Lo que debía ser —en circunstancias normales— un evento masivo para exhibir como profeta en su tierra a quien supo ser electo gobernador de Jujuy dos veces antes de legarle todo el caudal electoral a su propio delfín (el actual ministro de Hacienda, Carlos Sadir, presto a asumir en diciembre) terminó reducido a una serie de actos discretos con público acotado, vallas por todos lados y varios vehículos policiales para cuidarle la fiesta a Gerardo Morales. El gobernador jujeño cumplía además 64 años y seguramente esperaba una postal épica y consagratoria que no sucedió.
Así transcurrió la primera presentación formal de campaña que Morales pudo realizar en su propio terruño junto a Horacio Rodríguez Larreta, a quien secunda como vice en una carrera que primero deberá superar la tanda de las PASO de Juntos por el Cambio si es que ambos vencen a Patricia Bullrich. Aunque, antes de ello, el precandidato radical debe lidiar con el propio frente interno que se le abrió desde hace ya un mes y medio con protestas y huelgas docentes en la provincia, a las que días después se les acoplaron las comunidades indígenas que mantienen aún alrededor de diez cortes en rutas de todo Jujuy.
Morales soñaba con una cancha de fútbol repleta vitoreando su nombre al lado de la sonrisa de Rodríguez Larreta, un baño de gloria para el hijo dilecto de Jujuy (pese a que algunos sostengan que en verdad nació en Salta, aunque esa sea otra historia). Lo que finalmente ocurrió estuvo muy lejos de ese deseo en una provincia todavía revuelta por manifestaciones, represión policial, decenas de detenidos sin pruebas concretas, rutas cortadas, reclamos indígenas y un capital político que parece desvanecerse después de siete años y medio.
El gobernador tuvo que readecuar sus ambiciones faraónicas a tres pequeños eventos, uno de ellos de hecho sin público y todos concentrados en Perico, la pequeña localidad de 50 mil habitantes lindera al aeropuerto internacional. Así, Morales ni siquiera pudo llevar a Larreta hasta San Salvador, la capital provincial, distante a no más de treinta kilómetros de donde aterrizó el avión privado que los depositó desde otra cartografía de la gira de campaña.
El cambio de Perico por San Salvador persiguió un motivo evidente: evitar por todos los medios la ruta 66 que hasta no hace mucho estuvo cortada por variopintos manifestantes a la altura de la finca El Pongo, lugar en el que —por caso— funciona el campo de cultivo de cannabis medicinal autorizado a Gastón Morales, uno de los hijos del gobernador. La cercanía con el aeropuerto Horacio Guzmán le permitía a una de las dos fórmulas presidenciales de Juntos por el Cambio trasladarse lo mínimo indispensable por una provincia que su propio gobernador busca evitar desde que comenzaron las protestas públicas.
Además de todo ello se habían tomado en la primera hora del martes todos los recaudos necesarios para evitar sorpresas en el lugar donde el gobernador iba a protagonizar su acto principal junto al alcalde porteño, el polideportivo del club Talleres de Perico, vallado desde temprano en sus alrededores y además rodeado por varios vehículos policiales. Con todo, la estrategia falló: numerosas personas se acercaron hasta donde pudieron para hacer sonar sus reclamos hacia Gerardo Morales, a quien identificaron incluso a pesar de que estaba siendo trasladado en una camioneta 4x4 blanca, modelo y color que por cierto recordaba a la que fue utilizada sin patente para detener manifestantes en la fatídica represión del martes 20 de junio en las inmediaciones de la Legislatura provincial.
El primer acto fue en el Parque Industrial de Perico, donde anunciaron el inicio de obras de la empresa china Tsingshan Mining Development S.A. que fabricará cloruro de hidrógeno y soda cáustica, destinados a la producción de carbonato de litio. La firma ya trabaja con lo mismo en Salta y en Catamarca, provincias donde recibieron denuncias ambientales por parte de comunidades indígenas y diversos especialistas. Detrás de Morales y Larreta acompañaban no más que dos decenas de obreros con casco amarillo y banderas que decían: “UOCRA presente”.
El segundo evento fue en la Escuela 475 de la misma localidad, donde los precandidatos se fotografiaron rodeados de niños en una postal extraña, ya que convirtieron a los chicos en el decorado de una imagen de campaña. Por último, la saga cerró en el modesto tinglado del club Talleres, donde el dúo arribó entre medio de los duros mensajes que les dedicaron personas en la calle y luego cerró con un acto ante personal municipal y múltiples pancartas escritas en cartulina con la misma caligrafía y dos pedidos repetidos: “No a la violencia” y “Sí a la paz”. Extraña ironía: son los mismos reclamos que le vienen haciendo al gobernador desde víctimas de la represión policial hasta organismos de derechos humanos.