PáginaI12 En Gran Bretaña
Desde Londres
Los británicos tienen que empezar a negociar en serio y abandonar el mundo de “fantasía” en que viven. Así recibieron en la Unión Europea la primera propuesta pública más o menos concreta del Reino Unido para su negociación de salida del bloque: un período de transición de dos años post-Brexit con una Unión Aduanera idéntica a la actual y, al mismo tiempo, libertad para que el Reino Unido realice acuerdos con otros países o bloques.
El jefe de la diplomacia europea para el Brexit Michael Barnier contestó por twitter que “cuanto más rápido nos pongamos de acuerdo con el tema de los ciudadanos, la cuenta de divorcio e Irlanda, más rápido podremos hablar de Aduanas y relación futura”. En otras palabras, mientras no haya acuerdo sobre estos puntos no tiene sentido hablar de otra cosa.
Más directo aún el secretario de estado checo para temas europeos, Ales Chmelar , sugirió que su gobierno no toleraría que se hicieran acuerdos comerciales extra bloque durante el período de transición. “No es posible tener beneficios y no obligaciones. Esto se aplica a la Unión Aduanera o al acceso al mercado unificado europeo o a cualquier otro tema.”
Un Acuerdo de transición posterior al 29 de marzo de 2019, es decir al cumplirse los dos años fijados para la negociación, solo es posible si cuenta con el respaldo unánime de los 27 miembros de la UE. La República Checa no está sola. Irlanda ha amenazado con bloquear un plan que considera “demente” y del que pende el siempre frágil proceso de paz en Irlanda del Norte. El coordinador del parlamento europeo para el Brexit Guy Verhofstadt resumió la respuesta del continente con un mensaje lapidario: “estar a la vez adentro y afuera de la unión europea es una fantasía”.
Esta “fantasía” –señaló desde el Reino Unido la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, una de las más fuertes opositoras del Brexit– es seguir con la misma “tontería” (daft idea) de que se puede “have the cake and eat it”(tener la torta y comérsela).
La “fantasía” es, en realidad, la única manera que el gobierno británico encontró hasta ahora para presentar un frente unido respecto a lo que quiere de la negociación con la UE y evitar una guerra entre los soft y hard brexit que dividen al partido.
Los representantes de las dos alas, el “soft Brexit” ministro de Finanzas Philip Hammond y el “super Hard Brexit” ministro de Comercio Liam Fox publicaron el domingo un artículo conjunto en el que proponían que el Reino Unido tuviera un período de transición “limitado” antes de implementar plenamente el acuerdo al que se llegue con la UE para evitar un “precipicio”, pero manteniendo al mismo tiempo, la posibilidad de negociar acuerdos de comercio con bloques y países extraeuropeos.
Esta tregua calmó un poco las aguas a nivel interno, pero chocó de inmediato con la realidad europea. El ministro del Brexit británico, David Davis, que tiene serias aspiraciones a sustituir a la primera ministra Theresa May, planteó en una serie de entrevistas ayer que podría haber algún pago a la Unión Europea para poder negociar estos acuerdos extrabloque y tener al mismo tiempo el período de transición. “Esa parte de la negociación me la tendrán que dejar hacer a mí. Como saben hay bastante tironeo ya con el asunto del dinero. Es la parte más tensa de la negociación”, dijo Davis.
El regreso esta semana de la primer ministro Theresa May de sus vacaciones en los Alpes europeos difícilmente resuelva el entuerto. La primer ministro solo tiene un objetivo claro a la vista: sobrevivir la conferencia anual del partido conservador a principios de octubre. En el medio el Reino Unido tiene dos reuniones con la Unión Europea de acá a la conferencia y una más después. A mediados de octubre, la UE tiene que decidir si la negociación sobre los derechos de los ciudadanos europeos y británicos, la frontera de Irlanda y la deuda británica con la UE ha avanzado lo suficiente como para proseguir con el resto de los temas, es decir, para negociar un nuevo acuerdo entre la UE y el Reino Unido.
En caso de que la UE dé el sí el tema aduanero y el Mercado Unificado europeo son los dos temas clave. Cada día unos 14 mil camiones entran y salen libremente del Reino Unido como parte del comercio que une a ambas partes (un intercambio de unas 500 mil millones de euros).
Si no se llega a un acuerdo aduanero para las reglas arancelarias y paraarancelarias que regulen este intercambio de decenas de miles de productos, tendrán que erigir de la noche a la mañana en el puerto de Calais, por ejemplo, lugar de tránsito de una cuarta parte de las exportaciones británicas a la UE, controles fronterizos encargados de vigilar el comercio. Francia tendrá que hacer lo mismo, pero ¿tendrá interés en hacer una inversión masiva para garantizar el paso de las exportaciones británicas?
El fantasma que desvela a empresarios y multinacionales es un empantanamiento fronterizo que demore hasta el colapso un comercio y producción que han estado integrados por más de 40 años. En los próximos días habrá similares propuestas para el mercado unificado que, en teoría, deberían dar una idea de la dirección que quiere tomar el gobierno en la negociación. El problema es que a más de 14 meses del referéndum a favor del Brexit, el único destino visible y la única estrategia en juego de los conservadores es la de sobrevivir y ganar tiempo a la espera de que alguna solución aparezca en el camino.