Contar el infierno podría ser algo próximo, con un periodista de turismo, catequistas, anuncios del Vaticano y siete llaves para siete virtudes. Con texto y dirección de Rafael Spregelburd, Inferno se presenta hoy a las 20.30 en Teatro Municipal La Comedia (Mitre 950), en la que es la primera de sus funciones por fuera de Buenos Aires. Obra de la Compañía El Patrón Vázquez, Spregelburd integra el elenco junto a Andrea Garrote, Violeta Urtizberea, Guido Losantos y el músico Nicolás Varchausky.
Inferno es un texto comisionado para Austria, con génesis en El Bosco, y temporada en calle Corrientes de Buenos Aires. “Nosotros no hicimos nada para adaptarnos a ese supuesto circuito de la calle Corrientes, sino que los productores del Teatro Astros, Andrea Stivel y Claudio Gelemur, tuvieron la idea de pedirme que produjera allí una obra que en condiciones normales hubiera sido hecha en el circuito del teatro independiente, o lo que podríamos llamar el circuito del teatro de arte de Buenos Aires. Pero a ellos les parecía que no había ningún motivo para que una sala grande no pudiera producir este tipo de eventos. Que me produjeran la obra en este formato y con esta escenografía fue una maravilla, pero insisto, es un circuito que desconozco y que no visito mucho, ni siquiera como espectador, con lo cual no podría hacer nada para adaptarme a él”, señala Rafael Spregelburd a Rosario/12.
-Qué bueno que sea tu recorrido el que se gane espacios así, impensados.
-En Buenos Aires, cada vez más, salas del llamado circuito comercial están tomando éxitos del teatro alternativo, o como quieras llamarlo; una vez que están producidos, los exhiben para un público más grande, más grande porque son salas grandes. Esto ya nos sucedió con Pundonor, la obra de Andrea Garrote que codirigimos juntos, que empezó en el Centro Cultural San Martín y ahora están por reestrenar en el Metropolitan. Lo que pasa es que estos teatros toman la obra ya producida y apuestan sobre una ganancia fija, porque son espectáculos que ya han demostrado cierta eficacia. En el caso del Astros, es algo inédito, porque produjeron la obra a ciegas; que haya productores que quieran invertir en obras de teatro argentino no es tan habitual, ya que casi siempre este circuito se nutre de obras taquilleras del West End de Londres o del Broadway de Nueva York.
-Por otro lado, es el mismo interés que despiertan tus obras el que te llevó a escribir Inferno.
-La obra fue comisionada por el teatro público de la ciudad de Bregenz, de Austria, el Vorarlberger Landestheater; ellos comisionan esta obra para celebrar los 500 años del Bosco. Estas convocatorias, en Europa, suelen ser temáticas, y lo digo porque aquí no suelen darse. Allá, cuando hay algún autor que les resulta interesante, los teatros se disputan cómo tenerlo entre sus filas, pero además les ponen una agenda, y esto es muy curioso para nosotros. Ya he aprendido con el tiempo que a esta agenda hay que saber adaptarla a tus propios intereses. Ellos me pidieron una obra que tuviera que ver con el infierno de El jardín de las delicias del Bosco. Al principio, uno dice por qué tendría que estar escribiendo sobre esto, que tiene 500 años de edad, hasta que naturalmente encontrás el punto de contacto con tu presente, y te permite hacer teatro contemporáneo. De hecho, en la publicidad de la obra no mencionamos mucho que tiene que ver con El Bosco, porque no nos parece relevante, pero evidentemente tiene que ver.
-Esta relación con el presente la encontraste, entre otras cuestiones, en la última dictadura.
-Ellos querían una obra sobre la representación del infierno y yo siempre me pregunto por qué, ¡ya es la tercera vez que me pasa! Cuando hay una repartija de infierno, paraíso, purgatorio, a mí me toca siempre el infierno (risas). El infierno es un concepto moral de la ideología católica, con la que tengo muy poco que ver; no quería ponerme a discutir sobre asuntos que no existen, por así decir. Lo que sí existe, para nosotros, es nuestro infierno privado; el de la dictadura, entre otros. Y me parecía que podía ponerme a escribir sobre esto. Me sirvió bastante saber que esto iba a ser estrenado ante un público de otro país, porque creo que me permitió tomar una distancia que si no me hubiera sido más difícil lograr; quiero decir, nosotros hacemos una comedia sobre un tema absolutamente doloroso y que nos interpela permanentemente, porque es una herida nunca sanada. Probablemente, si lo hubiera pensado como un texto comisionado por un teatro local, no hubiera osado estos tonos tan altos y tan coloridos respecto de este tema, pero me sirvió para darme cuenta de cuánto cuesta encontrar los modos de volver a hablar de lo mismo de una manera que renueve la expectativa. Nosotros no tuvimos ninguna intención de decirle al público lo que ya sabe respecto del tema de la dictadura, de hecho, tomamos un asunto bastante periférico y tabú, que es el tema del traidor, del delator, este personaje que sobrevive a un campo de exterminio de la dictadura y que luego es naturalmente sospechado de haber delatado gente. Todo aquel que sobrevivía a los secuestros, sus compañeros militantes pensaban que era porque se había pasado al otro bando. Está el libro de Ana Longoni, Traiciones, donde trata de mostrar cómo en el campo de la literatura esto ha generado un tabú. De la dictadura puede hablarse de muchas maneras diferentes y este asunto me parecía el infierno real: una persona que sobrevive dos veces a esto, y a partir de ese equivoco, te diría que generamos una comedia de enredos.
La presentación de esta noche marca el comienzo de la gira de Inferno por fuera de Buenos Aires, “para probarla en territorio más virgen, porque también es una aventura. Rosario tal vez no tiene un circuito calle Corrientes, por lo tanto, los espectáculos allí son vistos como buenos o malos. Creo que vamos un poco en misión de exploración, también para entender nosotros mismos qué fenómeno hemos construido. Con Marcos López, quien está a cargo de la parte gráfica de la obra, nos pasó algo muy gracioso. Él está ahora en un período en el que pinta encima de sus fotos, y con estas fotos de prensa salimos con el espectáculo. Obviamente, el circuito comercial no nos aceptaba las fotos, porque nos decían que no se entiende quién es el actor. Estos trabajos gráficos o plásticos, fantásticos y singulares, no sirven para el circuito en el cual se supone está la obra, y a mí estos entrecruzamientos me interesan mucho”.
A manera de corolario y acicate aún mayor, Spregelburd agrega: “Pensé que la obra nos iba a traer muchos más enemigos de los que nos trajo, porque tiene momentos de incomodidad sobre lo que no se puede hacer, como si fuera pornografía en cuanto a lo ideológico; pero creo que es la manera de volver a hablar sin repetirse”.