Bejucal, en Cuba, está a 386 kilómetros de Miami en línea recta. Entre ese pueblito de la provincia de Mayabeque y la ciudad de EE.UU van y vienen las teorías conspirativas. Hollywood ha sido prolífico en ellas y China es protagonista ahora de la última novela. La información o globo chino – según quien la cuente-, basada en fuentes de inteligencia y un artículo del Wall Street Journal del 8 de junio pasado, señala que en aquel lugar, entre la maleza de la isla caribeña, se oculta una base espía de Beijing. Estados Unidos primero contradijo al diario y después se sumó a la denuncia. Pero más énfasis puso la diáspora cubana que hace décadas busca con insistencia el fin de la revolución.
Hasta hoy su núcleo duro residente en la Florida repite la historia de las antenas parabólicas que interfieren las comunicaciones para proveerse datos sensibles sobre la seguridad nacional. La Habana lo desmintió. Su vicecanciller Carlos Fernández de Cossio publicó en aquel momento que era “totalmente mendaz e infundada” la versión según la cual existiría “un acuerdo entre Cuba y China en materia militar para la instalación de una supuesta base de espionaje”.
El lunes 10 de julio, el comité de asuntos exteriores de la Cámara de Representantes estadounidense, sesionó en Hialeah Gardens, localidad vecina a Miami. Eligió un lugar fuertemente simbólico: el museo de la Brigada 2506, donde decenas de fotos de los mercenarios que participaron en abril de 1961 en la invasión de Playa Girón decoran las paredes. El presidente de la comisión, el republicano Michael McCaul, dijo cuál era el propósito del encuentro: “Es un honor ser el anfitrión de la mesa redonda bipartidista de hoy con destacados activistas cubanos en vísperas del segundo aniversario de las históricas protestas prodemocráticas del 11 de julio en Cuba”.
Miami, que en estos días se sacude con la presencia de Messi, es la capital de las intrigas y la desestabilización contra el gobierno del presidente Miguel Díaz Canel y cualquier otro país soberano de América Latina que no haga seguidismo de Washington.
La presunta presencia china en la isla fue denunciada por McCaul basándose en la teoría del espionaje contra EE.UU: “Hay una base de espías que China ha creado a solo 90 millas de donde estamos hoy, del Comando Sur, del Comando de Operaciones especiales. Todas estas bases de inteligencia militar en Florida podrían estar comprometidas por la estación espía que el partido Comunista de China ha creado a 90 millas de esta costa”. Pero no ofreció ninguna prueba.
Al representante por Texas lo rodeaba la vanguardia anticastrista del Congreso por el estado de Florida: los republicanos Mario Díaz Balart, Mike Waltz y María Elvira Salazar, más los demócratas Jared Moskowitz y Debbie Wasserman Schultz.
McCaul es un halcón que acaba de votar la Ley de Autorización de Defensa Nacional (NDAA) para el año fiscal 2024. Una evidencia de cómo EE.UU avanza sobre los asuntos internos de China, aunque solo tenga alcance nacional. Para el congresista, la norma también “apoya a nuestro aliado Israel, contrarresta las actividades nefastas del Partido Comunista chino y pone fin a la politización de nuestro ejército por parte de la izquierda. En un momento en que los adversarios de Estados Unidos están cada vez más envalentonados bajo el débil liderazgo del presidente Biden…” señaló.
La amenaza china sigue usándose como expresión coloquial en la política norteamericana. Pero también se machaca con la idea de que Cuba es “una grave amenaza para la seguridad nacional”, como declaró Díaz Balart. Ahí es donde se vuelve coartada el intervencionismo sin disimulo. Con el sostenimiento del bloqueo por más de seis décadas para la mayor de las Antillas y un endurecimiento de las sanciones económicas contra Beijing.
McCaul dijo en la reunión que como presidente del Comité de Asignaciones de la Cámara Baja proyecta subir a 30 millones de dólares la ayuda para “promover los derechos humanos en Cuba”. Pero además sugirió que bloquearía la asistencia destinada a cualquiera de los países que contraten a las brigadas médicas cubanas que tan bien fueron recibidas en Italia y América Latina durante la pandemia, con la excepción del gobierno golpista boliviano de Jeanine Áñez y el de Jair Bolsonaro en Brasil.
Los ataques del lobby anticubano del Congreso siguieron a una denuncia de La Habana contra el ingreso a la base militar de Guantánamo de un submarino nuclear de EE.UU. La cancillería rechazó “categóricamente” la presencia de esa nave de guerra entre el 5 y el 8 de julio. Desde el Departamento de Estado su portavoz respondió: “Pondremos nuestras fuerzas donde queramos…” con la naturalidad de quien se autopercibe gendarme en cualquier región del mundo. En esa porción de la isla que Estados Unidos le arrebató a Cuba en 1898, enmienda Platt mediante, y de acuerdo con un informe reciente de la relatora especial para la promoción y protección de los Derechos Humanos de la ONU, la jurista irlandesa Fionnuala Ní Aoláin, de los 800 presos que llegó a tener la cárcel de Guantánamo, todavía quedan treinta, que son objeto de un trato “cruel, inhumano y degradante”.
Bajo asedio, la Cuba que el congresista Díaz Balart comparó con un cáncer en el museo de la Brigada 2506, no cede a las presiones que tienen como base a Miami. “El paseito de su submarino nuclear por la porción de agua usurpada de la ilegal base estadounidense en suelo guantanamero y parte de su bahía, puede tener variados propósitos, pero el más evidente es el de mostrarse como el guapo del barrio”, escribió en Cubadebate el periodista Randy Alonso Falcón.
El presidente de la Casa de las Américas y exministro de Cultura, Abel Prieto, fue más lejos aún durante un informe de la TV cubana. Habló de “planes específicos de guerra psicológica, laboratorios que están trabajando en eso” contra la isla, en el marco de lo que se define como guerra cognitiva. Historias como la que habla de una base china en Bejucal están hechas a medida de la estrategia de Washington. El encuentro de los congresistas de EE.UU en la sede y museo de la Brigada 2506, fue un capítulo más de esa política. Biden la acentuó después de que Trump colocara a Cuba en la lista de estados patrocinadores del terrorismo.