“No sé lo que es moda, pa. Yo soy tendencia”, afirma Mala Junta Malandro en su tema Ahora quieren pan (2016). El MC supo convertirse en el embajador argentino del trap desde Las Tunas, el barrio más densamente poblado de Tigre, en la zona norte del Gran Buenos Aires, donde buena parte de sus habitantes vive en condiciones precarias. “Hace tiempo agarré una camisa floreada de mi tío Hugo, que siempre fue el alma de la fiesta, y me dije: ‘Me voy a vestir como él’. Y los pibes empezaron a hacerlo también. Eso es tendencia, que se empilchen como vos. O que digan lo que digo”, explica el artista, quien aparece vestido así en el video de su más reciente single, La verdadera, estrenado en julio. Lo mismo sucede con el que género que representa. “Cuando empecé y grabé el primer tema, en 2006, ya venía con ese sonido, pero fue mutando, cambiando de nombre. Ese estilo de rap bolichero ahora se llama trap, a partir de que T.I. sacó el disco Trap Muzik (2003). Soy un perseguidor de lo nuevo dentro del rap.”
A contramano del dogma trapero, en el que las drogas, la misoginia, las peleas, las armas, los excesos y la marginalidad son constante en el imaginario, Mala Junta hace trap a la argentina. “Siento el trap argento, no yanqui ni europeo”, expedita este nigromante del flow con aditivos del lunfardo, en un bar en Palermo, luego de hacer migas con Hernán Coronel, líder de la banda de cumbia villera Mala Fama, en una entrevista previa. “Hago trap desde donde vengo, desde la trampa que hay en mi ciudad. No me considero rapero ni trapero, sino artista. Tiene que ver con una forma de vivir en la que voy a estar atrapado siempre. Los que hacen cumbia, al igual que Maradona, son trap porque es un estilo de vida. Vos podés ser millonario, pero vas a ser el mismo pibe de barrio.” Así se convirtió en una suerte de juglar en su comunidad: “La gente cree y confía en lo que ve. Y cuando se ve real, se ve real. Hablo de lo que me pasa, de lo que veo en el barrio”.
Y en ese sentimiento de pertenecía, el rock argentino, la cumbia y el folklore hicieron las veces de universidad. “Mamé mucho de esos estilos. Si escuchás a La Renga o a Iorio, los tipos te hablan de Argentina”, reflexiona. “El Pampa Oberá y Argentino Luna tratan de escribir con el lunfardo. De la misma forma que nos llega un tema de Tego Calderón, como El Enemy de los Guasíbiri, y no sabemos lo que significa. Vos tirás la jerga de acá para otro país y se vuelven locos. Me pasó con Qiqito trampa. La gente de afuera que lo escuchó me dijo que no entendía nada, pero lo entendió todo. No hace falta explicarlo. Y eso me encanta.”
Pero el salto hacia la popularidad lo dio a través del mixtape de baladas Mucho Lov! (2015). “Es un disco que tenía ganas de sacar porque me faltaba algo más romántico, para el lado de las mujeres”, justifica el álter ego de Ezequiel Mancilla, quien encarga sus bases a beatmakers tanto de Argentina como de Chile, República Dominicana y España. “Tuve un montón de situaciones con novias y con minas con las que anduve. Así surgió ese trabajo baladístico. En ese tiempo, además, estuve escuchando mucho a Sandro y a Babasónicos. Siempre que tengo una visión para hacer música, escucho lo que suena para ese lado.”
¿Por qué Mala Junta y no Mala Yunta? ¿O acaso tu álter ego es un guiño al tango de Pugliese?
–Hace muchos años era el Perroh, y estaba armando un disco con un amigo. El pibe era más chico y nos juntábamos en su casa. Un día su madre subió y no sabía que estaba ahí. Le dijo que no le gustaba que anduviera conmigo porque era “mala junta” y ahí quedó. Antes que sentirme consternado, me identifiqué.
Una vez que te ataviaste de tu nombre artístico, lo acompañaste con “Mamy”. Pero ahora usás “Malandro” ¿Qué pasó en el medio?
–En los guapeos decía: “Mala Junta, Mamy”, en referencia a las chicas, y “Malandro” no quedó por el “malandra” sino porque en Brasil es como le dicen al tipo pintoresco, el que nunca agachó el lomo para laburar. Ese hombre siempre está ahí a la expectativa de dar el gran paso. Y me identifiqué con eso.
¿Cómo descubriste el rap?
–Por Canal 13. En el ‘98 o ‘99 pasaban en la trasnoche películas como Juice (1992), de Tupac Shakur. Y cuando las vi, me pareció que era lo mismo que sucedía acá, pero con otra pilcha.
Vivís en la cuna de la cumbia villera, ¿a qué se debió que no eligieras hacer ese género?
–Porque no sabía cantar. Al no saber hacerlo, y querer dedicarme a la música, llegué al rap. Además, las letras de ese género hacen alusión al barrio y a las secuencias de lo que vivía. Y eso me abrió las puertas. Luego, con el tiempo, hice cursos de canto. Ahora más o menos lo manejo.
También manejás mucha información del rock…
–Sería una falta de respeto que me hubiera dedicado a eso. El rock no se basa sólo en cantar. Yo apoyo a Iorio cuando dice: “Esa mierda no es música”. Una guitarra te tiene que hacer llorar.
Pero vos te rodeás de beatmakers y DJs…
–Ya te lo dije: no soy músico, soy artista.
El periplo de Mala Junta Malandro hasta llegar al trap fue constante y coherente, aunque intenso. Entre 2001 y 2006, mientras rapeaba, también grafiteaba. En el medio hizo freestyle, y luego, tras conocer al MC Sergio Sandoval, abandonó todo eso para hacer canciones. “Mi estilo de vida es trap, pero no mi música. Hice crunk, dirty south, Miami bass, blues, cumbia, algo más caribeño y otra cosa medio moombahton”, describe. “A mis shows viene gente del hardcore, del heavy metal y del rock and roll. El otro día subí una foto con un pibe que vino de ver a La Renga.”
Y el nuevo adalid de la métrica va más allá: “En Argentina, el trap tiene la misma fuerza que la cumbia villera a comienzos de los 2000. Iban a todas las villas a buscar pibes, como pasa en los suburbios de Atlanta. Acá, hasta 2007, este tipo de música sólo la podía hacer gente con dinero. Pero hoy la mayoría aprende a producir gracias a Internet. Y si el chabón tiene oído, es un hit”.
Aunque asegura que el género parido en el sur de Estado Unidos en los ‘90 es el primero erigido a escala global, lo que permitió armar una industria independiente de la misma magnitud, el MC se despega de los estereotipos del trap con un latiguillo que emplea en sus canciones: Sin chamu ni Auto-tune”. “Cantamos como sale. Fui a ver al Indio Solari en vivo, soy fanático, y se le escucha como canta. Lo que importa es el sentimiento, al igual que en Viejas Locas. ¿Decime cuándo afinó el Pity?”.
De su obra pueden dar fe sus recitales e internet, donde cuelga su música y videos desde 2007, debido a que aún no editó un disco en físico. “Me interesa, pero trato de que un disco tenga un sentimiento, una línea. Si bien Mucho Lov!, Jolgorio & jarana o Simple y claro son mixtapes, los considero discos porque son afines de los sentimientos encontrados cuando los hice. Son etapas de mi vida. Un disco merece su respeto y trabajo, no es sólo hacer 15 canciones.”
Como artista independiente te posicionaste no sólo en la música urbana local y foránea, sino que también captaste a otros públicos y escenas ¿Cómo lidias con monitores y oportunistas, y con la actitud oscurantista de los que no entienden tu propuesta?
–Yo no lidio. Me abro, me hice al margen. Salgo a cantar, que el público lo disfrute, y vuelvo a mi barrio. No ando en los boliches a los que va esa gente ni voy a la televisión. Si vos te mantenés al margen, esa gente también lo hará porque no tiene cómo acceder a vos. Mientras tengas menos accesibilidad, mejor.
¿Alguna vez te la creíste?
–Como en 2007 explotó todo, entre 2011 y 2012 me la creí. Pero cuando llegás a casa, lo único que encontrás es a tus viejos. Caí en la realidad de que la fama y todo eso es una mierda. Hago esto para llegarles sentimentalmente a los pibes. Mucha gente me hizo devolución de eso. Luego hablame de plata, porque soy un laburante. No robo, la reditúo.
¿Qué significan tus tatuajes?
El cuerpo es un envase, se pudre. Y los tatuajes te muestran una cosita de tu vida todos los días. Tengo uno que dice en inglés “Vive joven y nunca mueras”. Otro con el gato de la suerte, que incluye la palabra “música”. Hay un pistolón que contiene el 851, el número de mi casa. Eso significa que la cuido como sea, a los tiros si es necesario. Y lo de tatuarme la cara tiene que ver con las maras (NdR: En sus videos se le puede apreciar gesticulando con sus manos de la misma forma que lo hacen estas pandillas salvadoreñas). Cuando era chico, era mugre, malo, y entendí que los amigos y los ñeris son lo mejor que hay. No apoyo su faceta asesina, pero si su concepto de familia. Nos ayudamos entre todos.
No parecés malo. Si sos hasta romántico…
–Soy bueno hasta que te metés con mis cosas. Soy muy observador. Estoy hablando con vos y veo lo que hacen los demás. Soy re astuto y eso lo aprendí en la calle. No hay que ser malo, sino astuto. El arma más fuerte del mundo es la palabra.
Tras la irrupción de la cumbia villera, tus canciones visibilizaron nuevamente una realidad de la zona norte del Conurbano. Seguramente le serás incómodo a muchos chetos…
–Zona Norte no es un lugar cheto. Lo que pasa es que el poder se encargó de hacer sitios céntricos al estilo de Miami. Pero te invito un día a que te metas por la 197, la Ruta 9 o Cazón. Hacé cinco cuadras para adentro y vas a ver lo que es en verdad. Mi barrio es una “U” de countries.
Así como sucede en Ligia Elena, clásico de Rubén Blades en el que un músico niche (forma despectiva con la que en el Caribe se le llama a los negros o mulatos) se cuela en la blanca sociedad, Mala Junta Malandra tuvo su chance de tutearse con la clase pudiente e intelectuales argentinos en 2015, cuando fue invitado a participar del ciclo Bellos Jueves, organizado por el productor, DJ y gestor cultural Villa Diamante en el Museo Nacional de Bellas Artes. “Me acuerdo, y se me pone la piel de gallina”, confiesa este miembro de la crew Corner Chantas Cream, de habla profunda, segura y por momentos parca.
“No terminé el secundario. Hice la primaria a duras penas, cursé cuatro veces octavo grado y noveno pasé porque al profesor de Matemáticas le gustaba que dibujara”, opone a la experiencia en el Bellas Artes, cuya propuesta consistía en que un rapero brindara una visita guiada por un salón del Museo apelando a la métrica del hip hop. “Estar en el Museo de Bellas Artes explicándole a gente re Mirtha Legrand lo que era un telar de mil ocho no sé cuánto, no lo podía creer. Pero, igual, tuve que estudiar.”
* Domingo 20/8 a las 23 en Niceto Club, Niceto Vega 5510.