Un grupo de expedicionarios, liderado por el ingeniero Carlos Pane y estudiantes de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, inició esta mañana el descenso submarino para intentar llegar al buque Monte Cervantes, hundido en 1930 y considerado el "Titanic argentino".
La expedición partió pasadas las 9, cuando todavía era de noche y la temperatura estaba cerca de los 0º, e incluyó la navegación de 10 millas náuticas (unos 15 kilómetros) hasta inmediaciones del Faro Les Éclaireurs, donde se buscaron las coordenadas exactas del naufragio.
Los organizadores de la expedición determinaron que solamente dos robots submarinos formasen parte de la búsqueda. Fue luego de que una alerta de orcas presentes en la zona llevó a determinar que no interviniesen en la misión buzos profesionales, que iban a acompañar al equipamiento técnico.
El objetivo principal de la expedición submarina es encontrar a unos 30 ó 40 metros de profundidad la lámpara de navegación del Monte Cervantes, que podría estar cubierta de algas o haber colapsado con el paso del tiempo.
En caso de no hallarla, afirmaron que van a rastrear otros elementos que dejó el naufragio, que puedan tener interés arqueológico o de preservación del patrimonio cultural de la provincia.
"Tras varios meses de trabajo, tenemos muchas expectativas de poder documentar este naufragio. Sin embargo, las condiciones climáticas en este momento no son las mejores. El catamarán en el que nos encontramos no pudo fondear y debemos mantenernos en movimiento mientras descendían los drones. De todas maneras, esperamos llegar y sostener el objetivo", sostuvo Cane.
En el corazón del Canal Beagle, el frío helado, pero sobre todo el viento y oleajes intensos, determinaron que las alternativas previstas para la travesía no estuviesen siendo las planeadas por los organizadores.
El Monte Cervantes se hundió el 24 de enero de 1930. Dos días antes había zarpado de Ushuaia con destino a Chile. Chocó contra un bajo fondo y comenzó a entrar agua. Minutos más tarde, el barco se inclinó a babor y se hundió. Hubo una sola víctima fatal, el capitán Teodoro Dreyer.
En 1954 hubo un intento para reflotar el Monte Cervantes, que tenía partes a la vista, fuera del agua. Cuando faltaba una milla para culminar los labores, el casco se volvió a romper y se hundió a más profundidad de donde estaba.