En una situación difícil, más difícil que la del resto del país que viene sufriendo bajos salarios, el malón blanco (maestras en acción) se lanzó a caminar por las tierras de siete colores, con un destino fijo : llegar a su capital, San Salvador de Jujuy. Cómo se desenvolverá en el ámbito desconocido de la capital recelosa del interior al que frecuenta poco, fue una incógnita que no tuvo cabida en nadie. Adelante, el Adelante fue unánime, muchas almas se amontonaron, fueron almas punteras de la partida que avanzó por las calles expandiendo la tensión del Malón. En el diccionario (el de la Real Academia española) se describe el malón como el ataque sorpresivo de indios que llegan para arrasar y saquear. Curiosa definición que pierde de vista al otro, el reconocimiento de la otra parte imposible de esquivar, también la pregunta: ¿Quién saquea a quién?

Resuelven con un título de propiedad que afirma que por pagar tantos... ¿A quién? Las tierras vírgenes durante siglos, ocupadas por sus habitantes naturales nacidos ahí para cuidar de ellas deben desocuparse, los habitantes deben irse porque ahora tienen dueño. Es así, ya nada tienen que hacer aquí, palabras del propietario que manda a un intermediario.

Hoy el Malón blanco, bautizado en Jujuy por sus protagonistas, las maestras jujeñas que a pie recorrieron largos tramos desde el interior remoto, mientras se sumaban otras, muchas otras mujeres en iguales condiciones. En connivencia enarbolaron la protesta, la protesta fue la bandera de la marcha. En el procedimiento acumularon fuerza, lo que arrancó en el primer tramo fue creciendo junto con el espíritu de resistencia, las agresiones de las fuerzas policiales para hacerlas retroceder las obligó a caminar horas agotadoras.

Durante dos semanas se lanzaron tras lo que las impulsaba: su bajísimo salario y la prohibición a la protesta que el gobernador y los congresales -en tiempo récord - habían implantado en la nueva Constitución, una reforma de trato relámpago. Durante dos semanas crecieron las banderas, los carteles, la música del altiplano ahora era otra: de un lado las voces del reclamo, del otro el autoritarismo vociferante, los represores lanzados. ¿Qué les pasa?, preguntaban las mujeres. ¡Vienen armados, no somos delincuentes! Mujeres, maestras que trataban que sus agresores entendieran que todes estaban en lo mismo, la misma situación, los sueldos de todes eran de hambre, el malón daba clase de lo que verdaderamente estaba en juego. Necesitaba un primer plano para la defensa de su reclamo: El empleo con un salario que permita vivir, y poder protestar si eso no ocurre. "Ustedes disfrutan la miseria", "Atacan el derecho a la protesta".

En San Salvador de Jujuy, el Malón blanco se unió a la marcha de las antorchas. Nuevos cantos de reclamo iluminaron nuevas agresiones, no era una musa la que inspiraba las frases de la protesta que se multiplicaba.

Los allanamientos sin orden del juez se producían como si su significación no tuviera valor. El sufrido por Milagro Sala, la demandada eterna, sumaba en su casa imágenes históricas de otros allanamientos, las mismas imágenes de nuevo, la desprotección permanente de Milagro frente al poder la afirma cada vez más: No renuncia a nada, y pone en guardia al agresor que descarga su brutalidad instintivamente.

Las imágenes de la no resignación del pueblo jujeño seguirán por un tiempo dando vueltas, habrá que ver qué depositan en lo colectivo,cómo se vivirá en el porvenir cualquier otra experiencia que se parezca, alienta la actuación decisiva de las mujeres, el Malón blanco pudo despabilar la escena jujeña.