“Por primera vez tenemos idea de cuán gigantes eran los animales terrestres más grandes de la historia”, señala el paleontólogo e investigador principal de Conicet, Diego Pol. Finalmente, tras cinco años de trabajo ininterrumpido de campo y laboratorio, especialistas del Museo Egidio Feruglio documentaron que Patagotitan mayorum, el animal terrestre más grande de la historia, habitaba el sur argentino. Pesaban entre 65 y 69 toneladas y median 40 metros de largo, y caminaron este rincón de la Tierra hace 101 millones de años, en el período Cretácico (el último de la era de los dinosaurios), época de oro para los reptiles más espectaculares de todos los tiempos.
¿Por qué fue bautizado así? Mientras que “patago” hace referencia a la Patagonia como lugar de origen y “titan” al tamaño del espécimen, “mayorum” se refiere a la familia Mayo, que advirtió del descubrimiento en 2012, cuando Aurelio Fernández, un peón que trabajaba en los campos de Chubut, localizó un fósil gigante. Pronto, los investigadores constataron que se trataba de un fémur de 2 metros y medio; eso lo convertía en el hueso más grande de la historia. Los especialistas viajaron y descubrieron una acumulación masiva de fósiles: un auténtico cementerio. Desde aquí, Patagotitan se sumó a la fila de otros hallazgos impresionantes como Argentinosaurus y Puertasaurus, que podrían explicar la historia del gigantismo en la región. Diego Pol narra cómo fue el proceso de trabajo para descubrir las características de una especie de dimensiones inimaginables, explica por qué la Patagonia es un lugar privilegiado para descubrimientos descomunales y recupera la perspectiva de la paleontología, una disciplina que hurga en el pasado profundo y reconstruye la historia.
–En principio, hay un hecho curioso. Si los fósiles fueron hallados en 2012, ¿por qué la especie fue bautizada en 2017?
–Porque requirió mucho trabajo de campo y horas de laboratorio tras su descubrimiento. Una de las aristas más importantes fue el estudio comparativo entre el Patagotitan mayorum y otros dinosaurios gigantes. Empleamos diversos métodos para estimar cuánto había pesado. A diferencia de lo que había ocurrido con otros individuos de grandes dimensiones, como el Argentinosaurus y el Puertasaurus, de los que sólo teníamos fragmentos de esqueletos (seis y cuatro huesos de cada uno) con Patagotitan fue distinto.
–¿Por qué?
–Lo grande de este hallazgo es que localizamos el esqueleto casi completo. Tenemos más de la mitad de los restos de seis individuos diferentes. Por primera vez tenemos idea de cuán gigantes eran los cuerpos de estos animales terrestres: pesaban entre 65 y 69 toneladas. Constituye el límite de lo que una especie de estas características pudo haber alcanzado. Son los más grandes de la historia.
–¿Sólo con el análisis de los huesos pudieron estimar cuánto podrían haber pesado?
–En los últimos años, colegas de diferentes disciplinas han examinado cientos de especies vivientes (desde lagartos hasta elefantes) y concluyeron que las medidas de circunferencia del húmero y el fémur, que son los huesos que soportan todo el peso de las patas delanteras y traseras, eran factores determinantes para calcular el peso. Usamos esas ecuaciones. Por otro lado, empleamos el método volumétrico, que a partir de modelos tridimensionales permite moldear los músculos y los tejidos blandos para obtener el volumen preciso del animal y obtener una estimación bastante ajustada del peso. Para arribar a estas precisiones fue vital contar con buena parte del esqueleto, ventaja que no tuvimos en las otras especies de gigantes que encontramos antes.
–Otra de las virtudes del trabajo fue la datación. ¿Cómo averiguaron que el Patagotitan vivió hace 101 millones de años?
–A través del análisis de cenizas volcánicas depositadas y minerales que logramos datar con la precisión suficiente como para decir que, efectivamente, los individuos de esta especie habitaron durante el período Cretácico. Además, no sólo pudimos saber la edad, sino también caracterizar el mayor evento de gigantismo identificado en el proceso evolutivo de los dinosaurios.
–¿Cómo lo hicieron?
–Con un análisis del árbol evolutivo de las relaciones entre las diferentes especies herbívoras, a partir del examen computacional de más de 400 características anatómicas. Como resultado, advertimos que todos los dinosaurios gigantes, el Argentinosaurus, el Puertasaurus y el Patagotitan, estaban estrechamente relacionados. Constituían la misma familia, ya que vivieron más o menos en el mismo tiempo (100 a 85 millones de años) y en el mismo lugar. Afortunadamente, son todos de la Patagonia.
–¿Por qué esta región fue cuna y cementerio de estos gigantes?
–Una de las circunstancias es ambiental. Fue un tiempo caracterizado por un calentamiento global muy marcado, un período en que los ecosistemas se modificaban y habilitaron la aparición de seres vivos que transformaron la historia del planeta, por ejemplo, las plantas con flor, que comenzaron a colonizar muchos espacios. Además, hay otros grupos, de dinosaurios carnívoros y cocodrilos, en pleno proceso de evolución. Los titanosaurios gigantes participaron como una pieza indispensable en este paisaje.
–Además del peso y el tamaño, ¿otras características interesantes?
–Cuando se observan los huesos de las patas, realmente se identifican verdaderas columnas dóricas, como si juntas constituyeran un auténtico templo antiguo. Son macizas, sin ningún tipo de curvatura, con marcas de inserciones de músculos que debían pesar miles y miles de kilos para poder trasladar una estructura monumental. Pensemos que 69 mil kilos es lo que pesan dos camiones o diez elefantes. Además, tenían cuellos capaces de elevarse unos seis metros por arriba del nivel del lomo, característica que los habilitaba para comer de todo sin moverse mucho y aun así conquistar plantas bien variadas. Uno de los desafíos de ser gigantes es saber cuánta energía es necesario consumir para sobrevivir día a día, un balance entre el alimento ingerido y el gasto calórico. Creemos que manejaban muy bien el equilibrio entre ambos factores.
–¿Cómo siguen sus investigaciones?
–Tenemos nuevas preguntas que todavía no podemos contestar, que reorientaron nuestros proyectos de cara al futuro. Por ejemplo, con el Patagotitan resta estudiar muchísimos aspectos de su biomecánica, los análisis computacionales de su andar y completar el panorama ecológico del momento, que habilitó la evolución de estas especies como nunca antes y como nunca después.
–Como siempre, las investigaciones científicas ayudan a cuestionar falsos preceptos. ¿Es posible conocer la coloración de su lomo? Porque se han observado imágenes que presentan al Patagotitan con las gamas del verde, el gris, el marrón…
–Si me lo hubieras preguntado hace cinco años, mi respuesta habría sido categórica: no tenemos idea de qué color tenían los dinosaurios y simplemente se utilizan modelos de la naturaleza actual (reptiles) junto a la impresión de los artistas que expresan en sus dibujos cómo pudo haber sido un animal que vivió hace cien millones de años. Pero últimamente encontramos fósiles con una preservación muy particular, que permitirían determinar patrones de coloración. En el caso del Patagotitan es imposible señalar de qué color podría haber sido, pero confío que a la brevedad lograremos avanzar al respecto.