Marcela es médica y estuvo casada 18 años con un cirujano que atiende en un hospital público y en una clínica privada, en la ciudad de Buenos Aires. Tuvieron dos hijos. Y se separaron a comienzos del 2020. El 12 de marzo de ese año, pocos días antes del inicio de la cuarentena por la pandemia de covid 19, de común acuerdo él se fue de la casa que compartían en un barrio porteño. A los 15 días, Marcela empezó a vivir una película de terror y no por el virus que obligó al mundo al encierro: por casualidad, descubrió que su ex, desde el inicio de la relación --cuando recién eran novios-- y por casi dos décadas había compartido con otros hombres miles de fotos íntimas de ella. Incluso, le había intentado enviar esas fotografías a conocidos de ella en forma anónima, entre ellos a su entonces jefe de la residencia. Marcela encontró también CDs del año 2002, cargados con imágenes suyas, todas en poses sexuales, que él le sacaba como forma de juego erótico de la pareja. Pero además detectó que había otras que se las había tomado sin que ella supiera para compartir y comentar con otros hombres.
“No sabía qué hacer, estaba totalmente en shock”, contó a Página 12, sobre aquel descubrimiento. Es la primera vez que relata su historia a un medio, aunque lo hizo con la condición de preservar su identidad y la de su ex, para proteger a los dos hijos de ambos, de 10 y 6 años. Decidió compartir su testimonio, luego de la media sanción que le dio la Cámara de Diputados a la llamada Ley Olimpia, que incorpora la violencia contra mujeres en entornos digitales a la Ley 26.485 como otra forma de violencia machista. Y prevé una serie de medidas cautelares de protección que puede dictar la justicia, entre ellas, ordenar a las plataformas digitales el quite de los contenidos que generan la violencia.
“Me da mucho miedo que se minimice lo que me pasó. Para mí es terrible”, dice, y se le nota la angustia en la voz. Es de los pocos casos de víctimas de difusión no consentida de imágenes íntimas que consiguió una condena en el país. Pero apenas su ex tuvo que pagar una multa equivalente a 800 unidades fijas, que en 2021, cuando se declaró culpable en un juicio abreviado, alcanzaba a $42.400. Además, fue obligado a realizar un curso denominado “Lado V, taller de entrenamiento vincular”, dictado por el Ministerio Público de la Defensa de CABA, de 12 encuentros grupales de dos horas cada uno. La condena incluyó la restricción de acercamiento a Marcela a un radio no menor de 200 metros de ella y de su domicilio. El fallo lo dictó Juzgado de Primera Instancia en lo Penal, Contravencional y de Faltas N 16, Secretaría N 31, de CABA, el 8 de septiembre de 2021. El cirujano pidió pagar el monto de la multa en cuotas y pudo abonarlo en seis pagos.
En la Argentina, a diferencia de otros países como España, la difusión no consentida de imágenes o videos íntimos no es delito. Aunque se han presentado varios proyectos en el Congreso para tipificar esa y otras conductas de violencia digital, ninguna prosperó. Pero en 2018 en la Ciudad de Buenos Aires --y más recientemente en Resistencia, Chaco-- se tipificó como contravención.
El artículo 74 del Código Contravencional sanciona “a quien difunda, publique, distribuya, facilite, ceda y/o entregue a terceros: imágenes, grabaciones y/o filmaciones de carácter íntimo sin el consentimiento de la persona a través de cualquier tipo de comunicación electrónica, de transmisión de datos, páginas web y/o a través de cualquier otro medio de comunicación, siempre que el hecho no constituya delito. Cuando la víctima sea menor de 18 años, no será tenido en cuenta su consentimiento para la difusión e igualmente será penada dicha acción. Asimismo, la aprobación de la víctima para la generación de ese material no habilita la realización de la presente conducta”.
“Estuve 18 años en pareja con este señor, desde mis 20 años hasta mis 38”, cuenta Marcela. Descubrió que había compartido fotos íntimas suyas cuando a los 15 días de haberse separado, él fue a llevar de regreso a los hijos a la casa de Marcela y le pidió usar su computadora para chequear unos e-mails... Y dejó el correo electrónico abierto. “Es inexplicable que después de 18 años de no cometer un solo error y teniendo la posibilidad de chequear el correo en su celular, haya dejado abierta su cuenta de mails en mi computadora. Para mí la dejó a propósito”, piensa Marcela. Lo que ella vio fue un correo de una cuenta de su ex que desconocía, desde donde enviaba las fotos. La había abierto con un nombre falso.
Con la ayuda de su hermana, fue encontrando toda la evidencia al mismo tiempo que se sentía ultrajada al ver cada correo que su ex había compartido con hombres desconocidos y otros conocidos. “Había fotos desde que éramos novios hasta de cuando ya habíamos tenido hijos”, apunta. “En los últimos años él ya sacaba fotos sin que yo me diera cuenta. En muchas oportunidades porque yo no quería: era una práctica que solamente le gustaba a él y a mí no. Me dolió mucho ver que entre las que había compartido había una en la que se veía la cuna de nuestro bebé de fondo”, cuenta.
--¿Cómo le afectó lo que le hizo? --le preguntó este diario.
--Es muy difícil explicar la sensación de invasión de mi intimidad, de mi cuerpo. Lo peor es que lo hizo la persona en la que yo confiaba, que era mi pareja. Tampoco se justificaría, por supuesto, si un desconocido hubiera filtrado fotos mías pero duele más si lo hace la persona de mi confianza. Por un lado, me sentí traicionada, que a esta altura es el menor de los problemas, pero lo peor fue que me sentí violada. Había conversaciones de hombres opinando sobre mí, diciendo lo que me harían, él ofrecía mis genitales a otras personas, en algunos casos ofrecía vender mis fotos, o intercambiarlas. Me mencionan con mi nombre, con mi profesión. Salgo a la calle y pienso que cualquiera de los hombres con los que me cruzo podrían haberme visto desnuda.
Marcela confrontó a su ex y le preguntó por qué lo había hecho.
“El repite una y otra vez que no me puede pedir disculpas ni me puede decir por qué lo hizo porque no tiene explicación. Me ha dicho varias veces, lo tengo por escrito incluso: `No sé por qué te cagué la vida, no sé por qué te sigo cagando la vida, soy un cáncer”.
Con el acompañamiento legal de Florencia Zerda de la organización Género y TIC, la médica denunció a su ex el 1 de abril del 2020, justo al inicio del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio. Inmediatamente le dictaron una orden de restricción. El caso lo llevó la Unidad Fiscal Especializada en Delitos y Contravenciones Informáticas de CABA, a cargo de Daniela Dupuy. Finalmente el 2 de julio del 2021 le informaron que le ofrecerían un juicio abreviado para que se declarara culpable. “Es una contravención, así que sólo logramos que pague una multa, como si hubiese cruzado dos semáforos en rojo, y le obligaron a hacer un curso de violencia de género. No logramos que hiciera ni siquiera trabajo comunitario. Eso sí es muy triste. Y él siguió su vida como si nada”, lamenta la mujer.
“Desde el feminismo no solo buscamos la punibilidad de las conductas, hay que trabajar con políticas públicas educativas, pero en el mientras tanto no podemos dejar que las víctimas sigan sufriendo las consecuencias que sufren”, dijo Zerda a Página 12. La abogada es una de las impulsoras de la llamada Ley Olimpia.
Uno de los ejes que propone el proyecto de ley que obtuvo media sanción en Diputados el 5 de julio es el de la prevención y la capacitación que quedará en manos del Consejo Federal de Educación. “Claramente se trata de un tema central. Adueñarse y amigarse con el mundo tecnológico es todo un desafío para las mujeres. Lo es desde el punto de vista técnico, pero también en todas las otras interacciones. En oportunidades no sabemos cómo reportar contenido, bloquear a los acosadores o tomar una captura de pantalla, todas medidas necesarias que nos protegerán y permitirán iniciar los reclamos correspondientes. Pero atención tampoco debemos maximizar el paradigma del 'autocuidado' porque el escenario virtual presenta diversas complejidades que deben ser trabajadas desde distintas ópticas y con diversas herramientas”, advierte la abogada María Julia Giorgelli, especialistas en privacidad, género y tecnología de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, desde donde están acompañando a mujeres que han sufrido distintas situaciones de violencia digital por razones de género.
El proyecto de Ley Olimpia ahora debe ser tratado en el Senado. Pero la Banca de la Mujer, a la que seguramente será girado, ni siquiera se constituyó este año como comisión, a cuatro meses de abierto el año legislativo, por falta de quórum ante la ausencia de senadorxs que se quedan en sus provincias en el contexto de campañas electorales. Esperemos que el tratamiento no se demore.
Marcela le inició también una demanda por daños y perjuicios a su ex. Además, tuvo que presentar un amparo en el fuero federal para que Google y Taringa den de baja algunas publicaciones que había con fotos de ella. Con su exmarido no volvió a tener contacto: cuando necesita comunicarse con él como padre de sus hijos, la madre de Marcela actúa de mensajera.
El de Marcela es uno de los pocos casos en los que se llegó a algún tipo de castigo en la justicia. Las víctimas de casos de difusión no consentida de material íntimo que viven fuera de CABA rara vez lo consiguen. A veces la justicia aplica otras figuras, como coacción o extorsión o lesiones leves, pero mayoritariamente las denuncias se suelen archivar, incluso en la Ciudad de Buenos Aires donde es una contravención.
En 2019 llegaron a la Fiscalía Especializada 73 denuncias por difusión no consentida de material íntimo; en 2020 --en plena pandemia-- 184; en 2021, 111 y en el primer trimestre de 2022, 48 casos, según informó a este diario la fiscal Dupuy. En 2021, la resolución que dio la Justicia Contravencional fue: 9 condenas, 53 probation, 28 archivos de la causa, y el resto, se pidió elevación a juicio o siguen en trámite. En el primer trimestre del 2022, hubo 9 probation y 2 condenas.
--¿Cómo recibió la aprobación en Diputados de la llamada Ley Olimpia? --le preguntó este diario a Marcela.
--Sentí alegría y esperanza, después de ver tanta impunidad y de sentir que a nadie le importaba el tema. Todavía está vigente en la sociedad la idea de que la culpa es de la víctima: “¿te sacaste la foto? Jodete...por puta”. Por eso es muy difícil hablar del tema. Me puede perjudicar más a mí que a él, increíblemente.
Pesadilla 2
Perla tiene 33 años, es madre de tres hijas de 8, 11 y 16 años y trabaja limpiando casas particulares. También ella está viviendo una pesadilla.
A partir de abril de 2021 empezó a recibir mensajes por WhatsApp de varones, de parejas heterosexuales y de una mujer --a razón de dos contactos aproximadamente por semana-- diciéndole que querían mantener sexo con ella. En todos los casos, le aclaraban que ella les había pasado sus datos la noche anterior a través del sitio web Doplim, una página y aplicación de avisos clasificados.
“Me pasaste tu número”; “Me dijiste que recién te habías reconciliado con tu marido pero que querías tener un amante”; “Vos me pasaste anoche tu nombre y tu contacto por Doplim”; “Vos me dijiste anoche cuando vos quieras nos chupamos las tetas”: son el tipo de mensajes que empezó a recibir. Ella no tenía ni idea de qué le hablaban. Alguien le había creado un perfil falso: la gente que la contactaba sabía su nombre y que vive en la ciudad de Buenos Aires. Lo más angustiante --cuenta a Página 12-- es que en dos oportunidades se presentaron en su domicilio varones pidiendo los supuestos “servicios sexuales” que ella no ofrece. Es decir, desde el perfil falso pasan su dirección particular.
Con el acompañamiento de la Defensoría del Pueblo de CABA hizo la denuncia en la justicia y la causa tramita en la Fiscalía Especializada en Delitos y Contravenciones Informáticas de CABA.
Pero la investigación no tuvo avances todavía.
La última vez que se presentó un hombre en su casa queriendo sus “servicios sexuales” fue el 2 de mayo último. “Era un señor de más de 50 años, me traía algunos regalos. Me dijo que yo lo había contactado por Telegram. Es decir, ahora hay otra aplicación donde me estarían ofreciendo”, cuenta la mujer a Página 12. Su mayor temor es que sus hijas estén expuestas al riesgo de que desconocidos se presenten a su casa, mientras ella está trabajando. Cada día que sale de su casa, se va con ese temor.