“No podemos darnos el lujo de seguir alimentando la fragmentación en lugar de la esperanza” afirmó entre otras cuestiones el nuevo arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, en la homilía que presidió en el atrio de la catedral porteña y de cara a la Plaza de Mayo, como parte de la celebración litúrgica de su asunción al frente de la arquidiócesis capitalina. En la oportunidad García Cuerva estuvo acompañado del arzobispo saliente, cardenal Mario Poli, de los obispos auxiliares de Buenos Aires y de una treintena de obispos de distintas partes del país, entre ellos los nuevos cardenales nombrados por Francisco, Víctor “Tucho” Fernández (arzobispo de La Plata) y Ángel Rossi (arzobispo de Córdoba).
En la primera fila de los asistentes reunidos frente a la catedral estaba el presidente Alberto Fernández, el canciller Santiago Cafiero, la ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz y el secretario de Culto, Guillermo Olivieri. En la Plaza de Mayo además de todos los sacerdotes de la arquidiócesis porteña y venidos de otros lugares del Gran Buenos Aires, se congregaron fieles católicos y jóvenes de colegios y organizaciones confesionales, portando estandartes y banderas. No faltaron tampoco los bombos que se hicieron sentir cada vez que el arzobispo García Cuerva hizo gestos para saludar a los presentes.
Desde el altar montado en el atrio de la catedral porteña el nuevo arzobispo dijo que Jesús “nos convoca, impulsa y acompaña a unir nuestras manos para acercar su unción a los caídos, a los rotos, a los solos, a los más pobres; a los paralizados por la droga, la prostitución y los diferentes tipos de explotación; a quienes por la crisis económica y por tantas otras pandemias de nuestro siglo XXI han sido contaminados en su diario vivir”.
García Cuerva, 55 años, fue designado arzobispo el 26 de mayo pasado por el papa Francisco, y su designación generó resistencias entre los sectores más conservadores del catolicismo porteño , dada la trayectoria del obispo que muestra su compromiso con los pobres y los antecedentes que le han valido el calificativo de “obispo villero” por su trabajo como sacerdote en barrios populares del conurbano y su alineamiento con la perspectiva pastoral de Jorge Bergoglio.
"Yo quiero ser el pastor de todos, especialmente de aquellas ovejas más heridas, de aquellas ovejas que más sufren, especialmente de aquellos que se sienten excluidos, marginados y aquellos que sufren la cruz del dolor de la enfermedad", había dicho el arzobispo poco después de conocer su designación. Ahora, en su primera homilía en Buenos Aires, pidió que haya “lugar para todos en la ciudad, sin excluidos, forjando la cultura del encuentro frente a la cultura del descarte y la indiferencia”.
El arzobispo porteño pidió también reconocer “la necesidad de dejar los personalismos de lado `generando consensos y buscando acuerdos` que permitan a la creatividad y a la audacia abrir nuevos caminos”. Sin referir particularmente a ninguna situación, pero en evidente referencia al clima social y político que se vive en el país, García Cuerva dijo que “no podemos darnos el lujo de seguir alimentando la fragmentación en lugar de la esperanza”.
Desde su perspectiva, el arzobispo sostuvo que es el Espíritu Santo quien “puede ayudarnos a curar la parálisis de no poder soñar y trabajar con otros por un país más justo y fraterno; la parálisis de la intolerancia y la descalificación que no nos deja caminar al encuentro del otro, que, aunque piense distinto, merece todo mi respeto y consideración”.
Apoyando todo su discurso en los textos bíblicos leídos en la misa –a la que también asistieron autoridades de otros cultos no católicos- García Cuerva afirmó que “hoy estamos llamados a reconocer que, entre nosotros, hay personas, familias, amigos que están sufriendo; que se sienten lastimadas en su esperanza; las familias que siguen llorando a los de más de 16.000 fallecidos por Covid en la ciudad; los ancianos abandonados o dejados de lado; quienes sufren adicciones, violencia en todas sus formas, angustia pánico; quienes viven en situación de calle o en viviendas precarias, o tantos y tantas que, desvelados, hacen ‘malabares’ buscando llegar a fin de mes”.
Se trata, dijo el obispo, de quienes “ya no tienen ganas de seguir; paralizados en sus sueños, golpeados por la realidad económica y social que duele y que congela el alma”.
El nuevo arzobispo nació en Buenos Aires, es abogado y teólogo. Antes de ser nombrado en Buenos Aires García Cuerva se desempeñó como obispo de Río Gallegos, desde enero de 2019, y previamente como obispo auxiliar de Lomas de Zamora. Fue ordenado sacerdote el 24 de octubre de 1997 en la catedral de San Isidro por el obispo Jorge Casaretto. En el mes de julio de 2021 el papa Francisco lo designó miembro de la Congregación para los Obispos del Vaticano, un cargo de enorme relevancia e incidencia en la Iglesia Católica de todo el mundo. El ahora arzobispo porteño dijo entonces que "quiero tratar de cumplir esta misión con mucha humildad y mucho compromiso y contribuir al modelo de obispo que nos pide Francisco: un obispo pobre para los pobres". Recordó también en la ocasión que “el Papa nos pide ser obispos cerca del pueblo, de la gente, cerca de Jesús en la oración y cerca de los curas que son nuestro primer prójimo”.