La fiscalía de la ciudad de Buenos Aires secuestró un caballo pony que estaba exhibido en la vidriera de una mueblería en Palermo Soho, y el fiscal Marías Michienzi imputó al dueño del local y al propietario del pony por maltrato animal, según indicaron ayer fuentes judiciales. Las fotos del pequeño caballo detrás del vidrio del local no tardaron en circular en las redes sociales y causaron indignación entre defensores de animales. A pesar del escándalo, Evaristo Falabella, el dueño del animal, sostuvo que “los pocos chicos que pudieron verlo se pusieron muy felices; se sacaron fotos y lo pudieron tocar. Son chicos que rara vez ven un caballo, salvo que vayan a la Rural una vez por año”. Luego de revisarlo para verificar su estado de salud, el pony fue llevado de vuelta a Pilar, donde vive. 

Tuco, ése es el nombre del caballo, se encontraba expuesto en la mueblería Fradusco, ubicada en la esquina de las calles Serrano y Niceto Vega en Palermo, para que los chicos que fueran al local con sus padres “interactúen con él sin ningún tipo de fin económico”, según explicó el dueño del comercio, Sasha Fradusco. “Es una raza domesticable, no es un caballo de carrera. En dónde lo querés tener es tu elección; lo que sí tenés que hacer es darle amor como a cualquier ser vivo. Además dejamos que se mueva libremente por todo el local”, justificó Fradusco. Cuando le preguntaron si el animal no se estresaba por la atención de la gente y por las fotos que le sacaban, aseguró que “Tuco está acostumbrado a estas situaciones. En la feria de la Rural se arman colas de más de cien personas para acariciarlo. Tuco ayer (por el lunes) estaba bien, no hubo ningún tipo de problema. Están hablando de un ser vivo que amamos”. “Hoy es un día que podría haber arrancado con 50 sonrisas de niños que estén con Tuco, pero no, lamentablemente no será así. El foco era que los chicos pudieran interactuar con él, pero no”, se quejó el dueño del local. “El caballo vive en un campo. La idea era que todos los días de la semana estuviera allí sólo entre las 14 y las 19 para entretener a los chicos del barrio”, añadió luego. 

Fueron los vecinos de la zona y miembros de ONG protectoras de animales quienes presentaron la denuncia el lunes por la noche en la fiscalía de la Comuna 14, con el argumento de que el pony estaba expuesto como una atracción y en malas condiciones; detrás de la vidriera con el sol que le pegaba en la cara y que no tenía suficiente agua para tomar ni alimento. Una de las denunciantes fue la titular de la cátedra de Derecho Animal de la Universidad de Buenos Aires, Victoria González Silvano, quien afirmó que “fuera de la cosificación del caballo, los animales no humanos no son objetos, no se deben usar para el marketing”. Luego de recibir la denuncia, el fiscal ordenó a la Policía de la Ciudad que iniciara actuaciones contra Fradusco y Falabella por la infracción de los artículos 2 y 3 de la Ley 14346 de Protección de los animales. Michienzi dispuso también el traslado de Tuco a un lugar apto “para evitar que continuaran los actos de maltrato y/o crueldad animal al que estaba siendo sometido, y para verificar su estado de salud por un médico veterinario de la Policía”, según indicaron fuentes de la Unidad Fiscal Especializada en Materia Ambiental (Ufema), a cargo del caso. Michienzi ordenó, además, la intervención de los organismos de control para que verificaran las condiciones de funcionamiento del comercio, la documentación del animal, su origen y para que hicieran controles veterinarios. 

“El caballo se acercaba a la vidriera porque le gusta ver movimiento, ver a la gente pasar. Mientras duró fue buenísimo, los chicos lo disfrutaron mucho”, sostuvo el dueño de Tuco, y aclaró que el corral contra la vidriera en el que se puso al pony fue para que se adaptara, pero que luego podía moverse por todo el local. “Son caballos totalmente preparados para vivir en situaciones sociales”, indicó luego. La raza de este tipo de caballos que miden entre 50 y 70 centímetros de alto se denomina Falabella, debido a que fue la familia del dueño de Tuco la que arrancó con la cría en la década del 30. “Estos caballos son parte de nuestra vida, de nuestra familia. Nunca haríamos algo que les hiciera daño”, señaló el dueño.