“Cualquiera puede ver el futuro, es como un huevo de la serpiente. A través de la fina membrana se puede distinguir un reptil ya formado”.
Dr. Vergerus (Das schlangenei - Ingmar Bergman)
El miedo nos habita el alma y ocupa un lugar de privilegio entre nuestros fantasmas. La posmodernidad ha exarcebado los miedos para sostener un nuevo orden que pone en cuestión la solidaridad y la responsabilidad social. El miedo es corruptor y el que lo provoca lo es: corrompe las relaciones, los sentimientos y deja al individuo perdido entre sus terrores más primigenios y dispuesto a ser sometido.
Jujuy encarna la arbitrareidad de un tirano, cuánto más asesino y totalitario es el poder, más priva al hombre de libertad y genera en consecuencia temor.
El miedo, en tanto arma de dominación política y control social, una vez que se lo inocula en forma constante genera la responsabilidad de lo acaecido y de lo que pueda suceder a “un otro” y la necesidad de protegerse a toda costa de las acciones de ese otro. La ideología del miedo sostiene que es un enemigo potencial y el causante de todos mis males. Odio y miedo se retroalimentan y son una pareja perfecta.
A modo de ejemplo.
La secretaria de Derechos Humanos y Pueblos Indígenas del gobierno de Jujuy, Marcela Infante, denuncia y pide respaldo de la APDHL ”ante los excesos de una protesta que corta rutas nacionales y provinciales", calificándolos de acciones ilegales que atentan contra el derecho a la salud, el abastecimiento, la libre circulación, etc. En este alegato extemporáneo, aclara que también impiden el libre acceso a la identidad, debido a que los cortes no permiten que los niños recién nacidos puedan ser anotados en el Registro Civil. Y pide por la defensa de los derechos de los niños, niñas y jóvenes para acceder a la educación y otras supuestas alteraciones. No solo las autoridades de Jujuy incurren en estas mentiras y confusiones. Algunos medios nos hablan de “desaparecidos”, allanamientos sin orden judicial, con coches sin patente y muchos procedimientos atentatorios e imposibles de admitir en un estado de derecho.
Las imágenes de la resistencia de todo un pueblo en Jujuy frente a una votación espúrea de una reforma de la constitución en provecho de unos pocos son multiplicadas y utilizadas para identificar supuestos enemigos. Los medios son demiurgos en la producción del miedo y este constituye el alimento y el motor para instalar modelos neoliberales de sometimiento y de apropiación.
Existe una elaboración mediática del acontecimiento, un sentido, un direccionamiento que se confirma en la banalización de la vacuidad y la hiperealidad.
Para Jean Delumeau, ”el miedo nos hace susceptibles de ser dominados por aquellos que poseen el poder de generarlo. Y estos miedos son a su vez utilizados para justificar el alarmismo antiterrorista, subversivo o narcotraficante con la consecuente intervención del sistema político y el consecuente recorte de derechos políticos, civiles, sociales y económicos”.
Alejandro Kaufman nos advierte acerca de la naturalización o banalización de estos mecanismos de sometimiento, generadores de miedo. La represión que aún continúa en Jujuy no debe coexistir con la inscripción de normalidad o como un mecanismo posible de ser utilizado en un sistema democrático. "Lo que no se puede admitir es lo repetitivo de un accionar cercano al pavor vivido en tiempos no muy lejanos. Ya que representa nuevos designios exterminadores. Bajo ninguna circunstancia deberemos aceptar regímenes de enunciación que llevaron al horror. Esos caminos no pueden ser transitados, ni banalizados. Son caminos que conducen a la infamia”.
Y concluye Kaufman: ”Esta es la clave de cómo neofascismos con intenciones exterminadoras amparan y utilizan a la democracia. Para prosperar en sus propósitos deben esgrimir propósitos infamatorios y excluyentes y presentar a la sociedad su escatología de violencia y extinción. Derivas tanáticas inscriptas en nuestras formas de vida contemporánea”.
Finalizo con una hermosa poesía de Jorge Alemán a modo de advertencia:
Nunca se habían ido/ no se fueron los que mataron a su padre / nunca se marcharon los que torturaron a su amigo/ no se fueron los que apagaron el verano en un mar de mentira/ ni los que cerraron la sed de amor con insultos / No es que vuelvan porque nunca dejaron de estar/ solo esperaban que la voz gruesa de las órdenes del silencio cómplice los convocaran.
Monika Arredondo es psicoanalista y analista institucional.