El tramo final, decisivo y hasta dramático de la negociación de Argentina con el Fondo Monetario Internacional (FMI) se transformó en un puñado de tensiones porque se confirmó la teoría previa de muchos analistas y negociadores: finalmente, la razzia que sacó del organismo a Christine Lagarde y terminó depositando a Kristalina Georgieva tras el escandaloso préstamo a Juntos por el Cambio, no representó una variación positiva de la gestualidad del organismo y el establishment republicano de los Estados Unidos para con Argentina y el resto de los deudores. La dureza del FMI en la pulseada final, con insistentes pedidos de devaluación, fuerte ajuste del ejercicio fiscal, misiones de revisión y juegos con los tiempos electorales de las presidenciales, mostró la cara más compleja del organismo. Más allá de los matices, es la foto que se ve en los hechos.
En Washington, los cuadros más cercanos a la posición argentina se asombran —ante la consulta de PáginaI12— de cómo el Fondo fue capaz, vía el pedido expreso de Donald Trump, de darle a Mauricio Macri un crédito de 57 mil millones de dólares entre abril y junio del 2018 y hoy no le permite al pagador, el gobierno actual, renegociar ya no para pedir más deuda, sino para pagar y salir del atolladero. A esta altura, no tiene ninguna lógica técnica la demora, admiten en los mercados. En este escenario, presionado por esa negociación, el ministro candidato, Sergio Massa, se paró dando negativas al ajuste y la devaluación, pero apurado por la incertidumbre (que desde el jueves último viene sacudiendo el mercado cambiario) se vio obligado a revelar una serie de acontecimientos que ocurrirían esta semana, con el objetivo de calmar los ánimos de una plaza caliente.
En primer lugar, y según confirmaron a este diario fuentes de Economía, este lunes se subieron a un avión camino a Washington el viceministro de Economía, Gabriel Rubinstein, junto a Lisandro Cleri, vice del Banco Central (BCRA), Raúl Rigo, el secretario de Hacienda y el jefe de Gabinete de la cartera, Leonardo Madcur. Finalmente, a diferencia de lo que se pensaba, viajaron sin el acuerdo cerrado pero con avances. Todos los que viajan son los que vinieron negociando todo este tiempo con los técnicos del FMI.
De todos modos, lo cierto es que en el Fondo saben que, para ellos también, no acordar con Argentina es un problema. En el Gobierno también lo saben. ¿Por qué? Ambas partes manejan el dato de que en 2024 Argentina tendrá un potencial de dólares mucho más relevante, sin los 20 mil millones menos de la sequía; un superávit comercial de 25 mil millones, fuertes ahorros de divisas en energía y un crecimiento posible de entre 4 y 5 por ciento. Eso configura un escenario que, aún con el FMI adentro, pondría al país mucho más lejos de las cuerdas que hoy, y con posibilidad de colocar algún cross al mentón. Esta es, quizás, la situación que pone al FMI a buscar su último acto de presión con escenario favorable. Pero la futurología no aplica a una coyuntura delicada, y el Gobierno tiene por estas horas una sola premisa: Argentina precisa acordar y precisa los dólares. Ergo, el balón está hoy del lado del FMI.
Así las cosas, se espera que el propio Massa viaje el jueves. Esto se produciría luego de varias charlas que vienen teniendo el ministro candidato y Georgieva, por Zoom, desde mediados de la semana pasada, y en las cuales se habría aflojado la exigencia de más recortes a los gastos. Desde Economía venden que el apoyo de la gestión de Joe Biden es total y que el viernes se anunciaría el Staff Level Agreement, que en pocas palabras es la confirmación de que existe un acuerdo y detalles técnicos. Afirman, además, que la Casa Blanca siempre estuvo alineada con la posibilidad de buscar una solución favorable.
Si efectivamente eso ocurriera y el Staff Agreement se firmara, faltaría un detalle clave: cuando llegará el dinero. El domingo por la noche, desde el entorno de Massa se difundió que la negociación actual es por un total de desembolsos de 8500 millones de dólares, que llegarían hasta fin de año y servirían para pagar los vencimientos. Eso tiene dos problemas o dos trabas. Una es si efectivamente habrá o no un dinero disponible para intervenir las eventualidades del mercado cambiario; segundo, si va a llegar la plata antes que el FMI se vaya de vacaciones. En síntesis, el Staff Agreement es el boleto de compra venta y la decisión del Directorio de liberar los fondos son la llave y la escritura. Si la negociación no es inminente, será difícil que los tiempos den para el desembolso. Por ahora, ése es el escenario a la espera de las reuniones en Washington.