El pasado viernes 13, al mediodía, en el Ministerio de Defensa de la Nación se recibió una nota en sobre cerrado del gobernador de Tierra del Fuego, Gustavo Melella, dirigida al Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, Teniente General Juan Martín Paleo.

Allí el mandatario fueguino se refería a un artículo publicado en Infobae el domingo anterior y titulado "9 de Julio: soberanía, estrategia militar y ámbito espacial", en el que se hacía referencia a la delicada situación que atraviesan su provincia y el vasto espacio marítimo argentino, a causa de la instalación de una estación terrena de la empresa de capitales británicos Leolabs.

Con sede en California, EEUU, Leolabs, según su propia página web, es la principal empresa mundial proveedora de los siguientes servicios: A) Monitoreo y consciencia situacional de utilidad militar; B) Monitoreo de la posición orbital de los satélites; C) Identificación y alerta por riesgos de colisión en el espacio; D) Asistencia para ubicación, seguimiento y recuperación de contacto con cargas útiles recién lanzadas a la órbita baja terrestre; E) Evaluación de los riesgos de colisión satelital; F) Monitoreo de lanzamiento de vectores.

Las seis grandes estaciones de radar de Leolabs en el mundo están situadas en los Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Portugal y Costa Rica. Los tres primeros países son parte de un acuerdo llamado “Five Eyes” (cinco ojos) y tienen por objetivo compartir datos de inteligencia. En su directorio hay ex miembros del Departamento de Defensa de los EE.UU y de la Real Fuerza Aérea Australiana.

Esto plantea un debate muy interesante que la Argentina nunca se dio a nivel popular ni con claro interés soberanista, a pesar de ser un asunto que requiere soluciones patrióticas, pacíficas y definitivas. Que es lo que más falta en estas horas en que hay en marcha, en la otra punta del país –Jujuy– un plan secesionista como jamás se había planteado, ya que hasta ahora sólo hubo leves amenazas de secesión en Mendoza, con el delirante afán independentista del exgobernador Alfredo Cornejo.

Pero esta vez la cuestión es gravísima porque involucra a los dos partidos mayoritarios, intereses particulares de un gobernador cipayo de alma, y un congreso y una justicia provinciales corrompidos, que se lanzaron a "independizar" de hecho a Jujuy por medios violentos. El cipayaje tiene estas cosas y el gobernador fueguino parece haberlo advertido.

En este contexto, y como viene sugiriendo esta columna desde hace mucho, lo que está en peligro es nada menos que la integridad nacional y la paz quebrantada, ahora con muertos, cientos de heridos y cárceles llenas de ciudadan@s que resisten la violencia de un gobierno provincial desaforado y ciego, posiblemente encandilado por los millones de dólares que proveen esos tesoros llamados litio, mariguana y minería a cielo abierto que aparte de ser hiper contaminantes enceguecen a necios y corruptos.

Claro que en cierto sentido la solución, al menos teórica, no deja de ser simple: hay que frenar este dislate político-económico de forma definitiva. Pero la complejidad emerge de la habitual indecisión presidencial y también de un peronismo-kirchnerismo que parece haber negociado su silencio e inacción.

Como fuere, es obvio que todos los radares en territorio argentino tienen que ser de monitoreo argentino, tanto en plano civil como militar. Podría haber convenios de cooperación, sí, pero no precisamente con potencias dominantes que históricamente nos perjudicaron, como Inglaterra. De ahí el razonable repudio a la instalación de un absurdo "Leolabs fueguino".

En cuestiones de soberanía es preciso ser muy recelosos y desconfiados, como fueron siempre y son, es evidente, las grandes potencias de la Tierra. Y también hay que tener en cuenta que la extensión territorial argentina requiere fuertes inversiones y por supuesto tecnologías propias, muchas de las cuales ya se han desarrollado gracias al talento de investigadores, técnicos y científicos nacionales.

El caso actual debería ser tomado como punto de partida hacia la recuperación y soberanización de nuestra enorme jurisdicción marina, por caso, que es de más de 5.000 kilómetros de costas y que abarca decenas de islas, larguísimas playas e islotes y la porción del Cono Sur que llamamos Antártida Argentina. Se está viendo hoy que son un atractivo fenomenal para las ambiciones expansionistas de las potencias económico-bélicas de este siglo 21, que es muchísimo más "cambalache, problemático y febril" que el 20.

La extensión territorial de la Patria, además, requiere tecnologías también propias, y en este sentido la Argentina está bien preparada, gracias a la visión de Juan Domingo Perón, quien hace 70 años supo convocar a pioneros que desarrollaron una ciencia y técnica de sello argentino y con saludable autonomía.

En consecuencia, Argentina tiene que recuperar y reordenar su personalidad política con miras al espacio exterior y a la maciza e innegociable defensa de su capacidad tecnológica, excepcional y única. Sólo así se garantizará el control territorial y todo lo que refiere no sólo a recuperar el rol continental perdido, sino también a perfeccionar un desarrollo tecnológico autónomo, reordenando y afirmando políticas de control soberano del espacio exterior y también territorial y marítimo, para lo cual es preciso reafirmar políticas muy claras y firmes.

Es sabido que este maravilloso país nuestro está hoy inficionado de todo tipo de contrabandos, narcotráficos y robos de las gigantescas riquezas de nuestros ríos y mares, además del abuso territorial y la concentración de la propiedad de la tierra. Cánceres que sólo con decisión y potentes políticas públicas serán puestos en caja. Pero tan cierto como eso es que con la pesca hurtada hora tras hora de la manera más simple, la hipótesis de ser una nación que contribuya a asegurar la Paz universal no deja de alejarse.

Por eso lo urgente siguen siendo, y cada vez más, las políticas públicas de control en todas las áreas: el campo, la minería, los bosques que todavía quedan, los acuíferos y canales, las montañas y los llanos. Redescubrir estos tesoros obliga hoy a mirar el mar y a ser conscientes del control del firmamento. Esas políticas hoy brillan por su ausencia.

Las políticas de desarrollo pesquero a partir de la conciencia de que la Argentina es un tesoro universal ictícola, deben ser orientadas a la alimentación de millones de niños y adultos que hoy absurdamente tienen hambre mientras nuestra fabulosa riqueza ictícola es hurtada las 24 horas de cada día por centenares de barcos-factoría de una docena de países que sin control alguno se llevan fortunas alimentarias, robadas cada día.

Esto tiene que terminar urgentemente y para ello hacen falta conciencia, primero; tecnologías propias después, y luego reformular políticas, flotas y controles que, además, serán un fenomenal incentivo al trabajo industrial argentino.