MISIÓN IMPOSIBLE: SENTENCIA MORTAL PARTE 1 - 8 PUNTOS
(Mission: Impossible - Dead Reckoning - Part One / Estados Unidos, 2023)
Dirección: Christopher McQuarrie
Guion: Christopher McQuarrie y Erik Jendresen
Duración: 163 minutos
Elenco: Tom Cruise, Hayley Atwell, Ving Rhames, Simon Pegg, Rebecca Ferguson y Vanessa Kirby.
Estreno en salas.
El video fue viral hace unos meses. Allí se escucha a Steven Spielberg diciéndole a Tom Cruise: “¡Le salvaste el culo a Hollywood! Y puede que hayas salvado la distribución en las salas. En serio". El elogio se debe a que el protagonista y productor de Top Gun: Maverick resistió a los cantos de sirena de las plataformas durante la pandemia y esperó dos años para estrenar la segunda parte de sus aventuras aéreas en salas, donde su notable performance de taquilla demostró que había una vida posible para ellas luego de los cierres de 2020 y 2021.
Cruise, entonces, como referente ya no de un género en particular, sino de una manera de ver películas. De verlas y pensarlas, porque están hechas para la pantalla más grande posible. Lo que no implica que pierdan la escala artesanal: son películas que transpiran a la par que sus personajes, que jadean de cansancio cuando corren, que se tensionan al mismo tiempo que ellos. El cine como organismo vivo.
Séptima película de la saga que debutó allá por 1996, Misión: Imposible - Sentencia mortal: Parte 1 es una muestra cabal de la concepción del cine que tiene Cruise. El cientólogo rechaza usar dobles de riesgo porque lo suyo es ponerle el cuerpo, haciendo de la acción algo puramente material: los autos que chocan son autos chocando, la moto lanzada por un precipicio es una moto lanzada por un precipicio y el tren a vapor con destino trágico es, efectivamente, un tren a vapor con destino trágico, una secuencia con un grado de tensión infrecuente en el cine comercial. Nada de fondos verdes, ni de revolear efectos digitales ni mucho menos desacoplar las situaciones de las leyes de la gravedad. Para eso está la cada vez más ridículamente autoconsciente saga Rápidos y furiosos.
Pero nada sería lo que es si Cruise no hubiera encontrado un director capaz de llevar adelante sus deseos (que muchas veces coquetean con caprichos) como Christopher McQuarrie, el mismo que guionó Los sospechosos de siempre, debutó en la realización con un muy buen policial como The Way of the Gun (2000) y trabó relaciones con el ex de Nicole Kidman dirigiéndolo en Jack Reacher hace once años. Si las primeras cuatro entregas de Misión: Imposible tenían la huella de sus realizadores –el manierismo híper planificado de Brian de Palma, la estilización acrobática de John Woo, la mixtura de géneros oscura de J. J. Abrams y la plasticidad de un realizador curtido en la animación como Brad Bird-, desde que se sumó McQuarrie las películas llevan la marca de agua de Cruise. Una marca que hibrida secuencias espectaculares con otras de suspenso e incluso algunas donde el humor puede irrumpir con la forma de un vehículo pegándole a dos malhechores para salvar a uno de los personajes.
En medio de todo ese despliegue, que no por voluminoso pierde su carácter concentrado, hay una trama de indudable vigencia y alineada con la cosmovisión de Cruise, en tanto plantea un escenario nada descabellado donde una inteligencia artificial adquiere la capacidad de desobedecer órdenes y crear escenarios irreales que alteran la percepción de quienes la usan, tal como ocurre en el submarino ruso que termina hundido en el fondo del Mar de Bering. ¿Qué hacer, entonces, cuando la tecnología se vuelve en contra? Volver a lo analógico, al lápiz y papel y a todo aquello no condicionado por la informática, tal como hacen Ethan Hunt, sus habituales compañeros (Ving Rhames y Simon Pegg) y una mujer de manos rápidas (Hayley Atwell) y una sagacidad capaz de complicarle las cosas a la troupe del FMI (que no tiene nada que ver con el organismo económico, sino que es el acrónimo en inglés del área paraestatal a la que responde Hunt).
La funcionalidad de “La entidad”, tal como llaman a esa inteligencia maldita, está relacionada con dos llaves que deben usarse en simultáneo y que irán pasando de mano en mano durante las dos horas y media de metraje (que se pasan rapidísimo). Nadie sabe dónde usarlas ni qué implica hacerlo, pero tampoco importa demasiado en esta primera parte de Sentencia mortal (la segunda llegará dentro de un año). Lo importante es el viaje que va Ámsterdam a Washington DC, de Abu Dabi a Roma y de allí a Venecia. Y, desde ya, lo que ocurre en el camino. A fin de cuentas, como en todo buen viaje, el recorrido puede ser tan importante y gozoso como el destino final.