho a la identidad de género en caso de menores, si es que no cuentan con el apoyo de sus responsables legales para el cambio registral.
El proyecto de ley alemán -que es al menos cinco veces más largo que la ley argentina- no regula el derecho a la salud. En cambio, la ley argentina establece que las personas podrán “acceder a intervenciones quirúrgicas (…) y/o tratamientos hormonales” para adecuar su cuerpo a la identidad de género autopercibida.
Párrafo aparte la serie de plazos que se establecen, cuando ya las demoras de cambio de género por “la ley de transexuales” exceden lo imaginable. O que se establezca la posibilidad de cambiar el nombre y género de un modo ilimitado a cambio de ponernos bajo sospecha y pese a que por lo general no es necesario más que uno o dos cambios registrales, aun en caso de detransición.
La guerra de los gimnasios
Pero lo que bate todos los récords es la mención de los saunas en el equivalente alemán a la ley de identidad de género. No se compara con ninguna ley de identidad de género del mundo. Valga la aclaración: acá los saunas son muy populares en invierno para combatir el frío y muchos gimnasios tienen saunas, además de los lugares de ejercicio físico propiamente dicho. El proyecto alemán dice -en una mención que da para habilitar exclusiones de mujeres trans y que no pase nada- que el marco legal en vigor permite a los saunas “denegar el acceso a las personas en función de factores individuales, teniendo en cuenta la necesidad natural de proteger la intimidad o el temor al acoso o al acoso sexual”.
"En Alemania tenemos saunas predominantemente mixtos. Ningún hombre tiene que cambiar su registro de género para ver a una mujer desnuda en Alemania”, dijo al respecto la delegada Antidiscriminación. “Tampoco en el futuro pueden haber exclusiones generalizadas de personas por su identidad de género, ya sea en el trabajo, en el mercado de la vivienda o en los saunas”, enfatizó.
Una ley que debería ponernos en condiciones de igualdad con las demás personas para que valga lo que decimos de nuestra identidad de género sin certificados patologizantes de terceros da un giro inverosímil para seguir patologizándonos y seguir poniéndonos bajo sospecha.
Hay 54 organizaciones que hicieron llegar su punto de vista para que estos aspectos se corrijan y el gobierno alemán haga suyo un proyecto de autodeterminación de género mucho más parecido a la ley argentina, y de otros 19 países con normas similares. Habrá que ver qué pasa, si es que pasa algo. Por ahora hay un sentimiento de decepción, que se podría resumir en la siguiente frase: si esto es lo que “nuestros aliados” realmente piensan de nosotrxs, quizá lo mejor sea no tenerlos cerca.