Cada año se producen en el mundo más de 430 millones de toneladas de plástico, según la ONU, que advierte que la contaminación plástica podría reducirse en un "80% de acá a 2040" si los países y las empresas implementaran "profundos cambios de política y mercado utilizando tecnologías existentes". Con esta problemática en la cabeza, la bióloga entrerriana Ayelén Malgraf desarrolló Fungipor, una empresa salteña que desde hace cinco años fabrica embalajes, empaques y productos de diseño con un biomaterial elaborado con una mezcla de micelio de hongos y desechos orgánicos.
Este biomaterial reemplaza al telgopor y a los plásticos de un solo uso y, además, se pueden compostar. Así, junto a sus socios Macarena Albarracín y Roberto Gómez, Malgraf lleva adelante una misión sustentable con la que busca generar conciencia y un impacto positivo en el ambiente.
Hongos, no solo para comer
Malgraf produce hongos comestibles de la especie gírgola desde hace varios años para vender a restaurantes y hoteles. De esta experiencia aprendió que, tras aprovechar las setas del cultivo, le sobraban “unas estructuras muy resistentes, similares a un ladrillo, que podían funcionar como uno”, cuenta a Página|12. Se trata del micelio, la estructura vegetativa del hongo, un material vivo que se reproduce con facilidad y funciona como un aglutinante natural, por lo que, para muchos biólogos, es considerado el “biomaterial del futuro”.
Entonces, en 2018, montó con sus colegas un laboratorio y comenzó a explorar el mundo de los biomateriales y, en particular, el micelio que tanto llamó su atención durante la producción de hongos comestibles y que la inspiró a crear productos innovadores.
Al investigar sobre las posibilidades de uso, encontró que en el exterior había estudios y trabajos similares con estos biomateriales. La empresa estadounidense Ecoactive Mycelium Technology, que ya había iniciado investigaciones en esta área, fue su referencia para empezar a planificar la producción de embalajes y empaques con la tecnología de los hongos y otros elementos naturales. "Esa empresa es hoy pionera en los biomateriales, y se está extendiendo en todo el mundo", cuenta.
“La seta o la parte que se ve del hongo es la parte reproductiva, y lo que crece por debajo de la superficie de la tierra, quizás lo más invisible a los ojos entre la hojarasca y las ramas, es el micelio, la estructura vegetativa. El micelio se compone por hifas, que son como las raíces que se encargan de la nutrición de los hongos, y que se van alimentando del sustrato que se le ponga”, explica.
Tras una investigación, encontró en la paja de poroto el sustrato ideal para que el micelio de sus cultivos creciera fuerte y lograra una estructura rígida, ya que se trata de un material renovable y biodegradable que es poco aprovechado y que normalmente es quemado. Lo extrae casi sin costo de los campos del Valle de Lerma, en la provincia de Salta.
Un "plástico" de hongos y residuos agrícolas
En 2019 Malgraf, Albarracín y Gómez fundaron Fungipor y empezaron a desarrollar una variedad de productos reciclables y compostables, que van desde modelos para embalajes y packaging hasta macetas y esquineros.
Desde la fundación de Fungipor, en 2019, Malgraf se encarga del laboratorio y los estudios científicos para desarrollar productos con biomateriales compostables, Roberto Gómez se enfoca en la producción, y Macarena Albarracín hace su parte en el área de diseño y comercialización de la empresa.
Los productos a base de micelio y desechos orgánicos —la mezcla pasa por moldes hechos en impresoras 3D— tienen varias propiedades, describe la bióloga: protegen del fuego (ignífugos) y los cambios de temperatura (térmicos), son livianos, protegen contra los impactos, y además, pueden funcionar como aislantes sonoros, ya que son acústicos.
“En la empresa de Estados Unidos, que llevan muchos años estudiando biomateriales producidos con tecnología de micelio, aseguran que la vida útil es de 30 años”, afirma Malgraf. Como los productos Fungipor llevan poco tiempo experimentando, resulta difícil anticipar la duración, pero la empresaria considera que no variaría mucho con el cálculo de los norteamericanos.
Del problema a una solución pionera en sustentabilidad
Dejar de lado los plásticos de un solo uso es un paso imprescindible para disminuir la contaminación que afecta a la inmensa mayoría de las especies y reducir las emisiones que aceleran la crisis climática.
Ayelén, Macarena y Roberto compartían la misma conexión por la naturaleza y querían desarrollar una idea que ayudara al cuidado del medio ambiente. "Elegimos la industria del packaging porque es la más contaminante y es la que muestra una tendencia de crecimiento a nivel mundial. Además, no hay opciones más que el cartón para buscar un reemplazo a esos plásticos de un solo uso”, sostiene Malgraf.
En su caso, el interés por los hongos viene desde la juventud: "Siempre me interesó el mundo de la micología porque desde chica recibí influencias de mi abuelo, que le gustaba recolectar hongos del campo. Estábamos muy conectados con la naturaleza", asegura la bióloga. "Eso me marcó muchísimo para después elegir lo que elijo hacer y mi forma de vida", agrega.
Los hongos fueron los protagonistas de la tesis académica con la que se recibió, y luego, cuando llegó el momento crucial de decidir cómo continuar con su vida, no lo dudó. "Siempre tuve espíritu emprendedor, desde chica. Estudiar biología fue un medio porque nunca pensé en seguir una carrera más científica, sino que apuntaba a tener un emprendimiento con base biológica y con las herramientas que me dio la universidad”, precisa.
Cuenta que cuando se puso a estudiar sobre biomateriales, en Argentina ya se habían iniciado las investigaciones. Sin embargo, no había nadie que haya comercializando algún producto con micelio de hongos".
"Hoy hay varios que están comenzando. En lo que es Latinoamérica, todos estamos avanzando juntos con la legislación. Hay una industria nueva que se está desarrollando y se está investigando de a poco”, asegura.
Desde sus comienzos, Fungipor participa en diferentes programas de aceleramiento y concursos de emprendimiento, por los cuales recibió distintos galardones y premios, por su trabajo orientado a la innovación. El último reconocimiento fue la distinción del Sello Buen Diseño Argentino que otorga la Secretaría de Industria y Desarrollo Productivo.
Impacto ambiental positivo: la razón por la que las empresas la eligen
La compañía es todavía muy pequeña, pero a los socios no les preocupa: tienen cinco grandes clientes que le demandan mucha producción para hacer diseños personalizados, lo que es bueno, pero no dan abasto.
“Hoy lo que nos pasa es que quizás no queremos hacer tanta difusión porque con los clientes grandes que tenemos, como somos pequeños todavía, necesitamos mayores inversiones", asevera Malgraf.
"Nuestros clientes, que trabajan con empresas grandes, exigen una producción mensual alta de estos productos y por eso hoy no nos animamos a tomar otros, para no fallarles”.
Así todo, destaca que las grandes compañías estén invirtiendo en "innovar" y ponerse al día con las "exigencias" del consumidor: "ya no buscan plásticos sino este tipo de materiales que no tienen impactos negativos en el ambiente”.