Sobre la calle Córdoba, a pocas cuadras del bajo y frente a una parada de colectivos Daiana Rose montó una cama de una plaza y media para la hibernación de la tortuga en la  galería de arte Selvanegra. La muestra se llama “Cuidar el tiempo” y es una investigación meticulosa, un recursero sobre la lentitud y un portal hacia el detenimiento que contrasta de manera explosiva con la vida cotidiana y urbana.

¿Quién no tiene una historia de tortugas?

Desde el glosario que arma Guile Mongan en el texto de sala en donde trae a Morla -la tortuga de la película "La historia sin fin"- hasta Squirtle -la tortuga Pokemon- las tortugas tienen en las vidas humanas un recorrido en la memoria, la imaginación y sobre todo en la niñez. Daiana le rinde culto a la extensa vida de las tortugas, incluso en su detenimiento invernal haciendo eco de ese mito de sabiduría y oráculos.

La artista se dragea. Se trasviste de tortuga, responde preguntas que le mandaron por escrito y hasta termina bailando como una rolinga: “La tortuga se toma todo el tiempo que necesita. La primera vez que me draguée de tortuga fue en pandemia y lo hice a través de un vivo de Instagram. Me llevaba muchísimo tiempo hablar y para mí es esa la  pregunta: ¿cuánto me banco la lentitud?"

LA VIDA DE LAS TORTUGAS

“Esta muestra es la despedida de la tortuga” dice Daiana Rose mientras recorre cada parte de la muestra con un gesto de gratitud a ese tiempo compartido, de pintar caparazones -y descifrar su trama-, de dibujar la radiografía de la tortuga en carbonilla y pastel tiza, de recolectar tortugas que les prestaron sus amigues y sumarlas a las que ella tenía de su propia colección. Y hasta de confeccionar un muestrario de las distintas tinturas de pelo que eligió la tortuga a lo largo de todos estos años.

En la cama se puede escuchar la voz de la tortuga, en su estado de ensoñación responde preguntas a un ritmo que es casi un detenimiento. Las palabras compiten en esa carrera hacia la lentitud pero como la tortuga es sabia logra encantar con su voz y allí se recuestan a escucharla, a imaginar qué haría falta para seis meses de hibernación: ¿comer?, ¿estar al sol?, ¿tocar la tierra? En esta investigación interespecie, Daiana asegura no haber leído mucho a Donna Haraway pero si haberse quemado las pestañas observando la vida de las tortugas: la golosa que come rosas chinas o la pampeana que en el medio de un “dígalo con mímica” le tocó representar el origen del mundo.

Daiana Rose y su drag tortuga que responde preguntas desde la cama 

En ese recorrido también aparece la tortuga pokemona que dice “vamo a calmarno” y una representación de tortugas cogiendo: “Es el único momento en el que hacen ruido, no tienen cuerdas vocales y ese sonido lo hacen desde el esofago” explica Daiana mientras señala la escena que reivindica la excitación de las tortugas.

La abuela de Daiana tiene 102 años, le quedan 48 para llegar al promedio de vida de las tortugas. Para la muestra tejió un marco de hilo y lo sumergió en almidón para que quedara duro. El trabajo artesanal sobre cada uno de los objetos de “Cuidar el tiempo” es también en sí mismo una oda al quehacer de la tortuga, en donde la lentitud no es un detalle en la enorme trama y en el que el llamado a tomar velocidad suena de fondo y se pierde en la cadencia de ese secreto que guarda la tortuga: es posible detenerse.

CAPARAZONES Y ESCUDOS FRENTE A LA INTEMPERIE

El caparazón es uno de los más amables cuidadores del tiempo en el universo que despliega la muestra. Hay un catálogo enorme dibujado de distintas tramas sobre el espaldar, una de sus partes. La otra es el plastrón y ambas están unidas por estructuras óseas llamadas puentes. En la anatomía de la tortuga también se encuentran los prototipos de ciudades hechas de caparazones, aludiendo al refugio y a la casa como espacio para el detenimiento, para la condición de posibilidad de estar por fuera de la intemperie. Ese armazón que parece tan duro, es la zona más sensible de la tortuga: es posible calcular los años de las tortugas solo observando su caparazón y hasta se puede detectar si están enfermas: Daiana se acerca a los escudos y dibuja despacito cada detalle de la trama, sin querer asustar, sin ser torpe porque todas sus terminaciones nerviosas están en el caparazón.

El trabajo de "Cuidar el tiempo" le llevó dos años, una microscópica porción de la vida de una tortuga. Pensar, investigar e imaginar en esas coordenadas tuvo como resultado algunos apuntes sobre los límites que implica detenerse o parar. Algo tan simple y un desafío tan fuera de época es lo que recoge esta muestra, tal vez una forma de escabullirse de la velocidad o hackear el ritmo de la vida cotidiana, pensar en cosas básicas como comer una rosa china, descansar un rato o tener un refugio. Techo, comida y ocio, una fórmula que se viene alejando del mundo como la velocidad se aleja de la tortuga.


*La muestra puede verse hoy viernes de 15 a 19:30 y el sábado a partir de 18:30 cierra con "Canciones desde la camucha junto a Delfi Peydro. Selva Negra galería (Av Córdoba 433, CABA).