Junio de 2023. Dos compañeros y amigos de 14 años que estuvieron juntos desde muy chiquitos en un pueblo tranquilo de Córdoba. Dos familias que supuestamente acompañaban la amistad con salidas y piyamadas. Dos familias destruidas por la muerte violenta de uno de ellos y la implicancia del otro en ese crimen, que por supuesto todavía no está probada pero que fue relatada por el victimario con demasiados detalles como para pasar por alto que algo, en esa pequeña comunidad de 20 mil habitantes, ocurrió entre ellos e hizo temblar todas las estructuras. Como una piedra que se arroja al agua y no para de formar círculos que se atrapan. La imagen de la víctima sonriendo y titulares como “teníamos una relación normal” o “detalles escalofriantes de la autopsia” acompañan las informaciones más buscadas en google sobre la muerte de Joaquín Sperani, pero poco se puede modular una explicación del horror y de todos los errores que no terminan con muertes pero sí con mucho dolor. El tamaño de la angustia colectiva habilita a pensar en hechos aislados, pero ¿es posible habilitar otras lecturas? ¿Cómo se puede desligar este golpe mortal al hecho de que en Argentina los suicidios en la adolescencia se triplicaron en los últimos 30 años?

La entrada a la adolescencia y todo ese largo periplo vital hacia la juventud supone demasiados cambios en pocos años. No se puede negar que el acompañamiento de esa etapa es fundamental pero sobre todo que “normalizar” que las cosas que ocurren en el comportamiento y las vinculaciones sexo afectivas no tienen lecturas políticas y epocales es reducir su trascendencia. Hay muchas coordenadas en juego entre la educación, la extracción socio-económica y la vida privada de una persona, pero hay ciertas cosas en común a los pibes que transitan sus pubertades en 2023: vienen de sufrir una pandemia que amenazó sus zonas de circulación y puso en primer plano un modo de control social y sospecha comunitaria permanente, escuchan hablar sobre el colapso climático con fechas y ejemplos concretos, conocen la palabra bullying de primera mano, tanto por haberlo vivido como por haberlo visto frente a sus ojos, viven en un país que legalizó la interrupción voluntaria del embarazo con cientos de pibas en la calle y ese temblor, el del feminismo agitando en las plazas, modificó el mapa de códigos relacionales con una magnitud difícil de calcular. Sin contar el contexto de incertidumbre política, la matriz patriarcal que todavía resiste y tantas veces gana las partidas y la sofisticación del neoliberalismo que llega a los rincones más perdidos del mapa para generar un deseo que se puede comprar con un click.

Dos chicas mirando una pintada de escrache. Foto: Jose Nico.


Demasiados des-cuidados

“Yo me inscribo entre los que piensan que nosotros no estuvimos a la altura de nuestros chicos a la hora de cuidarlos, que no alcanza con decir “hicimos todo lo que pudimos”, porque creo que sobre todo la salida de la pandemia fue bastante acelerada. Así como no nos dimos tiempo a nosotros, no les dimos tiempo a ellos y por lo tanto no les podemos dar respuestas o proponer algún tipo de guía sobre cómo procesar todo esto. Lo que yo veo es que, como un comentario general, incluso hablado entre los profes, son, en general, adolescencias bastante más frágiles de lo que uno estaba acostumbrado hace dos o tres años” dice Federico Lorenz, profesor de Historia e investigador del CONICET. 

Para él, tanto como para otros especialistas consultados, el lazo del piberío con el mundo adulto es en general mucho más frágil de lo que se piensa o se problematiza, sin ir a casos extremos ni con finales atroces como el de Córdoba. Sigue Lorenz en relación a la salida de la pandemia: “Quizás muchos de los adultos estuvieron preocupados también por su propia supervivencia en el sentido estricto. Pero hay una gran pregunta que yo no podría responder, es una pregunta propia, que es por dónde pasa esa vinculación con el pasado que los moviliza y sobre todo por qué futuro los moviliza”.

Nuevamente y como a lo largo de la pandemia donde las tareas domésticas estuvieron en el centro de la escena, aparece la palabra “cuidados” con una carga semántica nueva, más ligada al quehacer de los cuerpos que se rompen cuidando que algo que se dice al pasar, dándolo por sentado. Así como el debate sobre los cuidados recién empezó a darse hace unos años, los cuidados particulares que se activaron en ese tramo de “modo supervivencia” despiertan muchas zonas de incomodidad o disconfort.

Y hablando del futuro, ¿qué los moviliza a los pibes? Algunas respuestas: “Que no gane la derecha”, “poder comprarme un iphone”, “que mi mamá tenga un auto”, “viajar por el mundo con mi mejor amiga”, “pintar toda mi escuela para que a mis hermanos menores no se les caigan las paredes encima”. Mantras posibles de trasladarse en tiempo y espacio a otras épocas de la historia. Pero el binomio casa/escuela resiste en los relatos, cosas que pasan o se desean o se proyectan en un lugar o en otro, y es ahí donde la vibración de esos espacios es demasiado poderosa. Políticamente, las derechas ganan y las paredes de la escuela pública se siguen tratando de tirar abajo por esas derechas (y por otras miles de precariedades) y justamente son esas las extracciones ideológicas que proponen la privatización de todo, o la transformación de la escuela en una empresa solo apta para pudientes y sin lugar para la contención y el debate plural.

Las pibas del aborto legal. "Tenemos que seguir saliendo a la calle", dicen. Foto: Jose Nico.

El lazo social post-pandemia

“Es cierto que asistimos a un momento en el que el lazo quedó muy dañado y hablar de pos-pandemia nos aburre pero es esquivar unos efectos que, nos guste o no hablar de las causas, no están saldados. Vivimos una época en la que, por ejemplo, usamos la palabra “presencial” porque no va de suyo que cuando hablamos de encuentro estemos hablando del cara a cara. Esa presencia supone encontrarme con texturas, sonidos, olores, ideas y sentires de otros que no son los míos o los de mi casa. Y en ese roce surgen conflictos que en la virtualidad basta con silenciar, dejar de seguir o bloquear para que se terminen” dice Lara Nesis, Profesora de Educación Primaria. Para ella, es imposible pensar el aula sin pensar lo social porque en cualquier grupo están vivos los mismos problemas y dolores sociales. Lo que sensibiliza, gusta o duele en un grupo no es independiente de lo que conmueve a la sociedad toda.

Para Cecilia Vera, docente de primaria de la zona sur de CABA, “el tema vincular es un tema que es inherente a la tarea de los docentes, más allá de los contextos pandémicos o no pandémicos, digamos, la cuestión del vínculo, de la dinámica de los grupos, se elaboró y se elabora, en el mejor de los casos, siempre, más allá de los emergentes epocales. Entonces creo que es parte de la tarea. Ahora, la actualidad tiene una complejidad sí, muy particular”. Vera trabaja a la mañana en una escuela especial con pibes de primaria y a la tarde con jóvenes y adultos en una escuela de jóvenes y adultos, acompañando a un multiciclo de adolescentes. 

En ambos espacios hay situaciones vinculadas con los tratos. “Creo que mucho de lo que pasa tiene que ver con la poca circulación de palabra que hay en los pibes y pibas, la poca posibilidad de conversar acerca de lo que les pasa y les preocupa. Me parece que en ese sentido en la escuela hay que habilitar esos espacios porque si no los espacios se habilitan cuando ya la cosa se prendió fuego, digamos. Entonces, en ambos lugares donde yo laburo, estamos pensando eso, espacios de conversación, o no tanto de conversación de por qué pasa lo que pasa, sino de cómo están, qué sienten, qué creen que necesitan, cómo viven esta cuestión tan mediatizada por las tecnologías, si siempre tiene que ser así”.

La cuestión de “el otro” visto como un intruso, como un indeseable o como alguien a quien no le duelen las cosas, también aparece en muchos relatos y funciona efectivamente a la luz de una muerte como la de Laboulaye. No se sabe por qué un amigo mató al otro (y es profundamente angustiante que esté en juego la palabra amistad en una etapa de lealtades tan fuertes) pero sin duda algo del filtro fundamental para dañar a otra persona, no funcionó y muchas veces no funciona y son las redes sociales (principal medio de información de la mayoría de los y las adolescentes) las que viralizan los contenidos más anestesiantes sobre cómo las personas se lastiman sin consecuencias. Más allá de las etiquetas psiquiátricas que se le puedan poner a un niño de 14 años o bien, abriendo la pregunta de cuántas otras etiquetas debería tener la sociedad a la que se la cae la mandíbula con estos emergentes extremos.

“Podríamos plantear la pregunta “¿por qué pasó esto? pero también podríamos plantear la pregunta “¿por qué no iba a pasar? Si yo tengo un sujeto que frente a algo que lo frustra anula al otro, si hay, como dice Spinoza, una gran valoración de las pasiones tristes (el egoísmo, el odio) ¿por qué van aparecer las pasiones alegres como la compasión, la solidaridad, el amor al otro? Es imposible. Ese es un plano, otro plano es: ¿cuales son los procesos profundos que funcionan en la interacción de dos chicos púberes? y ahí las respuestas se complejizan pero ¿a alguien le importa mirar de cerca algo tan doloroso? Mejor quedarse con los titulares amarillos” dice la Lic. Cristina Pastori.

Vera, coincidente con los testimonios de los pibes y pibas que accedieron a hablar con Las12, cuenta que en la escuela hay mucho temor a lo que puedan decir los adolescentes, “porque también la escuela está muy protocolizada, entonces si algún pibe dice algo sobre lo que hay que actuar, enseguida hay que activar protocolos, y eso creo que en algún punto atemoriza a los colegas. Todos vemos una cuestión muy preocupante en las infancias y en las juventudes actuales que nos interpela para ver cómo los acompañamos también, y también cómo acompañamos a las familias de los pibes para que puedan ejercer el rol que les toca. ¿Cómo acompañamos a familias que tuvieron otras infancias y otras adolescencias y tienen -tenemos- que inventar algo nuevo para poder acompañar la actualidad”.

 Mientras los varones presentan una tasa de mortalidad por suicidio de más de 8 cada 100.000 adolescentes, en el caso de las mujeres la tasa llega a 3,32 muertes cada 100.000 adolescentes. Fuente: Unicef. Foto: Constanza Niscovolos.

El tema del día

Muchas veces la noticia que circula en los medios como pan caliente es asimilada por los chicos y chicas atentas a las noticias pero sigue un cauce diferente. ¿Tendrán que ver los modos de interpelación? Todas las personas de entre 13 y 16 años consultadas para esta nota estaban al tanto del crimen de Laboulaye pero todas dijeron también que no la compartieron con amigues o que en la escuela nunca se habla de eso sino de modos muy generales, abarcativos. Que sentían que era algo aislado y alejado de sus realidades. “El año pasado hablamos del crimen de Lucio Dupuy pero un compañero se puso a llorar y no se habló más” dice Pablo. “En las clases de ESI hablamos de situaciones personales pero no contamos nuestras historias, salvo alguna que otra vez” explica Juan Diego. ¿Es un objetivo de la Educación Sexual integral y su correcta aplicación en las escuelas hablar de las violencias y los modos de vincularse?

Los ejes de la ESI son: cuidar el cuerpo y la salud, valorar la afectividad, garantizar la equidad de género, respetar la diversidad y ejercer los derechos. “En muchos problemas grupales está en juego el cuidado de mi cuerpo y el de otrxs, el valor de la afectividad de quienes me rodean, el respeto por la diversidad, etc. Lo que hay que seguir afinando es la intervención, que siempre tiene una cuota de invención porque cada escena es singular, pero hay que decir que esas son discusiones que ameritan tiempo y recursos para que lxs docentes se reúnan a formarse y producir en horas que no están frente a sus estudiantes” dice Nesis.

En una escuela secundaria porteña, un chico fue señalado como violador en una pintada del baño y eso no provocó ni el efecto deseado ni el contrario cuando, tal vez hace unos años, la pintada le hubiera significado un estereotipo difícil de borrar. “Algo que hace unos años hubiera provocado un debate, hoy queda ahí, flotando, porque en una época los agresivos eran casi todos los varones, y ellos empezaron a cuidarse muchísimo entre ellos” explica Val. “No sé si fue el Ni Una Menos pero creo que la lucha por el aborto legal tuvo mucho que ver, siempre hacemos mesas de debate, asambleas, pero a veces se pierden mil años de discusión sobre si un rasguño es o no violencia y puede haber sido sin querer o en una torpeza y se pierden de foco otras cosas más serias” explica Dano. “Antes en esta escuela eran todos varones y las paredes de algunos lugares del baño todavía dicen que tal es puto o come ortos. Eso nadie lo escribiría hoy pero sí se lo dicen”.

Lola Cudero, de la agrupación La Creciente del Carlos Pellegrini, cuenta: “Una cosa que me llama mucho la atención que pasa en mi escuela, es que se recontra habla de la discriminación, pero igualmente hay muchos chicos que joden o gastan a otros chicos por ser judíos, por ejemplo, dibujan esvásticas en los bancos, o discriminan por el color de piel. Casi nunca van a encarar en la cara, pero entre amigos sí dicen “el peruano este” o “el negro aquel o “el boliviano” como que esos términos los usan entre amigos o para rebajar a otro, y después con otros no lo replican porque saben que está mal pero en sus sus círculos más íntimos lo hacen”.

“Muchos medios hablan desde la más profunda ignorancia. Banalizando un crimen y juzgando, diciendo quién es el bueno y quién es el malo. Este proceso binario saca la posibilidad de instalar un proceso de reflexión acerca de lo que ocurrió en éste y en miles de casos. ¿Y qué le pasó a esa familia? La familia es parte de ese satélite socio cultural, y hoy en día con la tecnología, hay muchas cosas buenas pero también un estado de alienación muy profunda, y eso no es aislado ni ingenuo respecto de la instalación de discursos de odio” concluye Peroni.

Hay discusiones que ameritan tiempo de lxs docentes" dice Lara Nesis. Las precariedades de la escuela pública incluyen esta falta de espacio para el debate. Foto: Jose Nico. 


La circulación de discursos de odio 

Para Irene Fridman, psicoanalista, especialista en violencia de género, el crimen de Laboulaye es un síntoma de una época en donde imperan los discursos del odio y los chicos ven que está permitido odiar y matar. “Obviamente la pandemia generó mucha tensión al interior de las casas. La obligatoriedad de resguardarse generó en todas las personas angustias diversas y en las familias se complejizaron los modos de tramitar, entre otras cosas, la actividad doméstica, de la que en general se ocupan las mujeres. Con respecto al crimen que ha conmovido tanto a la población, a mí me parece que es interesante pensarlo en relación al muy famoso homicidio en Estados Unidos que llevaron a cabo Leopold y Love, dos estudiantes de familias adineradas que secuestraron a un adolescente y lo mataron, y ayudaban a la policía a investigar porque lo que ellos querían era demostrar su superioridad de ellos, inspirados en escritos de Nietzsche. Eso es lo que ellos declararon. ¿Por qué se tomó este crimen como síntoma de época? Porque muchos analistas teorizaron acerca de que era un anuncio, esto fue previo a la guerra, a la Segunda Guerra Mundial, era un anuncio de lo que iba a pasar en el régimen nazi, el crimen por el crimen mismo, por la superioridad. En este caso me pregunto si este crimen no es un síntoma de una época en donde los discursos del odio imperan".

Gala Bis, que fue al Encuentro de La Plata y participó activamente de las marchas por la legalización del aborto, dice “las relaciones se trasformaron mucho en los últimos años entre pibes y pibas, también hay mucha más fluidez en relación a las elecciones sexo afectivas y otra aceptación de los otros como seres senti pensantes, pero en mi opinión con los años se fue profundizando una idea de ostra, de meterse para adentro o de vivir en grupitos aislados del escrache y participar sólo de los debates que le interesan a cada une o no participar de nada y que también esté bien. Creo que hay una deuda de los varones que se replegaron y en vez de auto mirarse, se guardaron más y se cuidaron mejor, o se acercaron a las pibas para evaluar estrategias y medir enemistades, pero no salió exactamente como pensábamos, o sea no todos somos amigos y arco iris y paz y amor. El precio de defendernos fue muy alto y aunque lo pagaría de nuevo y sé que no fue por la pandemia, creo que eso empeoró todo”. Raba, su único amigue de la secundaria, dice: “ vivimos un suicidio en mi barrio y lo que más se hizo fue silenciarlo, pero nosotros organizamos un encuentro en la plaza con fotos y recuerdos de esa persona. Sin embargo creo que todavía falta mucho para digerir las deudas con las infancias y que los niños y niñas no pueden salir a hacer una marcha, necesitan referentes que hablen y peleen por elles”. 

Para Pastori: "Cuando aparecen las situaciones extremas todo salta por el aire, pero todo el tiempo circulan microgestos de la desestimación del otro. Cuando hay un chico con un malestar, hay un adulto que no está mirando, porque tampoco el agresor tuvo posibiiddes de la intervención de alguien para hacer otra cosa con esa violencia. Violentos somos todos pero una cosa es que yo escriba un cuento de terror y otra cosa es que salga a matar a alguien. ¿Qué es lo normal? Hay familias en las que pegarse es normal. Tenemos el cliché de la familia tipo como lugares pacíficos y lo cierto es que en las familias pasa de todo".

"La pandemia generó temor al contagio, fobia social y cierta pérdida de la agrupabilidad de los adolescentes, que es típica a esta edad". Foto: Jose Nico. 


¿Cómo dar lugar en el aula a lo vincular? 
Por Lara Nesis

-Sin deslindar lo vincular de los contenidos curriculares. En tanto autoridad, la figura docente distribuye el poder, la circulación de la voz, la puesta en valor de ciertas intervenciones o el aporte diferencial que cada chicx hace. Se trata de entender que doy una mejor clase de matemática si estoy pensando en cómo circula la palabra y cómo se relacionan los estudiantes en esa clase. Que un intercambio entre lectores cuando terminamos una novela es más rico si el clima es de respeto, porque eso favorece que aparezcan interpretaciones genuinas acerca de lo leído. Cómo se vincula un grupo no es algo separado de cómo se vincula ese grupo mientras aprende.

-Destinando tiempo específico: a veces de a uno, de a dos, de manera grupal. A veces es importante que lx docente recupere cuáles son los límites, los “hasta acá”, los “nunca”, que tienen que ver con poner un freno cuando un derecho se vulnera. A veces también es importante que se pueda deliberar, que tal como lo proponen las “asambleas” o “consejos de aula” ese espacio de deliberación tenga el encuadre suficiente para que resulte transformador y no un confort catártico. Que en las conversaciones aparezca la pregunta de cómo cambio algo mío para que se modifique cómo se siente el otro, y que no se pierda tanto tiempo en encontrar cuál fue la verdad, quién empezó, ver quién miente y quién se arrepiente.

-Generando proyectos de trabajo que hagan rotar los roles, que reagrupen a lxs chicxs de distintos modos, que hagan emerger la problemática grupal sin empezar por el caso del grado. A veces verlo de lejos permite revisar lo propio. Los desarrollos de la ESI son un gran aporte para trabajar sobre los cuerpos, las consecuencias de los estereotipos, los derechos, la afectividad y otras tantas cuestiones que atraviesan la vida en común.

Hay algunas premisas en las que sería bueno que se apoyara nuestro accionar:

-Respetar a lxs pibxs y querer que aprendan (dos pilares que en muchas situaciones se pueden pensar como una misma cosa). Es decir, tratarlos con respeto y amor, y no perder de vista que la responsabilidad ética y política que guía nuestra tarea es enseñar.

-Pensar a las familias como aliadas y usar las oportunidades que tenemos para recontratar una confianza que por cuestiones sociales y mediáticas está muy diluida.