El Teatro Dante (ex Teatro Dante Alighieri) es un milagro en plena pampa. Milagro que no es regalo del cielo sino fruto del deseo y el trabajo de la próspera ciudad de Casilda, en el sur de Santa Fe. En esa ciudad, en 1975, nació María Fernanda Trebol. Luego, como tantos, migró a la cercana ciudad de Rosario. Allí vive y estudió. Allí participó y participa en talleres y antologías, colabora en medios como Rosario/12 y la revista Barullo, trabaja en la organización de la Feria del Libro y escribe unos cuentos técnicamente impecables, de fuerte compromiso social, alto impacto emotivo y prosa exquisita. Envió una docena de ellos al 2° Concurso Literario Ciudad de Casilda 2022, y desde su inverosímil modestia se sorprendió cuando obtuvo el premio que merecían por su calidad. El jurado, integrado por tres escritores y escritoras de Santa Fe, Rosario y Avellaneda, otorgó además una mención especial a Como si no fuera negra, de Tegan Guanco.
Los cuentos ya son libro, porque el concurso organizado por la Secretaría de Cultura y Educación de su ciudad natal convocó a una editorial de Buenos Aires, La Gran Nilson, para publicar 200 ejemplares de Después de la siesta, que se presentó el 31 de junio en el mejor lugar posible: el bellísimo Teatro Dante. Fue allí, en el marco de la Segunda Feria del Libro de Casilda, que dicha Secretaría municipal organiza con la coordinación del poeta Yamil Dora, donde María Fernanda Trebol estrenó su primer libro. Se instala así, profeta en su tierra, en el firmamento de lxs escritorxs visibles con obra publicada.
"¿Cómo se tira a la basura una ausencia?", pregunta el tercer cuento, "Como un glaciar", en el estilo indirecto libre que Trebol domina. Aquella pregunta podría surcar todo el conjunto de relatos. María Fernanda es de esos escritores que no le sueltan la mano al lector en medio de la selva de símbolos de su obra, pero que tampoco señalizan más de lo indispensable. La información sobre lo que les pasa a sus personajes nos va llegando a través de indicios y susurros, todo en una prosa cuya cadencia de ensueño relumbra en cada párrafo con destellos de poesía. La pregunta por aquel ser vivo que falta, cuya ausencia misma quieren borrar los perpetradores de la violencia de la que fue objeto con la complicidad del silencio social, insiste como un llamado a la responsabilidad por los vulnerados/as. Lejos de toda grandilocuencia, esmerándose en no hacer explícito su mensaje político, Después de la siesta inicia su andadura a paso firme por las librerías y las bibliotecas con un pie en la tradición del realismo social de Rosa Wernicke y otro en los breves cuentos de ambiente pueblerino del maestro ruso del cuento, Anton Chéjov.
Y por si todo esto fuera poco, cada cuento, si bien ficción autónoma, interviene sobre el presente. "El dueño de todo" y "Como si se la hubiera tragado la tierra" denuncian la trata de mujeres; el primero lo hace desde una voz masculina subalterna derrotada y tanguera, cuyo horizonte de conciencia es mucho menos político que el de la autora, en una necesaria distancia entre autor y personaje que hace a la ironía dramática del buen realismo. "La siesta" dialoga con La peste, de Albert Camus; se permite un héroe puro y satiriza la hipocresía con ácidos trazos en medio de una inundación litoraleña. "Cerca del molino" compone entre murmullos y sobreentendidos un alegato contra la crueldad impune del estanciero; de la crueldad trata además "Lucky", literalmente descarnado, también una denuncia contra el poder, en este caso el estatal; desde la becketiana ironía del título, se juega con una marca de cigarrillos baratos y se retrata a un "croto", expulsado a las calles por una sociedad hipernormalizada. Incluso las instituciones que debieran cuidarlo se encargan de destruirlo. Tampoco cabe en su mezquina familia más que como cenicienta humillada otra figura singular, la tía soltera de "El vestido celeste", un cuento cuyo final rompecorazones cae como un rayo. "Casi alegría" establece un correlato entre dos duelos a partir de un detalle. "Asclepias", el único fantástico, deja un sabor esperanzado, lo mismo que "16 diamantes" y "Anochece temprano", donde se resalta el valor de los lazos de cariño entre abuela y niete en la transmisión cultural de la historia reciente y en la inserción social. María Fernanda Trebol eligió un cuento breve y contundente para leer en la presentación: el faulkneriano "El color de borrar", donde le da voz a la locura y al loco como sujeto de experiencia, no mero objeto de asistencia.
El último viernes de junio, justo en la hora de la tarde que indica su título, la autora y la editora Alejandra Correa buscaban formas de no hundirse en el sofá demasiado mullido que ocupaba el escenario del Teatro Dante. En las butacas en penumbras, entre reconocidas figuras literarias, se sentaban las amigas de María Fernanda. Ante ellas, "Fer" desgranó un pasado compartido fanzinero y de taller literario entre pares, anterior a su migración a Rosario. Habló de su crianza en aquella Casilda de antes, entre rural y urbana, donde matar un animal estaba naturalizado y el croto del pueblo encarnaba una singularidad ungida de lástima y crueldad... no tanta como en el cuento que en él se inspira, aclaró; dijo que la crueldad y la ternura establecen en sus cuentos un contrapunto. Justo antes de las fotos, recibió un ramo de flores de la Secretaria de Cultura y Educación, Antonia Pierucci; Antonia y Yamil hablaron al final, de pie ante el micrófono. Ambos hicieron hincapié en la importancia de sostener la continuidad en la política cultural pública: que el concurso, las ediciones y la feria sigan teniendo presupuesto, gane quien gane; para que gane la literatura federal, con el aval de la calidad literaria y de edición de este libro.