Franco Rinaldi había conseguido sobrevivir a la difusión de videos de lo que él consideraba “una expresión artística” y cualquier otro que los escuche una manifestación de sus ideas homofóbicas, clasistas, machistas y racistas. Pero este jueves le tocó el turno a sus “chistes” antisemitas y los jefes de la campaña del PRO en la ciudad de Buenos Aires dijeron basta. El lastre ya era demasiado. No lo criticaron, pero le pidieron la renuncia. Fue justamente este diario el involuntario protagonista. Se habían difundido otros videos donde el hasta ese momento precandidato a primer legislador por CABA en la boleta de Jorge Macri se refería a Página/12 como “Sinagoga 12”.
Para no dejar dudas de la intención de sus dichos, Rinaldi se encargaba de homenajear en la misma frase al “creador” de esa expresión, el ya olvidado Guillermo Kelly, uno de los dirigentes históricos de la filonazi Alianza Libertadora Nacionalista. Otra agredida fue la periodista Ingrid Beck, a quien Rinaldi exigía que dé a conocer su apellido completo.
“A mi padre lo torturaron por ser judío, al diario de mi padre también lo llamaban sinagoga”, reaccionó enseguida Javier Timerman, el hijo de Jacobo, fundador de La Opinión, en una perfecta síntesis de qué significó ese tipo de razonamiento durante la última dictadura militar. Señalamiento necesario en tiempos donde florecen candidatos que relativizan o directamente niegan los crímenes de la última dictadura.
Mirando un poco más allá, el episodio forma parte de una larga tradición de la derecha argentina: la asimilación del pensamiento progresista con el judaísmo. Esta tuvo una manifestación fulgurante en enero de 1919, durante la llamada Semana Trágica, cuando la represión salvaje de una huelga en los talleres Vasena, culminó con el arrasamiento de los barrios Once y Villa Crespo, donde vivían la mayoría de los inmigrantes de origen judío.
Los ejecutores del primer pogrom registrado en territorio americano, que agregó por lo menos 180 muertos a los más de mil registrados esa semana, fueron los jóvenes miembros de la clase alta de la época, que terminarían creando la tristemente famosa Liga Patriótica, aliados con los milicianos radicales convocados a defender la represión desatada por el Gobierno de la UCR.
Quizás no esté mal recordarlo cuando las alianzas actuales de la derecha y la ultraderecha argentinas enarbolan la consigna “cárcel o bala” como promesa de campaña frente a las manifestaciones de protesta social.