En uno de sus videos (presuntamente de stand-up, según él), Franco Rinaldi se refiere a PáginaI12 como “Sinagoga 12” y agrega, “como le decía G. P. Kelly”, en referencia a Guillermo Patricio Kelly. Efectivamente, era una expresión usada en los 90 por Kelly, uno de los personajes más turbios de la política argentina de la segunda mitad del siglo XX, para intentar denigrar a este matutino por sus denuncias sobre la corrupción en el gobierno de Carlos Menem.

Corría 1991 y en la TV Pública (entonces, ATC), Kelly tenía un programa los lunes a la noche, llamado Sin Concesiones. Allí defendía a capa y espada al menemismo. Eran tiempos de escándalos como el Swiftgate o el Yomagate, a los que PáginaI12 les dio visibilidad. Claro que en su defensa de Menem no se tiró solamente contra PáginaI12 y esa obsecuencia le costó el programa.

Clarín se hacía eco de las denuncias sobre corrupción y Kelly no encontró mejor manera, para contrarrestar al diario más vendido de la Argentina, que hablar en su programa sobre la adopción de los hijos de Ernestina Herrera de Noble. Fue la primera vez que se planteó la posibilidad de que se tratara de hijos de desaparecidos. Las insinuaciones en televisión abierta llevaron a un toma y daca entre Menem y la directora de Clarín. Toma: levantar Sin Concesiones de la pantalla de ATC. Daca: que Canal 13, en manos de Clarín, cesara el noticiero de medianoche, en el que Liliana López Foresi era una crítica implacable del gobierno nacional. Ambos, Kelly y López Foresi, se quedaron sin aire. El hijo de padre irlandés pululó por los medios con denuncias de diverso calibre hasta su muerte en 2005, a los 83 años.

De la ALN al penal de Río Gallegos

El sempinterno provocador que fue Kelly saltó a la arena política en los años 40 como integrante de la Alianza Libertadora Nacionalista. El grupo, comandado por Juan Queraltó, reunió a buena parte del nacionalismo en las postrimerías de la Década Infame. Imbuido de una inocultable anglofobia por el Pacto Roca-Runciman, esa corriente derivó en germanofilia y apoyo al Eje en la Segunda Guerra. De hecho, la Alianza tuvo vínculos con la embajada alemana en los primeros años 40.

El grupo, en el que también militaron Rodolfo Walsh y Rogelio García Lupo, terminó vinculándose al peronismo, lo cual explica el derrotero de Kelly en los años siguientes. Dos meses antes del 17 de octubre de 1945, el 14 de agosto, una marcha por la rendición de Japón dejó dos muertos. Los testigos dijeron que los disparos salieron de la sede de la Alianza, en Avenida de Mayo al 700. Las víctimas eran Enrique Beltrán, de 24 años, y Enrique Blaisten, de 16. El segundo era judío y hermano mayor de uno de los grandes escritores argentinos: Isidoro Blaisten.

Kelly comenzó a disputar el liderazgo de Juan Queraltó al frente de la Alianza y se convirtió en un nombre reconocible dentro de un grupo filofascista, que se había sumado al primer peronismo como fuerza de choque y alimentaba la especie según la cual Perón era asimilable a Hitler y Mussolini.

Lo cierto es que el golpe de 1955 tuvo a los aliancistas entre sus objetivos. El 21 de septiembre, dos días antes de la asunción de Eduardo Lonardi, el Ejército destruyó a cañonazos el cuartel general de la ALN, en la calle San Martín al 300. Kelly fue a dar con sus huesos al penal de Río Gallegos, previo paso por la cárcel de Ushuaia. En Santa Cruz protagonizó uno de los primeros episodios resonantes de la resistencia peronista.

El 17 de marzo de 1957 seis presos dejaron muñecos armados en sus literas y salieron con la complicidad de los guardias y cruzaron en auto a Chile. Además de Kelly se escaparon Jorge Antonio, José Espejo, John William Cooke, Héctor Cámpora y Pedro Gomiz. El gobierno chileno les concedió asilo pero después lo revocó.

Chile y Venezuela

“Sabía que yo iba a ser el chivo expiatorio”, le diría Kelly al periodista Horacio de Dios en una entrevista en 1984. Su historial no lo ayudaba. Sin embargo, pudo escaparse de una cárcel por segunda vez. El 28 de septiembre de 1957, salió de la penitenciaría de Santiago vestido de mujer. La ayuda vino de un personaje enigmático, la poeta uruguaya Blanca Luz Brum. Kelly le dijo a De Dios que pensaba que ella estaba enamorada de él.

Brum había sido pareja del muralista mexicano David Alfaro Siqueiros y lo acompañó como su musa cuando el artista pintó el célebre mural en el sótano de la casa de Natalio Botana en Don Torcuato, en los años 30. La mujer de un pintor marxista que incluso atentaría contra León Trotsky cerró la parábola de su vida política como una férrea defensora de Augusto Pinochet.

Con la ayuda de Brum, y con el viejo truco de dejar un muñeco en la litera, Kelly salió maquillado y, afirmaría, estuvo casi dos meses clandestino en la capital chilena, periodo en que se empezó a distanciar de la mujer que lo había sacado de la cárcel.

La siguiente etapa de Kelly lo mostró muy cercano a Perón. El dos veces prófugo apareció en Caracas y se sumó al entorno del líder exiliado en el momento de mayor estrechez económica desde que lo había desalojado la Libertadora. Perón vivía en un pequeño departamento con María Estela Martínez y, para entonces, fines de 1957, comenzaba a entablar negociaciones con Arturo Frondizi para las elecciones presidenciales.

En ese marco, el 3 de enero de 1958 arribó a Caracas, en misión secreta, Rogelio Frigerio. La mano derecha del líder de la UCRI llegó para cerrar el acuerdo por el cual Perón llamaría a votar a Frondizi a cambio del fin de la proscripción. Cooke, compañero de fuga de Kelly en Santa Cruz, fue quien negoció con Frigerio.

Huida a Dominicana

La llegada del ideólogo del desarrollismo se dio en un mal momento. Una asonada terminó en esos días con la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Caracas era un hervidero y Perón fue señalado por los alzados como un hombre cercano a la dictadura, con lo que sus días en Venezuela estaban contados. La tensión iba en aumento porque Frigerio estaba de incógnito. Si se sabía de su presencia, el acuerdo con Frondizi se caía.

El elemento que según los opositores a Pérez Jiménez conectaba a la dictadura con Perón era un oscuro personaje que al parecer había entablado buenas relaciones con los servicios de inteligencia del régimen: Kelly. El antiguo aliancista recorrió una Caracas en llamas y consiguió refugio para Perón en la embajada de un país que lo asilaría y sería la última escala antes del exilio en España: la República Dominicana.

El General se refugió allí con Isabel y su entorno. A las pocas horas, Rafael Trujillo, todopoderoso dictador dominicano, concedió el asilo. El 27 de enero se fue el avión con Perón y los suyos a Santo Domingo (entonces, Ciudad Trujillo). En la escala en Haití se bajó Kelly. Según él, porque ya era hora de independizarse de Perón. 

Para volver a la Argentina recurrió a un método expeditivo: le robó el pasaporte a un hombre que había estado con Perón en Caracas. En las décadas siguientes, cada vez que podía, Roberto Galán recordaba con amargura el incidente. El regresó al país derivó en cinco años de prisión, primero en Ushuaia, luego en Rawson y finalmente en Devoto. Lo liberaron en 1963.

Gordon y el ocaso

A partir de allí comenzó el apogeo del guillermopatriciokellysmo, como podría definirse al arte de hacer denuncias rimbombantes por los medios sin ningún sustento en sede judicial. Kelly incursionó a fines de los 60 en el periodismo con el periódico Marchar. Para entonces comenzaron las sospechas sobre vínculos con servicios de inteligencia nacionales y extranjeros. Fogueado en un grupo antisemita, Kelly llegó a ser mencionado como cercano al Mossad, el espionaje del Estado de Israel.

La marginalidad del personaje dejó de ser tal, momentáneamente, el 24 de agosto de 1983. Ese día, salió de su casa en Núñez y lo subieron a un auto. Apareció cerca de la medianoche en Ingeniero Maschwitz. De un culatazo le habían roto la nariz. El responsable del secuestro fue Aníbal Gordon, uno de los pesados de la represión en Automotores Orletti.

Según le contó Kelly a De Dios, había tenido un encuentro previo con Gordon, en el que el secuestrador le propuso que trabajaran juntos y que desde entonces recibió amenazas telefónicas. Detalló que el secuestro “lo decide la mafia” y que Gordon “recibe la orden de proceder”. El motivo del secuestro: “Yo había llegado al tope de mis investigaciones —dijo— cuando la justicia todavía estaba en la etapa inicial”. Lo llevaron a Rosario y dio este argumento para explicar su liberación: “Me dijo Gordon que estaban marcados porque la idea era que me mataran para luego ser muertos ellos, así blanqueaban todo el asunto”. 

Una versión señala que Reynaldo Bignone, el dictador de un régimen en retirada, le hizo llegar el mensaje a la banda de que no movería un dedo por ellos si Kelly aparecía muerto. Ya había tenido suficiente con los asesinatos de Osvaldo Cambiaso y Eduardo Pereyra Rossi, ocurridos en mayo de ese año.

Kelly, cuyo secuestro fue noticia durante las casi 24 horas que duró, en una dictadura cuya descomposición no podía ocultar un hecho así (faltaban dos meses para las elecciones), volvió a tener sus quince minutos de fama. En democracia siguió con sus denuncias, tuvo ciclos radiales y Carlos Menem le dio un programa de televisión hasta que negoció su salida por haberse metido con los hijos de la principal empresaria de medios de la Argentina. A partir de entonces, y por los siguientes catorce años hasta su muerte, vino el ostracismo y después, apenas, ser citado por un fugaz precandidato a legislador porteño en un comentario antisemita.

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