Alberdi la llamó la Guerra de la Triple Infamia. Paraguay perdió entre el 60 y 70 por ciento de su población y un tercio de su territorio. El conflicto con el imperio de Brasil, Argentina y Uruguay se extendió mucho más que una fanfarronada de Mitre: “En 24 horas en los cuarteles, en quince días en campaña, en tres meses en Asunción”, la pifió el fundador del diario La Nación.
La guerra se prolongó seis años, entre 1864 y 1870. En una primera fase, el mariscal Francisco Solano López se adentró hasta el Mato Grosso. Ocupó una parte con su ejército en lo que hoy es una de las ciudades más grandes de la región: Várzea Grande. A orillas del río Cuiabá, que la separa de la capital homónima del estado. En ese punto de la densa geografía brasileña, se produjo una historia oculta que cruza tres siglos y merecía ser contada. La del campo de concentración que el historiador Jorge Coronel Prosman reveló en su libro Prisioneros paraguayos en Cuiabá. Espías epidemias y la triple frontera, agrega la bajada.
Creado el 15 de mayo de 1867, ese centro de confinamiento se mantuvo abierto hasta el final de la Guerra Guasú o Guerra Grande, como la llaman en Paraguay. Este profesional de obra prolífica, nacido en San Pedro del Ycuamandyjú en 1955, cuenta que corroboró los hechos en más de un viaje al Mato Grosso. Y lo hizo pese a que habían desaparecido varios documentos en los archivos brasileños que consultó. Hoy cuenta que “eran familias enteras las que estaban ahí. Pero no se sabe cuántos eran y a qué se dedicaban ni cuánto tiempo se quedaron. Tampoco se conoce si permanecieron todos o algunos. Esos datos todavía no se tienen, aunque hay quien piensa que esa información fue sacada del archivo de Mato Grosso adrede”.
La historia suele ser una aspiradora de hechos encubiertos por las clases dominantes. En este caso por lo que fue el imperio brasileño de Pedro II que gobernó por espacio de 58 años, primero como regente y después bajo la extraña figura de emperador constitucional de la dinastía de los Braganza.
Coronel Prosman comprobó en un congreso de historia el fastidio que causó su hallazgo cuando lo abordaron militares de Brasil que se sintieron afectados por su libro. En la zona que Mato Grosso hace frontera con Paraguay, hay un importante destacamento. De ahí provenían. Será porque él describe a los prisioneros como “civiles, incluso con sus respectivas familias, que ya estaban viviendo en la región antes de empezar el conflicto. Pequeños comerciantes de productos locales, trabajadores de las estancias, peones de diversas tareas que quedaron atrapados por diversas circunstancias de la guerra”.
La historia del campo de concentración transcurre en la Triple Frontera, pero no en la más conocida y porosa de Brasil, Argentina y Paraguay, sino en una ubicada más arriba. La que incluye a Bolivia y excluye a nuestro país. Coronel Prosman cuenta en su libro que el presidente boliviano Mariano Melgarejo le ofreció al mariscal López 12 mil soldados para combatir contra los aliados. Sus dos pueblos, que se enfrentarían en la Guerra del Chaco (1932-1935) convivían por entonces en paz. El Imperio británico y las multinacionales del petróleo desestabilizaron la región bien entrado el siglo XX y provocaron este nuevo conflicto que a Paraguay le costó otros 30 mil muertos.
El historiador brasileño Mario Maestri, un prestigioso colega de Coronel Prosman, lo convenció de que tenía que publicar la investigación sobre el campo de concentración. “Coronel, publique ya eso, si no esa historia la van a tergiversar. Y me dijo por qué no le puse de título: Una historia silenciada. Pero cuando estuve en Matto Grosso comprobé que la Academia sabía de ella y nunca la habían publicado porque hay un manto de silencio en esa gente, bastante conservadora, como en todo el estado”, le cuenta a este cronista en diálogo telefónico el escritor paraguayo.
En una entrevista que publicó el diario La Nación de Asunción, el autor de Prisioneros paraguayos en Cuiabá dice que “se debe trabajar más en el concepto imperialista del Brasil, que oculta muchas cosas, no tanto como que hay documentos secretos, sino por ejemplo de haber tenido en plena guerra un campo de concentración o campo de detención como se lo ha dado de llamar. Es difícil de creer porque la guerra era contra López, según los discursos. Y ahí no había ningún pariente de López. Eran paraguayos, civiles, trabajadores de estancias, que no tenían nada que ver con la guerra…”.
Coronel Prosman describe en su trabajo cómo se desarrolló una trama de espionaje durante la guerra, a pesar de cierta integración entre brasileños, paraguayos y bolivianos que antecedía al conflicto. Explica que “…así como en toda la región se tenían a los activos espías, en la zona de Mato Grosso también actuaron, más aun teniendo en cuenta lo desconocido del terreno para los paraguayos y del temor de un avance hacia Cuiabá, de parte de los brasileros”.
Al autor le llevó dos años investigar la historia del campo de concentración, que después de la guerra derivó en una curiosa etapa de vinculación de los prisioneros con sus captores. Porque “transformaron el espacio de reclusión en cultura integrada, en trabajo, arte y música”. Lejos había quedado la definición del gobernador del imperio en Mato Grosso, Couto Magalhaes: “…tuve que luchar contra tres enemigos que absorbían bien la atención de cualquiera: los paraguayos, la peste y el hambre”.
Una epidemia de viruela había diezmado a la población del estado, el hambre lo trajo la guerra y las tropas del mariscal López se quedarían en la zona por tres años hasta las vísperas de la caída de Asunción, el 1° de enero de 1869.
La capital del arrasado Paraguay fue saqueada por el ejército imperial que comandaba el yerno de Pedro II, Gastón de Orleans, conde de Eu, nacido en Francia. Un criminal de guerra que en la batalla de Piribebuy se vengó con crueldad de la muerte de uno de sus generales brasileños: Joâo Manuel Mena Barreto. Mandó a degollar a los sobrevivientes del ejército paraguayo vencido y a quemar un hospital con todos los enfermos y heridos adentro.
El 16 de agosto de 1869, una famélica tropa de 3.500 chicos y adolescentes murieron combatiendo contra el ejército invasor en la batalla de Acosta Ñu. En el día de esta masacre ordenada también por el conde de Eu, se encuentra el origen de un homenaje. Paraguay celebra el día del niño por aquellos pequeños mártires de la Guerra Guasú.