Por estos días y hasta el 1 de octubre, el Museo Albertina, en Viena, presenta una de las mayores retrospectivas que se le haya dedicado a Valie Export hasta el momento, homenajeando por todo lo alto a una artista transgresora con más de cinco décadas de carrera, en las que ha conjugado fotografía, instalación, videoarte, collage, dibujo, performance de guerrilla… En esta muestra que luego viajará a Berlín, unas 160 obras -algunas inéditas- se recorre el disruptivo hacer de esta mujer de 83 años que, tempranamente, en las décadas del 60 y del 70, se animó a poner –literalmente- el cuerpo para cuestionar y subvertir el rol socialmente impuesto a las mujeres, indagar en nociones como género e identidad, examinar la representación femenina que devolvían los medios masivos…
Apenas algunas de las tantas obsesiones que han acompañado a esta pionera con impronta shocking que, negándose a adoptar una conducta sumisa, ha arremetido furiosa y consistentemente contra preconceptos y tabúes. Para prueba, la que acaso sea su acción más conocida, que goza de estatus mítico: Genitalpanik, del ’69, donde una Valie con pelo alborotado y chaqueta de cuero ingresa a un cine arte con unos jeans que dejan su entrepierna al descubierto. Deambula entre las filas de espectadores con actitud desafiante, obligando a que vean su sexo desnudo, con intención -dirá ella- de desafiar el cliché fílmico que tantas veces presenta a la mujer como objeto pasivo. Buscando, además, sustituir al erotismo lascivo por “una imagen de poderío femenino, habitualmente oculto y temido” a través de una pieza radical y confrontativa que, más tarde, convertirá en serie fotográfica, empapelando las calles de Viena con estas provocadoras piezas.
Aus der Mappe der Hundigkeit, del ’68, es otra de sus acciones más conocidas. Aquí una Valie dominante se pasea por el centro de Viena llevando a un varón de la correa. El hombre en cuestión la sigue en cuatro patas, como si fuera un perro dócil, en una performance que -haciendo alusión al sadomasoquismo- invierte las estructuras de poder imperantes. En Tapp und Tastkino, del mismo año, invita a peatones bienpensantes a tocarle las tetas durante 33 segundos, poniendo en evidencia hasta dónde son capaces de llegar para satisfacer sus impulsos. En Body Sign Action, de 1970, se tatúa la hebilla de un liguero para subrayar la sexualización del cuerpo femenino; en su muslo, el fetiche “aparece como símbolo de una esclavitud pasada”, “como atributo de una feminidad no elegida”, en sus palabras.
Visto a lo lejos, …Remote…Remote…, inquietante video del ’73, parece registrar a una mujer haciéndose la manicura: de cerca, sin embargo, revela a la artista usando una afilada navaja para cortarse los dedos en pos de “exteriorizar, hacer visible mi estado interno”. La pieza, ciertamente extrema, se lee como una denuncia a las estructuras patriarcales que se inscriben agónicamente en el cuerpo femenino. La sangre brota, y Export alivia el dolor sumergiendo las heridas en un cuenco con leche.
En el collage Die Geburtenmadonna, de 1976, produce su propia Virgen de la Natividad: un ama de casa que, sentada sobre un lavarropas, da a luz… ropa limpia. Por estas fechas, Export crea una serie de dibujos que hacen de la cocina, un infierno doméstico. Geburtenbett, su instalación de 1980, representa a una mujer fragmentada que, en vez de cabeza, tiene un televisor que transmite en loop una misa…
KörperKonfigurationen, serie de fotos que trabajó entre los 70s y 80s, amplía sus preocupaciones: se ocupa de la imponente arquitectura austríaca, entendiéndola como una hostil encarnación del poder masculino. Cual “dama de Vitruvio”, Export entra en tensión con esquinas, columnas, postes, pasos de peatón, muros, volviéndose la nueva medida del urbanismo, en piezas que bosquejan un nuevo mapa de la ciudad y van apoderándose de sus rincones.
Un pantallazo, en fin, de algunos de los trabajos más emblemáticos de esta mujer nacida en 1940 en Linz, a orillas del Danubio, en el seno de una familia burguesa y católica. Valie -que pasó su infancia en un internado de monjas- dice que el peligro siempre le ha fascinado; incluso de niña, cuando gustaba tenderle emboscadas a serpientes para, luego, llevarlas a vivir consigo. Estudió diseño textil antes de embarcarse en las artes visuales, donde comenzó a abrirse camino en los 60s, en la escena vanguardista vienesa. En aquel entonces Günter Brus, Otto Muehl y Hermann Nitsch eran los principales representantes del Accionismo Vienés, un radical y controvertido movimiento destroyer en el que, a menudo, se encuadran las primeras performances de Export. Ella aclara, empero, que nunca perteneció a ese círculo: “Para ellos, la mujer solo tenía tres roles: objeto, víctima o femme fatale”, destaca quien, dada a elegir, prefiere colgarse la chapa de “accionista feminista o, en su defecto, feminista a secas, ¡qué tanta etiqueta!”.
Cabe aclarar que, en sus inicios, VE respondía a su nombre de natalicio, Waltraud Lehner; más tarde, Waltraud Höllinger por el apellido de su (ex)esposo. Fue en el ’67 cuando adoptó el Valie Export que devino nom de plume y marca registrada, inspirado el apelativo en unos cigarrillos baratos, muy populares. Sobre este gesto, ha explicado en distintas ocasiones que fue “una necesidad absoluta”: al renunciar al apellido de padre y marido, pretendía “oponerme a las reglas impuestas, deshacerme de mandatos históricos”; forjar una identidad ciento por ciento propia a partir de “un acto de rebeldía”. Rebeldía que, como se ha visto, sigue acompañando a una Valie Export consagradísima en su país de origen.