El discurso xenófobo político / mediático se recrea una y otra vez: en el año 2016 el presentador de “Periodismo para Todos” emitió un programa titulado “Argentina, país generoso”, en el cual se presentaba negativamente a los extranjeros que ejercían su derecho a estudiar en nuestro país.
En la misma línea, recientemente Patricia Bullrich sostuvo: “tenemos casi la mitad de la matrícula de alumnos extranjeros”. Lo cual es falso. Los estudiantes extranjeros representan solo el 4,4% del total de los casi 2,5 millones de estudiantes que concurren a universidades nacionales públicas y privadas del país.
La xenofobia, que es el rechazo o la discriminación de una persona por ser extranjera, se retroalimenta. Estos discursos tienen un amplio anclaje en el sentido común, quizás porque es fácil responsabilizar a los migrantes de los problemas estructurales. También porque se trata de un sector vulnerable y con escaso poder para defenderse.
Igualmente, es necesario tener presente que migrar es un Derecho Humano, y que los migrantes que estudian y trabajan ejercen sus derechos. Según nuestra ley de Migraciones “el Estado en todas sus jurisdicciones asegurará el acceso igualitario a los inmigrantes y sus familias en las mismas condiciones de protección, amparo y derechos de los que gozan los nacionales, en particular lo referido a servicios sociales, bienes públicos, salud, educación, justicia, trabajo, empleo y seguridad social”.
En realidad, este discurso no es solo xenófobo, es racista y aporofóbico, porque no le molestan las personas extranjeras en su totalidad. A modo de ejemplo, si viniera a estudiar a la Argentina una persona alemana o francesa de clase media sería mirada probablemente con admiración. En el fondo estas miradas discriminatorias responden también a una matriz cultural racista y eurocéntrica que jerarquiza y que coloca a determinados grupos históricamente vulnerados en el lugar de subhumanos. Los medios de comunicación que ocupan posiciones dominantes juegan un rol clave legitimando miradas y formas de ver el mundo. Las cuales pueden profundizar la discriminación y la violencia hacia estos los grupos.
Durante el menemismo la revista “La Primera” colocaba en su tapa el título “La invasión silenciosa”, con la imagen de una persona en situación de pobreza con el Obelisco de fondo. Por debajo se afirmaba “les quitan el trabajo a los argentinos. Usan hospitales y escuelas”. Una vez más se construía un discurso que colocaba a un sector social como chivo expiatorio. Nuevamente, la culpa es de “ellos”, los migrantes. Se responsabilizaba a los migrantes de la desocupación, la precariedad del sistema de salud y de la destrucción de la educación cuando, en realidad, eran consecuencias del modelo económico excluyente.
Las redes digitales agregan complejidad al fenómeno ya que tendemos a replicar y retroalimentar los mensajes que coinciden con nuestras miradas, sean verdaderos o falsos. Es decir, si tenés una mirada xenófoba, es probable que compartas un tuit con información falsa que responda a esa línea de pensamiento.
En el año 2017, el periodista Gabriel Bracesco publicó un tuit donde sostenía que “el 40% de los trasplantes que hace el INCUCAI van a extranjeros que no residen en Argentina”. Este mensaje falso fue Trending Topic en Twitter. Contó con 2.770 “retweets” y 2.911 “me gusta”.
El INCUCAI (Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante) desmintió esa información. Afirmó que sólo el 2,9% de los pacientes trasplantados con donante fallecido en el año son ciudadanos extranjeros. Este tuit obtuvo 395 “retweets” y 332 “me gusta”. Es decir, el discurso con contenido xenófobo y estigmatizante se viralizó y el dato real ocupó una posición marginal.
Ahora bien, ¿qué función cumplen estos discursos? Corrernos el foco de nuestros problemas. En lugar de problematizar la inequidad, las grandes fugas de capitales o los endeudamientos injustificados, el problema son “ellos”, los hermanos y hermanas de los países limítrofes.
El bucle de la xenofobia parece retroalimentarse. Pero las sociedades no son homogéneas, existen tensiones. Hay miradas inclusivas, con perspectivas de derechos que cuestionan a los discursos discriminatorios. En los contextos donde se acrecienta el odio, fortalecer las miradas inclusivas en los distintos espacios que habitamos es la tarea.
* Licenciado en Comunicación Social UNLZ. Especialista en Comunicación y Culturas UNCO. Profesor de la Universidad Nacional de Río Negro.