Durante mucho tiempo, la historia formó parte de la mitología popular del micromundo del rock bonaerense. Aunque en realidad, por proyección y trascendencia, las barreras geográficas había sido totalmente derribadas. Federico Moura, cantante y símbolo de Virus, había tenido su primera experiencia como cantante en una banda llamada Las Violetas. Allí, compartía formación con algunos otros músicos que luego formaron parte del grupo que marcó un antes y un después en la música popular argentina.

Los años pasaron y apenas si un puñado de eventuales afortunados podían dar cuenta de la existencia y el sonido del grupo que también integraron los hermanos Mario y Ricardo Serra, Néstor Madrid y Cirso Iseas. Hace apenas un par de años, Ricardo Serra encontró unas grabaciones que, si bien durante muchos años se consideraron perdidas, habían circulado en el mundo del coleccionismo pirata desde mediados de la década de los ochenta.

Según cuenta la historia, la banda que ensayaba en la casa que uno de sus integrantes tenía en Chascomús empezaba a tener su actividad en la provincia de Buenos Aires, principalmente en La Plata, pero no lograba hacer pie en la otrora Capital Federal. Por esa razón decidieron grabar un par de canciones que le sirvieran para salir a mostrar su material en medios y oficinas de producción. Con ese objetivo llegaron al estudio Take One, que se encontraba en el mítico edificio Otto Wulff, ubicado la esquina de Av. Belgrano y Perú, una de las más tradicionales de la Ciudad de Buenos Aires. Registraron las canciones “Anímate” y “Me gusta jugar al rock”. “Para seguir adelante tienes que romper esquemas”, canta Federico en el inicio de la primera de las canciones. Casi un presagio de lo que sucedería años más tarde cuando, tras un pequeño exilio brasilero, iba a volver al país para hacerse cargo de la voz principal de los Virus.

Más de cuarenta años más tarde, el ingeniero de sonido Juan “Cana” San Martin tomó aquellas cintas y tras un minucioso trabajo de recuperación, el trabajo se publicó en las plataformas y salió editado en vinilo por el sello platense Zorn Records.

Lo realmente notable de las dos canciones recuperadas es el sonido de la banda, que ya sonaba adelantada a su tiempo y a su espacio de ejecución a finales de la década de los setenta, con el grueso del rock argentino transitando los últimos años del rock sinfónico y la fusión del jazz rock. Todavía faltaban un par de años para que Charly García le cantara a las “nuevas olas” y un poco más para que la propuesta de los Virus tuviese la aceptación masiva que luego ostentó.

Sin embargo, esa musicalidad que se escucha en las canciones de Las Violetas pasó por otro filtro antes de desembocar en las primeras canciones de Virus, muchas de las cuales quedaron registradas en el disco Wadu-Wadu, de 1981.

La prehistoria

Hay un circuito musical platense que explica el comienzo de Virus desde una prehistoria que va a la par del movimiento del rock argentino que oficialmente iba a comenzar a escribirse desde los reductos porteños. Cuando Los Gatos grababan La Balsa, los Manal empezaban a inventar el blues cantado en castellano y los Almendra comenzaban a zapar en la casa de los Spinetta en la calle Arribeños, Federico Moura empezaba a tocar el bajo en su banda Dulcemebrillo.

Eran finales de los sesenta y el grupo versionaba a The Who y Black Sabath, aunque el registro suene demasiado lejano al estilo que Moura explotaría dos décadas más tarde. El cantante se llamaba Luis María Canosa, y fue una de las víctimas de la llamada Masacre en el Pabellón Séptimo de Villa Devoto, en 1978. Los guitarristas eran Daniel Sbarra y Pinfo Garriga, que luego acompañaron a Miguel Abuelo en la grabación de su disco en Francia. El baterista era Diego Rodríguez, que luego iba a formar parte de las primeras formaciones de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. 

A la par de esa primera incursión musical de Federico, Mario Serra comenzaba su actividad como baterista. Cuando los Dulcemembriyo ya se habían separado, Serra se hizo cargo de la base rítmica de la que fue su banda más exitosa hasta el momento, llamada Los Prados. Era un grupo melódico que llegó a vender miles de discos y gozó de cierta popularidad en la primera parte de la década delos 70. Con ellos grabó tres discos, hasta que la banda se disolvió.

Después de algún tiempo dedicado a trabajar como sesionista para la grabación de músicas que luego se utilizarían para publicidades y películas, Serra se reunió con Federico para formar una banda que escapara a los cánones que hegemonizaban la escena argentina de aquellos años. Allí empezaron a aparecer los primeros sonidos que llegaban desde el viejo mundo y que por entonces se comenzaban a nombrar bajo el genérico new wave. Era 1977 y, con la etapa más dura de la dictadura todavía imponiendo su clima represivo, la propuesta del grupo no encontró un gran eco entre el público platense que los vio actuar. Sin embargo se fueron abriendo paso e intentaron empujar la propuesta con las dos canciones que los hermanos Serra recuperaron cuatro décadas más tarde.

El filtro definitivo

En la trasnoche del 18 de enero de 1979 Las Violetas actuaron en el Cine Pinamar junto a otro grupo llamado Marabunta. Allí, tocaban Julio y Marcelo Moura, los hermanos de Federico. Entre el puñado de personas que asistió a aquel evento se recuerda un retraso que obligó a arrancar el concierto pasadas las 3 de la mañana y una puesta escénica “demasiado adelantada” para la época. El resultado fue, entonces, el lógico. Si en septiembre de 1981 el público “pacifista” llenó de narajazos a los Virus durante el Festival Prima Rock, el lector puede imaginarse cuál fue la reacción de quienes asistieron al concierto en el que, tres años antes, un desconocido Federico Moura irrumpió con sus pelos parados, camiseta de leopardo, pantalones ajustados y anteojos oscuros.

Superados por la situación y con un par de dilemas al interior de la banda, Mario y Federico acordaron irse a probar suerte a España, pero Moura se quedó en Río de Janeiro y el encuentro frustrado terminó con Serra en los Estados Unidos. Mientras tanto, una parte de Las Violetas y otra de Marabunta se reunieron movilizados casi por la familiaridad que da la cercanía, la convivencia dentro de una misma ciudad.

A su regreso, Mario Serra volvió a reunirse con su hermano Ricardo, los hermanos Julio y Marcelo Moura y Quique Mugetti. Ensayaban en City Bell y completaban el grupo con una cantante llamada Laura Gallegos, una amiga de Ricardo. Por una compulsa interna, al grupo le pusieron Duro. Grabaron un demo, en el que comenzaron a tomar forma algunos temas que se inmortalizarían años después: “A mil”, “El rock en mi forma de ser” y “El Doctor”.

A pesar de que el sonido iba encontrando su rumbo, el principal problema de la banda estaba en la voz. Laura era una intérprete clásica que no se sentía del todo cómoda con la propuesta del banda, incluso mucho más cercana a la velocidad clásica del rock que la que despúes inmortalizó Virus. Esa incomodidad se fue acrecentando, hasta que decidió dar un paso al costado. Su lugar fue ocupado por un tiempo por Julio, pero el grupo tampoco estaba del todo convencido de que ese era el sonido que estaban buscando. Federico estaba en Brasil. Lo fueron a buscar. Y volvió.

Virus hizo su primera presentación el 11 de enero de 1980 en Club Universal de La Plata.