El 16 de julio de 1945, cinco años de trabajo culminaron con una detonación en Nuevo México. Eran las 5:30 de la mañana cuando en una zona conocida como White Sands explotó una bomba de 19 kilotones, lanzada a modo de prueba en lo que se conoció como la Prueba Trinity. Un hongo de 12 kilómetros se expandió hacia al cielo tras la liberación de calor. Los observadores estaban a una distancia tal que pasaron 40 segundos hasta que llegó el sonido de la explosión. Así de mortífera era el arma que se estrenaba.
Era el final de un lustro de investigaciones en el mayor sigilo desde que Franklin Roosevelt autorizara el Proyecto Manhattan en 1940. El coordinador de la investigación, su máximo responsable, diría más tarde que, al presenciar la primera explosión de una bomba atómica (veinte días antes de que se usara sobre una población civil en Hiroshima, un acto que se repitió 72 horas después en Nagasaki), recordó una línea del Bhagavad-gītā, el libro sagrado de los hinduistas: "El Todopoderoso abrió las puertas del cielo y la luz de mil soles cantó a coro: me he convertido en la Muerte, el destructor de mundos". Julius Robert Oppenheimer tenía 40 años y su investigación le había dado a la Humanidad la capacidad de aniquilarse a sí misma.
El académico
El hijo de un adinerado inmigrante alemán tardó apenas tres años recibirse con honores en Química en la Universidad de Harvard. Sus intereses pasaron por la física experimental en un momento, hacia 1925, en que se abría un enorme campo de trabajo, con investigadores que ya formaban parte de la galería de las grandes mentes científicas del siglo: Albert Einstein, Marie Curie, Max Planck, Niel Bohr, entre otros.
En 1926, Oppenheimer estudió en la Universidad de Gotinga, en Alemania, supervisado por un futuro Premio Nobel: Max Born (para más datos, abuelo de la cantante Olivia Newton-John). Allí se doctoró y se hizo amigo un condiscípulo también laureado con el Nobel, Paul Dirac. El galardón le sería esquivo toda su vida.
De vuelta en Estados Unidos, fue profesor en Harvard, Berkeley y Cal Tech. En esta última colaboró con Linus Pauling, otro Nobel futuro (esta vez de Química), que además recibiría el galardón de la Paz por su campaña a favor del desarme nuclear.
Una cuestión personal lo ató al lugar que sería escenario de los ensayos del Proyecto Manhattan. Oppenheimer enfermó de tuberculosis y se instaló en un rancho en Nuevo México. Más tarde compró el terreno e insistió en que el laboratorio para las pruebas de la bomba estuviera en el desierto del sureño estado.
Para fines de los años 30, Oppenheimer ya era una eminencia de la física teórica y comenzó a involucrarse en política. Colaboró con dinero para la causa republicana en la Guerra Civil Española y su hermano se afilió al Partido Comunista. Nunca se comprobó si él estuvo afiliado. En 1940, el año en que fue convocado por el gobierno de Roosevelt, se casó con una estudiante de Berkeley llamada Katherine Puening, con la que tuvo tres hijos.
Antecedentes del Proyecto Manhattan
Los orígenes de la investigación desarrollada entre 1940 y 1945 hay que rastrearlos en un hecho científico determinante que tuvo lugar antes del comienzo de la guerra. Era 1938 cuando el químico alemán Otto Hahn descubrió la fisión nuclear. Fue lo que posibilitó el trabajo para tener la bomba atómica. Ese mismo año, Enrico Fermi (que diseñó el primer reactor nuclear) recibió el Nobel por sus investigaciones. Se sumaría al Proyecto Manhattan.
El 2 de agosto de 1939, un mes antes de la invasión nazi de Polonia, Albert Einstein y Léo Szilárd enviaron una carta a Roosevelt en la que advertían sobre el peligro de que Alemania desarrollara armas nucleares y alentaron a la Casa Blanca a encarar con urgencia una investigación en base a los trabajos previos. En otras palabras: alertaban que si no había un programa nuclear financiado por Washington, Hitler podría tener un arma nunca antes conocida, y que en esas manos sería algo apocalíptico.
La realidad marca que esa carrera la ganó Estados Unidos gracias al trabajo de Oppenheimer y que fue la democracia más antigua de América la única que utilizó la bomba atómica. Oppenheimer sostendría que no era lo mismo Estados Unidos que la Alemania nazi y que el uso de la bomba por parte de la Casa Blanca sería algo "aleccionador" y, desde su óptica, de tal magnitud, que no habría más guerras.
En los hechos, el Proyecto Manhattan tuvo un doble comando. Oppenheimer estuvo al frente del laboratorio montado en Los Álamos, Nuevo México, mientras que el general Leslie Groves fue el supervisor puesto por el Pentágono.
Un equipo de mentes brillantes
En el equipo de físicos que colaboró con Oppenheimer hubo cinco futuros ganadores del Nobel de Física: Emilio Segrè, Isidor Rabi, Felix Bloch, Edwin McMillan y Hans Bethe, que murió al borde los cien años, en 2005 y fue el último superviviente del grupo. Otro integrante fue Edward Teller, que sería el padre de la bomba de hidrógeno.
La investigación se centró en el agua pesada y en la separación de uranio. Fue un trabajo tan lento que el gobierno se impacientó y por eso impulsó la llegada de Groves. Para 1943, y tras un acuerdo entre Roosevelt y Wnston Churchill, comenzó la colaboración con científicos británicos, entre ellos, James Chadwick.
Después de una serie de pruebas en Oak Ridge, Tennessee, Groves centralizó los trabajos en Los Álamos. La producción de uranio-235 permitió el nacimiento de Little Boy, el nombre con que se conocería la bomba lanzada el 6 de agosto de 1945 sobre Hiroshima. La bomba de Nagasaki recibió el nombre de Fat Man. Aparentemente eran respectivas alusiones a Oppenheimer -joven y flaco- y a Groves, que era más bien rollizo.
El 7 de mayo de 1945, horas antes de la rendición alemana y el fin de la guerra en Europa, el equipo de Oppenheimer realizó una prueba preliminar para la calibración de los instrumentos. Antecedió a la Prueba Trinity, que generó debates internos entre los científicos del Proyecto Manhattan. La idea de que una sola bomba alcanzara para matar a miles de personas provocó resquemores. Oppenheimer estaba convencido de que no habría más guerras con semejante arma de disuasión, aún al precio de usarla una vez con un saldo devastador.
Carrera con la URSS
También entró a tallar la cuestión central de la pos-guerra: el comunismo y el fin de la alianza circunstancial con la Unión Soviética para derrotar al nazismo. El gobierno de Estados Unidos estaba muy avanzando respecto de cualquier investigación de los soviéticos y la bomba podía ser un elemento para tener a raya a Stalin (hay historiadores que sostienen que las bombas sobre Japón fueron sobre todo un mensaje para Moscú).
A eso hay que sumar que la URSS realizó tareas de espionaje en Los Álamos. Desde 1943 hubo indicios de que agentes soviéticos se hubieran infiltrado entre los científicos. Klaus Fuchs, uno de los físicos aportados por el Reino Unido, suministró datos a Moscú.
Apenas terminó la guerra, Oppenheimer fue nombrado en un cargo de asesor en la flamante Comisión de Energía Atómica. Desde ese puesto vio el fracaso del Plan Baruch, que buscaba que las potencias ganadoras de la guerra compartieran información. Estados Unidos y la URSS no quisieron colaborar y fue evidente que comenzaba una carrera armamentista en la era nuclear.
Las sospechas de vínculos comunistas por parte de Oppenheimer habían sido un tema de debate desde los años del Proyecto Manhattan. El FBI lo investigó y, en plena fiebre macartista, fue forzado a renunciar de su cargo en 1953. Debió declarar ante un comité, habló de simpatías izquierdistas de varios de sus colaboradores y le revocaron la credencial de seguridad, con la que tenía acceso a áreas restringidas de investigación. De hecho, el caso de Klaus Fuchs llevó a la detención y condena a muerte de Julius y Ethel Rosenberg.
Los últimos años y el cine
De a poco se fue retirando de la vida pública. John Kennedy le otorgó el Premio Enrico Fermi en 1963. Lo recibió después del magnicidio de Dallas de manos de Lyndon Johnson. Un cáncer de garganta terminó con su vida el 18 de febrero de 1967.
Su figura llegó al cine en 1989 en Fat Man and Little Boy, del director Roland Jaffé (que antes había filmado Los gritos del silencio y La Misión). Dwight Schultz (el Murdock de Brigada A) hizo del físico, y Paul Newman personificó al general Groves. La película costó 30 millones y apenas recaudó 3 millones. Es el gran antecedente respecto de Oppenheimer, el esperado film de Christopher Nolan.
William Laurence, de The New York Times, recogió la cita de Oppenheimer del Bhagavad-gītā durante la Prueba Trinity, el estallido previo al lanzamiento de las bombas sobre Japón. En el matutino transcribió una frase del diario de a bordo del B-29 Enola Gay de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, pronunciada por el oficial Robert Lewis el 6 de agosto de 1945, minutos después de que el piloto Paul Tibbets lanzara a Little Boy sobre Hiroshima matando a casi 150 mil personas. La frase de un Lewis impactado ante la imagen del hongo de humo que se elevaba contrasta con la grandilocuencia del físico al citar el texto sagrado hinduista: "¿Qué hemos hecho, Dios mío?"