El Gobierno asegura que el gasoducto NK cambiará la Historia. Menos a la vista está, quizás, el hecho de que cambió historias. Por ejemplo, la de Belén Murúa (37), una mujer que trabajaba en limpieza, entre otras cosas, y que tuvo su primera experiencia dentro de una empresa. Experiencia que la transformó; "la más importante" de su vida después de haber tenido a sus hijos. "Es algo que le vamos a contar a nuestros nietos", se enorgullece, por su parte, Lebián "Leby" Martínez (34), quien antes de participar de este hecho histórico hacía changas en pintura y construcción. Ambos se entusiasman con la posibilidad de crecer en la empresa que los contrató (BTU), a cargo del último tramo, el renglón 3.
El impacto del gasoducto en el empleo
El gasoducto tuvo un fuerte impacto en la generación de empleo. Según un informe elaborado por un equipo de investigación de la Facultad de Sociales de la UBA y la empresa Energía Argentina, generó cerca de 40 mil puestos de trabajo entre los directos e indirectos, debido a la movilización de personas de todo el país. Entre altas y bajas, pasaron por la obra 5500 trabajadores y trabajadoras. El 64 por ciento tenía entre 18 y 39 años. Para muchos fue su primera experiencia laboral. Un 9 por ciento fueron adultos mayores, próximos al retiro o jubilados dentro del rubro, valorados por su experiencia. Un 2 por ciento provenía del extranjero.
Tanto Leby como Belén son de Salliqueló, la ciudad ubicada al oeste de la provincia de Buenos Aires, al límite con La Pampa, que el gasoducto hizo famosa y que recibió a Cristina Kirchner, Sergio Massa y Alberto Fernández para la inauguración el domingo 9 de julio. Leby retrata cómo se transformó durante diez meses este pueblo tranquilo de alrededor de 10 mil habitantes: "De repente llegó mucha gente de afuera, que trabajaba incluso en otros pueblos y se alojaba acá. Todo lo que era hotelería, inmobiliaria, gastronomía trabajaba mucho más. Vino mucha gente con experiencia porque Salliqueló no es un pueblo petrolero ni está cerca de serlo. Tenemos campo, tambos, ganadería. Tres fábricas lácteas son la fuente económica de la región".
El reclutamiento local tuvo un impacto positivo en el empleo en las localidades cercanas a la traza. Relata el informe que los trabajadores locales han ocupado puestos de menor calificación que los que llegaban de otras provincias. En efecto, la mayoría carecía de experiencia previa en el manejo de maquinaria o herramientas de trabajo en obras de construcción. "Nos fueron capacitando de a poco. Yo no tenía ni idea de lo que era un caño. Había charlas todos los días", dice el joven, papá de Olivia, de ocho años. Las empresas contratistas brindaban capacitaciones en torno a seguridad, salud y medio ambiente. Además, de manera informal, en tiempos de descanso, almuerzos o los días en que el clima no permitía avanzar, los expertos transmitían al resto sus saberes. De ellos, Leby resalta la "humildad".
La historia de Leby Martínez
"Lo hacíamos un poco conscientes de que era algo re groso: estábamos contentos. Y la gente de afuera, como los ingenieros, que trabajaron siempre en gasoductos, nos daban detalles que nos hacían tomar dimensión", relata Leby. Supo a fines de 2021 que estaban buscando gente para la obra porque el presidente del Concejo Deliberante local, Ariel Sucurro, lo difundió. Dejó su currículum en una delegación de UOCRA. Para él --para muchos-- la experiencia implicó un importante avance a nivel salarial.
Lo tomaron para la fase de desfile de caños. "Nos parábamos en la línea, venían los camiones e íbamos descargando los caños, dejándolos prealineados, acomodaditos, perfectos, porque llevan un sentido. Entonces atrás venían los que los acoplan, los que sueldan", explica. Como ayudante, cobra 200 mil pesos por quincena. Sigue contratado; no sabe hasta cuándo. "En el pueblo ni por mes ganamos eso", compara. Trabajó de lunes a sábados, un mínimo de 12 horas diarias.
"Hay grupos que ya terminaron. Nosotros estamos haciendo retoques. Y hay algunos trabajando en la planta de Saturno", precisa. Quiere, como Belén, seguir trabajando en esto, ya sea en la planta propulsora que se construirá en su ciudad, o para el segundo tramo del gasoducto, que irá de Salliqueló a San Jerónimo (Santa Fe). No tiene certezas sobre su futuro; sí esperanzas. "Te contratan por obra, el contrato no tiene un tiempo, te pueden dar la baja en cualquier momento", detalla.
"Mi trabajo era lindo pero no daba lugar a crecer. Hubo chicos que aprendieron a amolar o manejar la máquina. Uno que estaba en el desfile ahora maneja una 'retro' y tiene trabajo seguro... pasó a ser uno de los mejores retristas. Hay chicos que pudieron hacer carrera", describe. Cuenta, también, cómo se sintió hacia adentro el tiempo récord en que se realizó la obra. "La idea era terminar antes para que se pudiera adjudicar la segunda parte antes de las elecciones, porque después no sabemos qué va a pasar. El tiempo récord era una motivación: asegurar un laburo para más adelante", revela.
Toca la guitarra y el bajo. Luego del trabajo disfrutaba de las peñas y asados que se armaban, junto a sus compañeros del norte, que "llevan la música en la piel". Su banda de rock se llama Sin Destino. "No somos un país sin destino", dijo el Presidente en la inauguración del gasoducto. Leby pensó en su banda.
Belén Murúa: "Mi vida cambió totalmente"
El 6,9 del plantel lo conformaron mujeres. Pese a que se trata de un porcentaje muy bajo, no es recurrente esa tasa de participación femenina en este tipo de obras. Tanto Energía Argentina como las empresas contratistas la definieron como "inclusiva".
"Fue una de las mejores experiencias que viví en mi vida, después de mis hijos", expresa Belén y se nota que no exagera. Son las 20, recién llega del trabajo, comenzó a las 6. "Estamos en lo último, arreglando tranqueras y alambres que se sacaron de los campos, para que todo quede en perfecto estado como cuando se entró la primera vez", cuenta.
En primer plano pone el aspecto humano de lo transitado: "Vivo en un pueblo y nunca había salido a otras provincias. Conocí muchísima gente de todos lados, como Mendoza y Salta, que me llevo en el corazón. Jodemos con qué vamos a hacer cuando nos separemos. Hicimos una gran familia. Pasamos muchas horas juntos".
Ingresó en enero, como banderillera, al cuidado de que no hubiera ningún accidente en la ruta con el ingreso de camiones. En febrero fue trasladada al acopio. Entregaba materiales y herramientas a la línea, también refrigerio. "Antes trabajé como mucama en el hospital y el asilo del pueblo. Después como barrendera para el municipio. Lo último que hice fue trabajar en un campo, pintando, poniendo durlock. Esta experiencia hizo que mi vida cambiara totalmente y que cambiara mucho mi pensamiento", asegura. Es madre de cinco chicos de entre ocho y 18 años (Facundo, Vale, Santi, Jaz, Fran: pide nombrarlos porque los dejó "mucho tiempo solos").
220 mil pesos la quincena fue lo máximo que cobró. "Nada se asoma: en mi último laburo ganaba 3500 por semana." Con el dinero que ganó le festejó el cumpleaños de 15 a su hija, llenó la heladera, equipó y reparó cosas de su casa, que sufrió un incendio en marzo del año pasado.
"La carga horaria no es la misma en comparación a otros trabajos. Por eso se formó una familia: es de lunes a lunes convivir con gente", agrega Belén. Llegó a pasar la noche en la fase, alcanzando "café calentito" a los que trabajaban en ese momento. "Tengo la suerte de que el papá de mis hijos me ayudaba a cuidar a los nenes. La gente de afuera dejó su familia y su casa. Los que vivimos en el pueblo teníamos la suerte de llegar a nuestras casas pero no veíamos prácticamente a nuestros hijos. Esto me transformó. Estoy orgullosa. Y si me tengo que ir a otra obra, por más que duela dejar a mis hijos, lo haría", dice.
"No he dormido pero no lo sentí. ¡Es tanta la adrenalina!", evoca. Está agradecida con sus jefes Gustavo Castro y María Rosa Nieva. "Ojalá se hagan un montón de obras más. Tuve la suerte de hacerme amiga y de tener contacto con mucha gente que trabajó en obras. Cuando termine tiraré el currículum", se adelanta. "En los gasoductos siempre trabajan hombres. Es una obra masculina. Pero acá se comprobó que no. Que podés tener mujeres trabajando en la línea. Puedo nombrar a las apuntadoras, las que llevaban todos los papeles, a las que se metían abajo para tirar tritubo o a las que pintaban caños. Es importante que las empresas se den cuenta de que las mujeres podemos trabajar en determinadas áreas", analiza.
Vivió el domingo de la inauguración con emoción, sorprendida por la cantidad de flashes, dando entrevistas no sin cierta timidez. Pensó: valieron la pena las noches sin dormir. Aquellas en las que, lejos de sus hijos, lloró. El "sacrificio" de sus compañeros "embarrados, mojados, en pleno invierno, con las heladas". Su "fascinación" se oscurece sólo cuando piensa en los periodistas que niegan que la obra esté terminada. "Es querer hacer política, pero terminan ensuciando a los trabajadores. Dicen que no quieren generar odio, pero lo terminan haciendo. Puedo asegurar que la gente metió todo. Garra, corazón y fuerza. Como loco", concluye.